La rumba congolesa, por fin, patrimonio cultural inmaterial de la humanidad
Así lo acaba de declarar la Unesco. Un merecido reconocimiento a la popular, variada y rica música nacida entre las dos orillas del río Congo que ha traspasado fronteras y sobrevivido a las modas
La rumba congolesa acaba de ser incluida por la Unesco en la lista del Patrimonio Cultural inmaterial de la Humanidad, este martes 14 de diciembre de 2021. Una buena noticia y un merecido reconocimiento de la popular, variada y rica música nacida entre las dos orillas del río Congo y que ha traspasado fronteras y sobrevivido a las modas.
“Se considera una parte esencial y representativa de la identidad de los congoleños y sus poblaciones de la diáspora. También permite la transmisión de los valores sociales y culturales de la región, pero igualmente la promoción de la cohesión social, intergeneracional y solidaria “, dice la Unesco.
La rumba congolesa es una música urbana por excelencia ligada a la fiesta y la celebración de cualquier situación vital. “La rumba es callejera. Música que rima con alegría y euforia. Fue inventada para ser escuchada y bailada por muchos. La rumba zairense no es música de cámara” afirma el escritor congoleño Fiston Mwanza Mujila en su última obra La danse du vilain, ganadora del premio Les Afriques 2021 otorgado el pasado 10 de diciembre en Dakar.
La rumba congolesa es una música urbana por excelencia ligada a la fiesta y la celebración de cualquier situación vital
Este ritmo se desarrolló a la par en las dos capitales más cercanas entre sí en todo el mundo, Léopoldville (ahora Kinshasa) y Brazzaville. Separadas solo por el río Congo. A partir de los años cuarenta del siglo pasado, estas dos metrópolis fueron el centro de una gran revolución.
Hasta el puerto de Matadi, el principal de lo que entonces era el Congo belga, llegaban barcos en los que trabajaban marineros cubanos y de otros países caribeños. Al igual que sucedió antes en otras partes del continente (caso de la música palwine de Sierra Leona, por ejemplo), viajaban con sus instrumentos y, también, con sus discos. En busca de un poco de dinero extra, durante la espera en el puerto para descargar y cargar las naves, hacían pagar a los habitantes de la zona por escuchar en sus fonógrafos las grabaciones de 78 revoluciones que les acompañaban. Era una música que gustaba porque resultaba familiar tanto a los locales como a las muchas personas que habían migrado hasta allí en busca de trabajo. No en vano, aquellos ritmos cubanos y caribeños salieron del continente siglos antes de la mano de las personas esclavizadas y tras mezclarse por el camino con nuevos sonidos, regresaban de nuevo a él.
Pero hubo otro elemento que contribuyó definitivamente a la difusión de esas músicas: la radio. A partir de mayo de 1943, Radio Congo belga empezó a emitir esos mismos ritmos que muy pronto fueron apropiados por los músicos locales que los fusionaban con sonidos autóctonos. De esa mezcla nació la rumba congolesa. Septeto Habanero y Trío Matamoros fueron de los grupos más demandados en aquel entonces.
La nueva moda pronto encontró la complicidad de Radio Brazzaville y Radio Congolia. Estas tres emisoras ayudaron también de forma significativa a la expansión de las nuevas músicas que surgían en las dos orillas del río Congo como resultado de la mezcla entre los ritmos locales y los llegados del Caribe. Este fenómeno permitió la aparición de grupos y de estudios de grabación.
En Brazzaville Paul Kamba y su orquesta Victoria Braza fue uno de los primeros en hacer bailar a sus vecinos con este nuevo sonido. Mientras, en Léopoldville se estableció la primera discográfica del continente. Los belgas, menos rígidos en sus leyes que los franceses, permitieron que se grabaran músicas locales y populares. Fue el comerciante griego, Nico Jéronimidis el que fundó el sello Ngoma (tambor en kikongo) en 1947, según cuenta Florent Mazzoleni en L’épopée de la musique africaine. Un año más tarde dos belgas crean otra, Olympia. Los discos, unidos a las emisiones radiofónicas consiguieron que la rumba congolesa pronto llegase a todo el mundo.
Uno de los primeros en registrar una pieza con este nuevo sonido, fue Antoine Wendo Kolosoy, luego conocido como Papa Wendo. Aquel tema fue Marie Louise. Un título compuesto junto al guitarrista Henri Bowane y no exento de polémica. Se trata de un diálogo entre Wendo y Henri sobre la búsqueda de una chica por parte del primero que no tiene éxito debido a la riqueza del segundo. Una canción cargada de insinuaciones sexuales que molestaron a las autoridades de la época. Las políticas expulsaron a Wendo de Léopoldville y las religiosas –que llegaron a afirmar que aquel tema era satánico– le excomulgaron de la Iglesia católica. Tanto unas como otras no podían soportar la revolución cultural y moral que las nuevas músicas traían aparejadas.
Marie Louise fue el primer gran éxito conocido de rumba congolesa y pronto se escuchó por todo África Occidental. En él aparece por primera vez una parte instrumental improvisada con la guitarra. Eso es lo que se conoce como sebene. Un intermedio que sirve para que los bailarines muestren sus dotes y se exhiban. El sebene se convirtió rápidamente en la piedra angular de la música congoleña, sin él la rumba no sería lo mismo.
Rápidamente, se sucedieron las discográficas y los artistas y la rumba congolesa creció. Sin embargo, nadie sintetizó mejor la fusión cubana y africana que Joseph Kabasele, “Grand Kalle”. Este artista debutó en 1949 con la orquesta Tendace congolaise de George Doula. En 1953 formó su propia orquesta, African Jazz. Desde entonces nadie le ha quitado el trono aunque muchos lo hayan intentado. Aquí podemos gustar del tema Parafifi.
Otros grandes nombres han contribuido a la formación y popularización de este ritmo, como Franco, Tabu Ley Rochereau, Dr. Nico Kasanda o Pepe Kalle, entre otros. Tan importante como los cantantes son las bandas sin las cuales la rumba no es nada: TP OK Jazz, Bella Bella, Lipua-Lipua, por ejemplo.
Más tarde, tras la independencia de la República Democrática del Congo y la llegada de Mobutu Sese Seko al poder la rumba adquirió un fuerte significado político. El dictador comprendió rápidamente su importancia para transmitir mensajes a un pueblo mayoritariamente dependiente de la tradición oral. Y a pesar del intento de manipulación, la rumba ha sobrevivido y ha seguido acompañando alegrías y penas.
En los últimos años, vive un nuevo esplendor. E independientemente de su utilización política, no cabe duda que es una de los mejores ritmos para relajarse mientras se toman unas cervezas en un maquis. Fiston Mwanza Mujila lo tiene claro:
-”Ella le debe todo a la cerveza. Sin cerveza, la rumba solo sería una siniestra música de luto ...
-La cerveza y la rumba son hermanas gemelas ...
-La cerveza es su hermana mayor. Existió antes de la rumba”.
Entre los artistas de rumba actuales destaca el que fuera miembro de la banda de Papa Wenba, Koffi Olomide, del que podemos escuchar Papa Ngwasuma:
Igualmente, Fally Ipupa, que fue descubierto por Koffi Olomide y formó parte de su banda es uno de los nombres más populares de este género hoy. De él escuchamos Nzoto:
Por todo lo que ha significado y sigue significando, por todo lo que ha aportado y sigue aportando a la cultura y la fiesta, la rumba congolesa merecía este gran reconocimiento.