Las mujeres saharauis que luchan contra las minas antipersona en el desierto: “Seguiremos desminando nuestras tierras”
El cortometraje `Disonancia’, de la directora Raquel Larrosa, cuenta la historia de SMAWT, un grupo integrado solo por mujeres, que buscaba explosivos enterrados en el Sáhara Occidental hasta que se reactivó el conflicto en 2020
Las escenas del cortometraje Disonancia, que acaba de ser presentado en Madrid, muestran un muro de más de 2.700 kilómetros construido por Marruecos en los ochenta para prohibir el paso y mantener su control en el Sáhara Occidental. También enseñan el desierto, repleto de minas antipersona ocultas en la arena. Según el Servicio de Naciones Unidas de Actividades Relativas a las Minas (UNMAS, por sus siglas en inglés), esta es una de las zonas del planeta con mayor concentración de explosivos de este tipo.
Pero las imágenes muestran también a tres mujeres, con trajes similares a los de los astronautas, caminando con un aparato que emite un ruido especial, y que se asemeja a los utilizados para encontrar objetos metálicos en las playas. Pero aquí la recompensa es mayor, porque detectar una mina significa salvar vidas.
Tras la invasión marroquí de 1975, una parte del pueblo saharaui fue desplazada y se refugió en campamentos en Tinduf (Argelia), mientras otra permaneció en los territorios ocupados y una tercera se dispersó en la diáspora. En 2019, un año antes de que se reanudara el conflicto que había cesado en 1991, Fatimetu Bucharaya creó SMAWT, un grupo conformado solo por mujeres para detectar minas antipersona y concienciar a sus vecinos sobre su peligro. El corto documental Disonancia (2025), de la directora Raquel Larrosa (Huesca, 34 años), cuenta su historia y también la de Aicha Babait y Ndoruha Farkuh, periodista y arqueóloga respectivamente, que se sumaron al trabajo por falta de oportunidades laborales.
En total, fueron alrededor de ocho mujeres las que conformaron el grupo. “Para ser sincera, la primera vez que me encontré con una mina me asusté, pero al mismo tiempo sentí de verdad algo como felicidad, alegría, al darme cuenta de que había encontrado una mina letal”, cuenta la fundadora de SMAWT en un momento del cortometraje.
Tras conflicto, explican, el grupo ha tenido que cambiar su actividad ya que no es seguro desminar, porque los explosivos están cercanos al muro controlado por soldados y drones marroquíes. Ahora dedican su tiempo a la sensibilización de la comunidad saharaui, enseñando en las escuelas los peligros de las minas o entregando folletos a los conductores que recorren este territorio, considerado por Naciones Unidas como no autónomo (pendiente de descolonización) desde hace medio siglo. Están esperando el cese del conflicto para volver a usar sus trajes: “Seguiremos desminando nuestras tierras, porque son nuestras, y tenemos derecho a vivir aquí”, afirma Bucharaya.
Uno de los objetivos de Larrosa es que su cortometraje cambie la visión de la mujer árabe en los medios de comunicación, que “muchas veces”, opina, “las muestran sin voz”. Ellas fueron las que levantaron el campamento de refugiados hace 50 años y son ellas las que están protegiendo la vida de su comunidad, explica.
La película ha sido ya premiada en los festivales de cine de Huesca y Elche y en el Humans Fest, el Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de Valencia. Tras su estreno en Madrid, a principios de septiembre, Disonancia será presentada en seis festivales españoles, entre ellos el Festival Cine Solidario Guadalajara (FESCIGU) —clasificador para los Goya—, el Menorca Doc Fest y el SOCIALMED Festival dels Drets Humans de Valencia. En el plano internacional, próximamente visitará Irak, Brasil y Canadá.
No es la primera vez que Larrosa aborda el conflicto sarahaui, que comenzó cuando España se retiró de su antigua colonia en plena agonía de la dictadura franquista tras la Marcha Verde, una movilización multitudinaria impulsada por el rey Hasán II, padre del actual rey de Marruecos. Hizo su primer acercamiento con Skeikima (2017), un cortometraje documental que habla de los jóvenes que viven en los territorios ocupados y se ven obligados a estudiar en Marruecos.
Ahora, con Disonancia, habla del mismo conflicto, pero las cosas han cambiado. Si la anterior película la rodó “medio camuflada” y sin los permisos necesarios para grabar, esta la hizo con todas las autorizaciones pertinentes.
Tras años de idas y venidas hacia los campamentos saharauis, Larrosa ha sido testigo del empeoramiento de las condiciones de vida en Tinduf. “En cada viaje que he ido haciendo, que han sido varios durante muchos años, siempre me decía ‘no puede ir peor’, pero desgraciadamente siempre va a peor”, explica. Más allá de la presencia de las minas, los problemas se multiplican con la disminución de ayuda humanitaria, el hambre, la falta de trabajo, el empeoramiento de salud de niños y mujeres embarazadas o la separación de familias. “[Los campamentos] no dejan de ser lugares que dependen de una ayuda exterior que se va a acabar”, asevera.
Según el informe del Plan de Respuesta para los Refugiados Saharauis (SRRP, por sus siglas en inglés), publicado en mayo, en 2024 la situación general de inseguridad alimentaria en los campamentos empeoró respecto a 2018, pasando del 1,5% al 6,5%. Además, debido a la reducción del 30% en las raciones de alimentos, “el 90% de los hogares se han visto obligados a reducir las raciones de comida, omitir comidas, vender bienes esenciales o endeudarse”. El SRRP estima que se necesitan 103,9 millones de dólares (casi 88 millones de euros) para atender las necesidades prioritarias de los refugiados saharauis en 2025, “en el contexto de uno de los períodos de mayor escasez de fondos que se recuerdan”.
La directora tiene esperanza de que proyectos como el suyo o como SMAWT remuevan lo necesario para cambiar la situación cuando la política “se estanca”. Larrosa explica que, con los años, se ha dado cuenta de que el conflicto del Sáhara es un gran desconocido para muchas personas y es “ahí donde hay que trabajar, sensibilizar y llegar con el cine”.