Entre libros y nubes, espacios para la paz en Colombia
Las bibliotecas se han abierto paso como buenas armas para llegar a la ansiada paz; que no es solo el cese de las hostilidades, sino un proceso que ha de contar con inclusión social real, equidad, participación comunitaria y cohesión. Pero, ¿cómo llegar a las comunidades rurales?
En las zonas rurales de Iberoamérica la pobreza suele estar más arraigada y el ejercicio de los derechos, como el acceso a la cultura, presenta más impedimentos, poniéndose en evidencia la brecha en ese ámbito respecto de las zonas urbanas. Esta desigualdad se agrava especialmente cuando la violencia tiene mayor presencia en el medio campesino, como en Colombia, donde la incidencia del conflicto armado y el difícil acceso a estas áreas ha llevado a sus moradores a situaciones críticas de aislamiento.
Todo ello dificulta desarrollar en las veredas (*) más lejanas la oferta institucional del Estado e instalar en esos lugares infraestructuras públicas que generen espacios para la participación comunitaria, el encuentro social y el desarrollo colectivo. De ahí la importancia de abrir nuevos escenarios en zonas de difícil acceso donde las comunidades puedan conectarse positivamente y trabajar por sus territorios.
Tal y como establece la Carta Cultural Iberoamericana, “el ejercicio de la cultura, entendido como una dimensión de la ciudadanía, es un elemento básico para la inclusión y la cohesión social que genera al tiempo confianza y autoestima no solo en los individuos, sino también en las comunidades”. Por tanto, la cultura y el fortalecimiento de la cohesión de las comunidades, a partir del sentido de pertenencia derivado de su propia identidad, son factores estratégicos de desarrollo para la defensa de sus derechos y territorios. Es preciso, entonces, generar espacios para la convergencia social que promuevan la activación de la vida cultural y la puesta en valor de los elementos comunes más esenciales.
En este sentido, la UNESCO considera la biblioteca pública como una fuerza viva para la educación, la cultura y la información y, lo más importante, como un agente esencial para el fomento de la paz y del bienestar espiritual a través del pensamiento de hombres y mujeres.
Colombia ha sabido recoger el guante de la cultura como elemento de cohesión y fundamental para la paz. No en vano, el acceso a la cultura es un derecho ampliamente reconocido en el artículo 70 de su Constitución.
Una de las políticas culturales más idóneas del Gobierno con incidencia en el territorio se implementa a través del programa Bibliotecas Públicas Rurales para la Paz, concebido para favorecer el acceso a la cultura mediante la creación de espacios para la lectura y el desarrollo humano.
La cultura y el fortalecimiento de la cohesión de las comunidades son factores estratégicos de desarrollo para la defensa de los derechos y territorios del ámbito rural
Las librerías rurales se convierten en ejes dinamizadores de la comunidad y en una acertada estrategia para la inclusión social, el fomento y la conservación de expresiones y tradiciones culturales, ampliando así la oferta institucional y eliminando barreras tanto geográficas como sociales. Se pretende contribuir, en los territorios más apartados, a la recuperación del tejido social fracturado por la violencia y al fomento de la reconciliación, la convivencia pacífica y la paz, en coherencia con lo previsto en la Reforma Rural Integral establecida en los Acuerdos de Paz de La Habana (2016).
Dando respuesta a este nuevo reto, el programa, apoyado por la Agencia Española de Cooperación Internacional, plantea adaptar la biblioteca a los diversos contextos territoriales, generando prestaciones y contenidos específicos para cada comunidad según sus intereses y necesidades. Las concibe como un laboratorio de gestión y producción de conocimientos y contenidos propios; como un espacio en el que propiciar el encuentro comunitario y el trabajo colectivo para fortalecer los lazos de confianza y el tejido social de los territorios.
Además, estos espacios de lectura amplían sus brazos y combinan un servicio fijo y una estructura móvil para dar servicio en las veredas aledañas. Y todo esto sin perder la vista del acceso y la producción de contenidos digitales con un criterio de sostenibilidad acorde al medio en el que se mueve.
Se trata de diseñar un modelo de instalación, gestión y funcionamiento de librerías con la calidad y adecuación que requieren las zonas campesinas seleccionadas, a partir de la rehabilitación de espacios con el uso de tecnologías constructivas propias de cada territorio, y la prestación de servicios bibliotecarios. De esta manera se amplía y fortalece la presencia institucional, y se inicia un proceso de transformación en las comunidades a través de los usuarios, desarrollando su potencial para mejorar entornos familiares y vecinales con sus propias acciones e interacciones.
El sistema digital de información denominado “llave del saber” actúa como mecanismo de seguimiento del Programa. Desarrollada por la Biblioteca Nacional de Colombia, la “llave del saber” acumula información detallada sobre los usuarios inscritos en cada centro, del número de visitas a los diferentes servicios y de la participación en las actividades organizadas. La experiencia acumulada y las lecciones aprendidas han permitido finalmente la elaboración de un modelo estandarizado.
El despliegue del nuevo modelo comenzó con dos iniciativas piloto de bibliotecas públicas rurales en sendos territorios afectados por el conflicto armado, a través del mejoramiento de la infraestructura comunitaria y el fortalecimiento del capital social. Esto permitirá la posterior creación de librerías en 150 municipios priorizados para la construcción de la paz en Colombia. La intencionalidad de la iniciativa trasciende así los resultados puntuales, al promover una incidencia estratégica territorial a escala nacional.
La UNESCO considera la biblioteca pública como una fuerza viva para la educación, la cultura y la información, como un agente esencial para el fomento de la paz
Los municipios seleccionados para la experiencia fueron identificados en el marco del posconflicto y en departamentos priorizados por la Cooperación Española. Finalmente, los beneficiarios elegidos fueron los habitantes de dos zonas: el corregimiento de Cuatro Esquinas, en el municipio El Tambo (Cauca) y el corregimiento de Chuguldí, en el municipio de Samaniego (Nariño). También fueron incluidos los usuarios de las veredas vecinas que reciben servicios por medio de programas de extensión y ampliación de cobertura. Ambos municipios hacen parte de una región con abundantes recursos naturales y saberes tradicionales, pero de difícil accesibilidad y fuerte afectación por el conflicto armado.
El arduo recorrido por tortuosos caminos hasta llegar a los corregimientos quedó perfectamente descrito durante uno de los viajes de seguimiento institucional, cuando el conductor del vehículo preguntó dónde quedaba Chuguldí y un amable paisano, señalando la cima de una montaña, contestó: “allá arriba, donde están las nubes”.
(*) Vereda es un término usado en Colombia para definir un tipo de subdivisión territorial de los diferentes municipios del país. Las veredas comprenden principalmente zonas rurales y se agrupan en corregimientos. En el país pueden contarse unas 30.000 veredas, que albergan la cuarta parte de la población nacional.
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