El extraño animal con las claves contra el cáncer también las tiene contra la infertilidad
Un grupo de investigadores estudia las herramientas biológicas que permiten al ratopín rasurado ser fértil hasta su vejez para trasladarlas a los humanos
Las mujeres viven cada vez más, pero siguen teniendo el mismo tiempo para reproducirse. A partir de los 35 años, la fertilidad desciende a un ritmo acelerado, pero cada vez más mujeres (en España, un tercio del total) intentan tener hijos a partir de esta edad, cuando las probabilidades de lograrlo son menores. Entre las muchas vías de investigación para superar esta limitación de la naturaleza, algunos científicos ven posibilidades en el...
Las mujeres viven cada vez más, pero siguen teniendo el mismo tiempo para reproducirse. A partir de los 35 años, la fertilidad desciende a un ritmo acelerado, pero cada vez más mujeres (en España, un tercio del total) intentan tener hijos a partir de esta edad, cuando las probabilidades de lograrlo son menores. Entre las muchas vías de investigación para superar esta limitación de la naturaleza, algunos científicos ven posibilidades en el ratopín rasurado, una especie de roedor que vive en colonias subterráneas en Kenia, Etiopía y Somalia, y ahora en laboratorios de todo el mundo por el interés que despiertan sus particularidades biológicas.
Aunque son familia del ratón o la rata, que pueden vivir dos y cuatro años, respectivamente, los ratopines alcanzan los 32 años de edad. Y son fértiles durante toda esa vida, extremadamente larga para ese tipo de animales. Estudios anteriores, como los de la bióloga Vera Gorbunova, han descubierto cómo estos animales producen unas moléculas de ácido hialurónico mucho mayores que las de los humanos o los ratones, algo que podría explicar, al menos en parte, por qué son prácticamente inmunes al cáncer y viven mucho más de lo que cabría esperar. Rasgos como este han llamado la atención de los oncólogos.
Esta semana, un equipo liderado por Miguel Brieño-Enríquez, de la Universidad de Pittsburg (EE UU), publica un estudio en la revista Nature Communications en el que se explican los procesos que permiten a estos animales mantener su fertilidad o incluso aumentarla con el paso de los años. “En el laboratorio tenemos una reina de 17 años y su última camada fue de 27 crías. Una hembra joven de uno o dos años puede tener una camada de ocho”, apunta Brieño-Enríquez. En esta especie de roedores tan peculiares, solo una de las hembras de la colonia es fértil, algo similar a lo que sucede con las abejas o las termitas, pero con un sistema algo más meritocrático, porque la reina no nace. Cuando la hembra reinante muere o desaparece, otras se disputan el trono y la posibilidad de reproducirse hasta el siguiente cambio de régimen.
En casi todos los mamíferos, incluidos humanos o ratones, las hembras nacen con una cantidad de ovocitos que se producen cuando están en el útero de sus madres. Una cantidad de esos ovocitos se convierten en óvulos, pero la mayoría se deterioran y mueren. El investigador mexicano cuenta que se plantearon tres posibilidades para explicar la fertilidad mejorada de los ratopines: “Una era que naciesen con muchos ovocitos, otra que pocos de los que tengan al nacer mueran y, por último, que sigan generando ovocitos después del nacimiento”. Sus resultados indican que hay algo de las tres.
Los investigadores compararon, en distintas fases de su desarrollo, los ovarios de ratopines, que son fértiles prácticamente durante toda su larga vida, con los de ratones, que empiezan a perder fertilidad a los nueve meses de nacer. Entre otros hallazgos, observaron que a los ocho días de ver la luz, los ratopines tenían 95 veces más ovocitos que los ratones de la misma edad, o que la producción de ovocitos era posible en ratopines 10 años después de su nacimiento.
Otro de los aspectos interesantes de estos animales es que todas las hembras pueden reproducirse o no hacerlo, dependiendo de si tienen a una reina por encima o lo son ellas. Para comprender los procesos detrás de esos cambios, los autores del estudio separaron a hembras de tres años de la colonia, algo que hace posible que se vuelvan fértiles. Así, vieron que las subordinadas tenían las células precursoras de los óvulos en sus ovarios, pero solo se empezaban a dividir cuando adquirían el estatus de reina. “De esta forma podemos tomar estas células y cultivarlas para dividirlas in vitro y analizar los mecanismos que las controlan. Podemos ver cómo activar ciertos genes que tienen que ver con la protección de la calidad de los óvulos y del entorno en el que viven para proteger la función de los ovarios”, asegura Brieño-Enríquez. “Lo más importante de esto es que hemos observado que muchos de esos genes también se encuentran en el humano, pero desactivados o no tan activos como en estos animales”, añade. Esto, aclara el investigador, “no significa que mañana se vaya a tener una píldora mágica para hacer que la gente sea fértil toda la vida, pero es un avance”.
La posibilidad de estas modificaciones genéticas para imitar el poder de los ovarios de los ratopines, que ya se están probando con éxito en ratones, no solo tendría un interés reproductivo. “El ovario es también parte de un sistema que protege al cuerpo de la osteoporosis, el cáncer o las enfermedades mentales, y esa protección desaparece cuando la mujer llega a la menopausia. Estos trabajos nos permiten pensar en cómo mantener durante mucho más tiempo los beneficios de un ovario activo”, explica el investigador, que cree que esto se podría lograr con modificaciones epigenéticas asociadas al encendido y el apagado de la fertilidad que se observa en los ratopines.
Pese a no tener cáncer o demostrar una insólita resistencia al dolor, los ratopines también mueren. Su sistema inmune no los protege de infecciones víricas (algunos coronavirus han acabado con colonias de laboratorio) y llega un momento en que su corazón, como una máquina programada para la obsolescencia, simplemente se detiene. Sin embargo, siguen siendo uno de los animales más interesantes para entender los misterios de la longevidad. Tal y como resume Brieño-Enríquez, “igual no habrían ganado un concurso de belleza, porque no tienen una belleza canónica, pero definitivamente han ganado el concurso de la vida, porque tienen todos los mecanismos de defensa que puedas imaginar para sobrevivir a muchas cosas”.
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