La discriminación laboral más allá de la brecha de género y el techo de cristal, con datos

La temporalidad, los cuidados y la precariedad son algunos de los ámbitos en los que desigualdad entre hombres y mujeres sigue pendiente

Las españolas cobran de media un 23% menos que sus compañeros varones y su presencia en los puestos de poder, tanto en el ámbito privado como el público, sigue siendo residual. Estos dos fenómenos, que tienen hasta apodo -brecha salarial y el techo de cristal- se producen en los eslabones más privilegiados de la escala laboral. La ...

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Las españolas cobran de media un 23% menos que sus compañeros varones y su presencia en los puestos de poder, tanto en el ámbito privado como el público, sigue siendo residual. Estos dos fenómenos, que tienen hasta apodo -brecha salarial y el techo de cristal- se producen en los eslabones más privilegiados de la escala laboral. La discriminación contra las mujeres en el trabajo va sin embargo mucho más allá y los datos demuestran que la precariedad se ceba en ellas, no solo con sueldos más bajos, sino con peores condiciones, contratos temporales y trabajos a media jornada. La raíz de todo está en "la división sexual del trabajo, es decir, de que nosotras nos encarguemos de manera prioritaria todavía de los cuidados y del trabajo doméstico no remunerado", según Lina Gálvez, catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad Pablo de Olavide.

1. La mayor brecha de género está en el trabajo no remunerado

Las mujeres dedican más del doble de horas que los hombres al trabajo no remunerado -que suele ser el doméstico- cuando trabajan a media jornada, y casi el doble cuando trabajan a jornada completa. Gálvez, que es también directora del máster de Estudios de Género de la misma universidad, recuerda que ellas se han incorporado al trabajo pero los hombres no se han hecho cargo en la misma proporción del trabajo doméstico. Cuando se suman las labores remuneradas y las que no lo son, se ve que las mujeres acaban trabajando más de una hora al día extra, 8,2 horas a la semana. Con los meses y años, son muchas horas disponibles para ellos que ellas pasan trabajando.

2. Las mujeres se quedan más fuera del mercado laboral

Las mujeres tienen una tasa de actividad más baja que los hombres (46,6%) y una tasa de desempleo mayor que los varones (51,7% frente al 48,3%). La población no activa es por tanto más femenina (58%) que masculina (41,8%), pero hay más mujeres que se han salido del mercado laboral después de haber tenido un trabajo (53,2% frente al 46,8%).

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3. Por qué hay más mujeres inactivas

Al explorar los motivos por los que hombres y mujeres dejan de trabajar y de buscar empleo emerge la evidencia de la que habla Gálvez: ellas siguen más atadas a las tareas de cuidados. Un 6,7%, frente a un 0,6% de hombres, no trabaja porque se ocupa del cuidado de niños, ancianos y personas dependientes. Además, el 18,4% alega “otras obligaciones familiares o personales”. La jubilación, la razón principal para salir del mercado laboral, refleja la brecha de toda una vida: 45% de varones inactivos la disfrutan frente al 19,6% de mujeres.

4. A más formación, más desempleo

La hermana de Ana Botella, concejala del Ayuntamiento de Córdoba, afirmó el pasado 14 de febrero que la causa de la desigualdad laboral entre hombres y mujeres un problema de formación. Se equivoca. Como demuestran estudios recientes (del Observatorio de la Mujer Empresa y Economía, del centro de estudios de economía aplicada (FEDEA), de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), etc.), las mujeres tienen más formación pero sufren más el desempleo. Se ve también muy bien en este gráfico, en el que se observa que hay más desempleadas que desempleados a medida que aumenta el nivel de formación, especialmente, desde la educación secundaria. 

5. La precariedad es de género femenino

"Una de las cuestiones más importantes que nos diferencia es la parcialidad de los contratos: casi el 75% son de mujeres, lo cual da una visión del mercado laboral y de cómo acceden a él las mujeres", subraya Cristina Antoñanzas, vicesecretaria general de UGT. Después veremos los motivos, pero ahora merece la pena fijarse en ese dato. También en los más precarios de entre los asalariados precarios: los trabajadores con contrato temporal y jornada a tiempo parcial, de los cuales el 67% son mujeres.

6. Trabajar en precario para poder cuidar

Cuando se pregunta a hombres y mujeres por qué tienen un contrato temporal, las razones son muchas: para poder compaginarlo con los estudios, por enfermedad, porque no se ha encontrado nada mejor y porque sí, porque a algunos les conviene. El cuidado de niños, familiares y dependientes y otras obligaciones personales y familiares son sin embargo eminentemente femeninas. Un 95,2 y un 92,1% de mujeres alega la primera frente al 4,8% y 7,9% de hombres, respectivamente.

7. El círculo vicioso de los cuidados

"Si tienes malas condiciones de trabajo, tu capacidad de negociar tiempos de trabajo en la familia es muy poca. Si alguien se tiene que pedir una excedencia, reducirse la jornada o seguir al otro en un cambio de ciudad, va a ser la mujer. Y se perpetúa esta visión", explica Gálvez de este círculo vicioso que parece eterno, pero que se puede romper, según Antoñanza. "Las medidas de conciliación, que parecían buenas, han perjudicado a la mujer porque potenciaban que saliese del mercado laboral", dice. Para que la mujer permanezca en el trabajo son necesarios más servicios públicos que cubran, entre otros, el cuidado de mayores y de niños de cero a tres años.

8. La profecía autocumplida

Los altos cargos, donde está el poder y se toman decisiones, están copados por hombres. Es el techo de cristal o que las mujeres no se separen del "suelo pegajoso", que se produce como una especie de profecía autocumplida, según Gálvez. Funciona en dos direcciones: "Los estereotipos de género hacen que las mujeres no nos postulemos para determinados ascensos, sectores o puestos porque sabemos que no nos van a coger, y a la vez, esos estereotipos hacen que los empleadores no se lo ofrezcan a mujeres". Se ve muy bien en este gráfico, donde solo el 31,4% de los directores y gerentes son mujeres. Parecería que en el segundo nivel, el de técnicos y profesionales científicos e intelectuales, hay mayoría de mujeres, pero cuando se hace zoom en esa categoría se observa una concentración sobre todo en dos sectores muy feminizados, la enseñanza y la salud.

9.  La segregación que comienza desde la cuna

La feminización y masculinización de algunos sectores tiene que ver, de nuevo, con los estereotipos. Esta segregación no solo no se ha reducido con el paso del tiempo, sino que, según Gálvez, está aumentando en los últimos años en casi todos los países. A datos más micro, más segmentación. Por ejemplo, en la industria agroalimentaria es habitual que las mujeres hagan trabajos más manuales como empaquetado y ellos conduzcan maquinaria. ¿Cómo se ataja? Para que más mujeres entren en ámbitos como la ciencia y la tecnología, pero también en la metalurgia o la construcción, y más hombres se metan en profesiones feminizadas, hace falta un enfoque integral para un cambio social amplio, explica Gálvez. Se necesitan modelos que seguir, hacer cambios en la educación (en la escuela y en familia), reprogramar el ocio infantil, poner en marcha incentivos fiscales y terminar con los estereotipos que también perpetúan los medios y la publicidad.

10. La desigualdad perpetua

La brecha laboral y salarial cobra factura también al final de la vida. Solo un 37,1% de mujeres cobra pensión por jubilación, y las que la tienen, reciben un 62,4% de lo que ganan los hombres de media. "Todo lo que hace que la mujer salga del mercado laboral se refleja en las pensiones", denuncia la vicesecretaria general de UGT, que entre otras medidas, defiende que los permisos que se toman las madres sean retribuidos para que coticen a la Seguridad Social.

11. Las que no están en las estadísticas

Este apartado no tiene gráficos porque no tiene datos oficiales. Son las invisibles, que no aparecen ni siquiera en las estadísticas. Las que trabajan sin contrato, a menudo, como empleadas domésticas y cuidadoras, sin cotizar a la seguridad social, sin una pensión a la vista y sin protección de ningún tipo. Son más vulnerables, además, a los abusos y al acoso sexual.

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