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10.000 millones de euros para luchar contra el VIH, malaria y tuberculosis en un mundo en crisis

El Fondo Mundial, punta de lanza en la lucha contra estas tres epidemias, no logra su objetivo financiero en un momento de recortes, en el que países como Estados Unidos, Reino Unido o Alemania rebajan sus aportaciones

“Tenemos que demostrar que la solidaridad y la acción colectiva pueden más que la división”. Fueron las palabras del presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, anfitrión de la reunión del Fondo Mundial celebrada el viernes en Johannesburgo, en la que se anunciaron los fondos con los que contará la entidad durante el periodo 2027-2029 para doblegar la malaria, la tuberculosis y el sida.

Ante él, en una sala repleta, le escuchaban jefes de gobierno y ministros de numerosos países donantes, representantes del sector privado, de instituciones multilaterales y de organizaciones filantrópicas. Todos ellos se comprometieron a aportar un total de 11.340 millones de dólares (9.852 millones de euros).

En una época de importantes recortes en cooperación, en la que el multilateralismo vive horas bajas, es una cifra importante, pero la meta del Fondo Mundial eran 18.000 millones de dólares (15.600 millones de euros) para salvar 23 millones de vidas entre 2027 y 2029 y reducir la tasa de mortalidad de las tres enfermedades en un 64% hasta 2029 respecto a los niveles de 2023. Es decir, pasar de 2,3 millones de decesos en 2023 a 920.000 en 2029.

“Estamos agradecidos, porque es un resultado fuerte en un contexto complicado. Además, no es un resultado definitivo porque hay donantes claves que no han podido anunciar su cifra hoy”, dijo a este periódico Françoise Vanni, directora de Relaciones Exteriores y Comunicación del Fondo Mundial. “Nuestra ambición sigue siendo la misma. Sabemos qué necesitamos para lograr lo que queremos lograr”, agregó la responsable.

Estas reducciones no son una sorpresa en el contexto actual, pero lo positivo es que ningún donante se está yendo, que siguen comprometidos en invertir en salud dentro de un multilateralismo que funciona
Françoise Vanni, Fondo Mundial

El Fondo Mundial, creado en 2002, es el mayor proveedor multilateral de fondos para ayudar a los países a reducir el impacto del sida, la tuberculosis y la malaria. Los programas de salud que ha respaldado han logrado salvar 70 millones de vidas y reducir en un 63% la tasa de mortalidad combinada de las tres dolencias.

En la reposición de fondos anterior, en 2022, la institución logró recaudar la cifra récord de 15.700 millones de dólares. Pero el mundo hoy es otro. Los recortes de los fondos de ayuda al desarrollo decretados abruptamente por Estados Unidos, pero también por otros países como Alemania, Reino Unido o Francia, agrietan los avances de los últimos años y alejan el objetivo de la ONU de “poner fin a epidemias como el VIH, la tuberculosis y la malaria” en 2030.

“Elijamos la solidaridad en lugar del abandono. Elijamos la acción en lugar de la complacencia. Y no nos detengamos ante nada para construir un mundo más seguro, saludable y justo para todos“, pidió Amina Mohammed, vicesecretaria general de la ONU el viernes.

Responsabilidad compartida

Las enfermedades no conocen fronteras ni necesitan visados para saltar de un país a otro, recordaron los presentes en Johannesburgo. Doblegarlas es, por tanto, una “responsabilidad compartida” y también una inversión. Amina Mohammed recordó, por ejemplo, que cada dólar invertido en salud global produce un retorno de 19.

Peter Sands, director ejecutivo del Fondo Mundial, pidió “audacia” en un momento en el que los fondos se reducen y mencionó la necesidad de transformar la arquitectura sanitaria mundial para mejorar una organización demasiado fragmentada, donde demasiadas entidades se superponen. “Si el sistema sigue siendo el mismo dentro de tres años, significará que habremos fracasado”.

Por su parte, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), insistió en que “los países necesitan un acompañamiento en su transición hacia la autosuficiencia” sanitaria.

Los países necesitan un acompañamiento en su transición hacia la autosuficiencia sanitaria
Tedros Adhanom Ghebreyesus, OMS

Al Fondo Mundial contribuyen con cantidades importantes países como Canadá, Suecia o Noruega, pero también destacan los esfuerzos de países del Sur Global, como Costa de Marfil, Nigeria o Namibia. “Es una cuestión de solidaridad global”, destacó el Gobierno de Namibia, un Estado de ingresos bajos, al anunciar que aportarán un millón de dólares a la entidad.

Estados Unidos, principal donante del Fondo Mundial, anunció el viernes una aportación de 4.600 millones de dólares, inferior a los 6.000 del periodo anterior. Jeremy Lewin, Subsecretario de Asistencia Exterior, Asuntos Humanitarios, recordó que el país está “reevaluando” su apoyo a todas las organizaciones y repartiendo recursos de manera más “prudente”, y que cada dólar del contribuyente estadounidense debe justificarse.

Además, Reino Unido anunció una aportación de 1.100 millones de dólares (un 15% inferior a la de hace tres años) y Alemania otorgará 1.100 millones frente a los 1.300 de 2022.

“Estas reducciones no son una sorpresa en el contexto actual, pero lo positivo es que ningún donante se está yendo, que siguen comprometidos en invertir en salud dentro de un multilateralismo que funciona”, dijo Vanni.

En el caso de España, que también contribuye al Fondo Mundial, el pasado junio, el Gobierno anunció que aportaría 145 millones de euros, cifra que representa un aumento del 11% con respecto al anterior periodo.

“España fue uno de los primeros que se lanzó y anunció su contribución y yo creo que eso marcó a otros donantes, que le imitaron y también aumentaron sus aportaciones”, estimó Vanni.

Las cifran hablan por sí solas de los logros conseguidos gracias al multilateralismo en salud. En 2024, el 79% de las personas que vivían con el VIH (unos 40 millones en todo el mundo) recibían terapia antirretroviral, frente al 22% en 2010. La cobertura del tratamiento contra la tuberculosis alcanzó el 75% en 2023, su nivel más alto hasta la fecha y el porcentaje de la población con acceso a mosquiteras impregnadas con insecticidas de larga duración alcanzó el 61% en 2023, frente al 29% en 2010.

Países como Zambia, por ejemplo, tenían en 2002 una esperanza de vida de 43 años y en 2021 había aumentado a 58, gracias principalmente al descenso de las muertes por sida, tuberculosis y malaria, según la entidad.

“En los años venideros podremos controlar o erradicar algunas de estas enfermedades. No hay mejor inversión”, dijo Bill Gates, cuya Fundación, mayor donante privado del Fondo Mundial, contribuirá con 912 millones de dólares.

Sin vacunas, diagnósticos o cribados

El esfuerzo financiero colectivo también permite poner en práctica en países de escasos recursos los últimos avances de la medicina. “Vengo de Esuatini, donde esta semana asistimos a la primera entrega de dosis de lenacapavir”, celebró Peter Sands, refiriéndose al revolucionario inyectable recientemente aprobado que ofrece una eficacia cercana al 100% en la prevención del VIH.

El Fondo Mundial logró un acuerdo con el estadounidense Gilead, fabricante de este medicamento para distribuir dos millones de dosis en países de bajos ingresos, y anunció en julio que empezaría a repartirlo en al menos un país africano antes de fin de año.

Pero en el otro lado de la balanza, los recortes de fondos provocan otro tipo de imágenes: consultorios cerrados, desaparición de cribados, carencia de tratamientos o de vacunas.

Hay países que han perdido de la noche a la mañana 70% la financiación. ¿Cuál es el plan B? Pues priorizar, decidir qué hago y que dejo de hacer. Poner parches. Y eso causa mucho pesimismo
José Domínguez, investigador en tuberculosis

En países de África, esta ausencia de fondos ya provoca decisiones muy dolorosas. José Domínguez, experto en tuberculosis e investigador de la Fundació Institut d’Investigació en Ciències de la Salut Germans Trias i Pujol (IGTP), de Barcelona, subraya por ejemplo que hay Estados con gran dependencia de estos recursos externos “donde hay un determinado número de pruebas y se decide a quién hacérsela y a quién no”. “Está ocurriendo en Nigeria, por ejemplo”, dice, en una entrevista con este periódico desde Copenhague, donde se ha celebrado esta semana la mayor conferencia anual sobre tuberculosis, auspiciada por The Union.

El investigador recuerda que el problema de estos recortes de fondos es la forma abrupta en la que se han realizado, dejando a los países sin margen de maniobra para prepararse y la incertidumbre de cuánto van a durar. “Hay países que han perdido de la noche a la mañana 70% la financiación. ¿Cuál es el plan B? Pues priorizar, decidir qué hago y que dejo de hacer. Poner parches. Y eso causa mucho pesimismo", estima.

Esta semana, un nuevo estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) previó que 22,6 millones de personas morirán de aquí a 2030 si se mantiene la brusca disminución de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD).

Un estudio también presentado esta semana en Dinamarca durante la conferencia de tuberculosis calculó que en 26 países con una alta carga en la enfermedad, estos recortes de fondos podrían provocar más de 2,2 millones de muertes en los próximos cinco años.

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