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Empresas, profesionales y particulares en la economía colaborativa

La diferenciación entre profesional y amateur es importante porque aclara quién debe someterse a la normativa aplicable a los profesionales autónomos

Uno de los aspectos más controvertidos en la economía colaborativa es el referido al estatus de los que ofrecen servicios (usando, por ejemplo, plataformas como Airbnb, Uber, Upwork o TaskRabbit) y, en algunos casos, productos (usando plataformas como Etsy). La idea inicial, e incluida en las primeras definiciones sobre economía colaborativa como la de Botsman y Rogers (2011), es que son personas que tienen recursos ociosos y que encuentran en la economía colaborativa la oportunidad de da...

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Uno de los aspectos más controvertidos en la economía colaborativa es el referido al estatus de los que ofrecen servicios (usando, por ejemplo, plataformas como Airbnb, Uber, Upwork o TaskRabbit) y, en algunos casos, productos (usando plataformas como Etsy). La idea inicial, e incluida en las primeras definiciones sobre economía colaborativa como la de Botsman y Rogers (2011), es que son personas que tienen recursos ociosos y que encuentran en la economía colaborativa la oportunidad de darles un uso a cambio de dinero, de otro servicio o de nada. O sea, en esta concepción original se entendía que estas personas estaban lejos de ser considerados trabajadores.

De forma similar, el informe del Comité de las Regiones de la Unión Europea de diciembre 2015 habla de "agente" cuando menciona a los que actúan como proveedores en la economía colaborativa. Coincidiendo con estas ideas, algunas plataformas llaman a los que dan servicios con nombres que evitan que se les identifiquen directamente con trabajadores suyos o con profesionales independientes. Por ejemplo, TaskRabbit los llama "taskers", Airbnb y EatWith, "anfitriones", ToursBylocals, "guías" y DogBuddy, "canguros".

Habría que analizar si la regulación actual sobre los autónomos se ajusta a las características de esta nueva forma de trabajar

Actualmente esta cuestión está cambiando significativamente. El informe de la Comisión Europea de junio de 2016, Una Agenda Europea para la economía colaborativa, distingue entre particulares ("pares") y profesionales ("prestadores de servicios profesionales"). De hecho, uno de los documentos encargados para la elaboración de este informe se llama El impacto de la economía colaborativa en el mercado de trabajo. A su vez, el Parlamento Europeo publicó en octubre de 2016 el informe denominado La situación de los trabajadores en la economía colaborativa. Este último, además, distingue entre dos modalidades de trabajo: trabajo físico que necesariamente requiere ser desempeñado en un sitio específico (por ejemplo, transportar a alguien o guiar en una ruta turística, como sucede en los casos de Uber o de ToursByLocals) y trabajo que se realiza de manera no presencial vía Internet (por ejemplo, diseñar una página web o hacer un análisis estadístico, como sucede en los casos de Upwork o de Freelancer). Por todo lo anterior, en estos momentos, es difícil no admitir que una parte de los oferentes en la economía colaborativa pueden ser claramente etiquetados de trabajadores. Así, plataformas como Cronoshare, Etece, Upwork, Freelancer o Mechanical Turk (de Amazon), hablan claramente de profesionales o trabajadores para referirse a las personas que pueden encontrase en sus webs.

No obstante, pueden darse casos de que en una misma plataforma se alojen personas a las que es fácil identificar como trabajadores y otras a las que es posible etiquetar como amateurs. Imaginen los casos de alguien que se ofrece para dar clases particulares solo en el mes de agosto y de quien se ofrece para hacerlo durante todo el año. En este sentido, la Comisión Europea recomienda tener en cuenta los criterios de la frecuencia y de cantidad de ingresos generados para distinguir a un profesional de quien no lo es. La diferenciación formal entre estos roles (profesional versus amateur) en la economía colaborativa, aunque compleja, es importante ya que aclararía quién debe someterse, o no, a la normativa aplicable a los profesionales autónomos. A su vez, el rol de amateur implicaría reconocer un hecho que siempre ha existido pero que, debido a la economía colaborativa, se ha extendido de manera significativa.

Recientemente, algunas plataformas, de forma voluntaria, están distinguiendo entre profesionales y lo que no lo son. ToursByLocals, en los servicios de guía, diferencia entre guías acreditados y los que no tienen tal reconocimiento. Airbnb, en el caso de Ciutat Vella de Barcelona, tiene previsto diferenciar entre particulares (aquellos que solo pueden publicar un anuncio de alquiler) y profesionales (los que publican más de una oferta de alojamiento). Tusclases incluye personas que dan clases particulares y academias. I'm a local, una plataforma de experiencias turísticas recientemente lanzada, distingue ente empresas o profesionales ("productores locales"), guías oficiales, y particulares ("persona del lugar").

A pesar de lo anterior, hay que tener en cuenta que esta diferenciación no tiene mucho sentido en las plataformas que actualmente cuentan con más actividad y que, también, tienen el mayor potencial de crecimiento: aquellas en las que los profesionales trabajan de manera remota y en las que la demanda puede venir de cualquier parte del mundo. Por ejemplo, Freelancer y Upwork anuncian poseer dieciocho millones y doce millones de profesionales, respectivamente (para contextualizar estas cifras tengan en cuenta que, actualmente, Madrid tiene una población ocupada de aproximadamente un millón trescientas mil personas). La especialización de los servicios que se intercambian en estas plataformas, y las exigencias por parte de los demandantes (empresas en su gran mayoría), hace que no tenga demasiada cabida la figura del amateur. No obstante, hay que reconocer que, para los que se inician en las mismas, los ingresos generados pueden ser insuficientes para cubrir costes como aquellos a los que tiene que hacer frente el profesional autónomo en España.

Finalmente, además de clarificar el rol de los que ofrecen algo en la economía colaborativa, creemos que es igualmente importante formar a nuestros jóvenes y profesionales, al objeto de que puedan aprovechar las oportunidades de este mercado laboral. De la misma forma, está pendiente de analizar si la regulación actual, en materia de profesionales autónomos, se ajusta a las características particulares de esta nueva forma de trabajar.

Santiago Melián González es profesor de la facultad de economía de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Jacques Bulchand Gidumal es profesor de las áreas de emprendimiento y turismo de la misma universidad.

Son coautores del libro Una guía para entender la economía colaborativa.

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