Los conocimientos ancestrales son parte de las respuestas ante las crisis actuales

Si bien las comunidades indígenas han pasado del exterminio y desprecio al reconocimiento de su valor, aún hace falta que de verdad se tenga en cuenta lo que sus enormes saberes pueden aportar a la sociedad

La jefa indígena guaraní Maria Helena Jaxuka, en la tierra indígena Kyringue Arandua, en el municipio de Marica, estado de Río de Janeiro, Brasil, el 29 de julio de 2022.ANDRE BORGES (AFP)

Cada 9 de agosto los Pueblos Indígenas del mundo conmemoran su día internacional reconocido por la Organización de las Naciones Unidas. Aunque los datos estadísticos no son precisos y tienden al subregistro, en el mundo viven alrededor de 500 millones de personas que pertenecen a algunos de los cinco mil pueblos indígenas que existen en el planeta.

En América Latina y el Caribe existen 826 pueblos indígenas, entre los cuales más de 100 son transfronterizos, ya que habitan en al menos dos países y un número mayor de pueblos en aislamiento voluntario, casi todos en la Amazonia. Cerca de 60 millones de indígenas habitan la región y son hablantes de unas 550 lenguas, la mayor parte de ellas en riesgo de extinción por diversas causas.

En esta fecha es bueno recordar que a partir del año 1989, cuando se adoptó el Convenio Internacional del Trabajo 169, seguido luego por la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de 2007, y la Declaración americana sobre la misma materia, en 2016, las comunidades originarias han logrado avanzar notablemente en el reconocimiento de su calidad de sujetos de derechos individuales y colectivos.

En el ámbito regional, la creación del Fondo para el Desarrollo para los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe, que este año 2022 cumple sus primeros 30 años de vida, es sin duda un avance notable, entre otras razones, por el carácter paritario, con participación equitativa de delegaciones nativas y gubernamentales en todos sus espacios de toma de decisiones.

Además, no puede dejar de mencionarse que estos cambios tan positivos en el plano internacional han sido acompañados dentro de varios países por reformas constitucionales, legales e institucionales que han implicado un salto cualitativo en relación con la situación existente algunas décadas atrás.

En términos históricos se ha logrado pasar de la lógica del exterminio, el sometimiento, el desprecio y la negación, al reconocimiento de que las sociedades son multiculturales y que las diversas culturas deben ser respetadas integralmente, avanzando hacia la construcción de sociedades interculturales con relaciones equitativas entres sus integrantes.

Sin embargo, estos reconocimientos, todos ellos producto de las luchas a lo largo y ancho del planeta, no han logrado cambiar la realidad concreta de las personas y comunidades indígenas. En términos generales, están muy lejos de ser consideradas de manera prioritaria por la gran mayoría de los Estados, viven en condiciones de pobreza y tampoco logran los índices de participación social y política previstos por las normas internacionales mencionadas.

Es también necesario profundizar un cambio cultural global que valore en sus justos términos las enormes riquezas y potencialidades de los pueblos indígenas quienes, durante centurias, han conformado un bagaje de conocimientos sostenidos en prácticas concretas que son de enorme utilidad para el conjunto de la sociedad.

Las comunidades indígenas aún están muy lejos de ser consideradas de manera prioritaria por la gran mayoría de los Estados

En el mundo actual, donde nos enfrentamos a crisis superpuestas a consecuencia de un desarrollo social y productivo excluyente, generador de desigualdades y agresor de la naturaleza, los conocimientos tradicionales de las comunidades ancestrales deben ser vistos como parte esencial de las respuestas a los grandes desafíos del presente. Y en especial los saberes de las mujeres, pues ellas son celosas guardianas y trasmisoras de los mismos.

Necesitamos que la construcción y mantenimiento de la paz esté en el centro de la agenda política global. No debemos resignarnos a contemplar muerte y destrucción sin intentar evitarlo, sabiendo, además, que las consecuencias de la guerra terminan golpeando a los más vulnerables tarde o temprano, sin importar dónde se encuentren.

Se trata de lograr acuerdos que permitan que cada cultura que convive en la tierra aporte lo mejor que tiene para torcer el rumbo actual. De ahí que el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas propusiera, en sus sesiones del año 2021, un nuevo contrato social.

Se trata de poner en marcha un amplio diálogo intercultural, una interacción equitativa y horizontal entre las culturas que conviven en el continente, sus expresiones y formas de ver el mundo, incluyendo sinergias entre las innovaciones científicas y los conocimientos tradicionales propios de los pueblos indígenas como herramientas necesarias para entender la realidad y actuar sobre ella.

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