La guerra en Sudán dispara las violaciones contra niños, algunos de tan solo un año
Unicef ha documentado más de 200 agresiones contra menores, pero se cree que la cifra real es muy superior. Las personas desplazadas son especialmente vulnerables y a menudo los ataques se silencian debido al estigma y la falta de servicios de atención
En la larga lista de abusos que se han cometido contra la población civil desde el comienzo de la guerra civil en Sudán, hace casi dos años, todavía quedan muchas zonas grises que no se han podido documentar lo suficiente como para conocer la magnitud de la tragedia. Uno de los ámbitos sobre los que menos información trasciende, en parte por su estigma social, la falta de servicios y el temor al ostracismo y a las represalias, es la violencia sexual, sobre todo las violaciones. Y la situación es particularmente delicada cuando las víctimas son niños.
Un informe publicado este martes por Unicef arroja nueva luz sobre esta crisis. Desde el inicio de 2024, un poco antes de que estallara la guerra, han documentado 221 violaciones contra niños, incluidos cuatro de solo un año de edad y otros 12 también menores de cinco. Del total de supervivientes, dos terceras partes son niñas y el resto son niños, y a ellos se suman 77 casos de agresión sexual más, sobre todo intentos de violación. Los datos recabados por la agencia de las Naciones Unidas para la infancia fueron recopilados por proveedores de servicios a víctimas.
Sulaima Ishaq, la directora de la Unidad de Lucha contra la Violencia contra la Mujer, afiliada al ministerio de Asuntos Sociales de Sudán, asegura por su parte que en su oficina han documentado 193 violaciones contra menores de 15 años desde el comienzo del conflicto, a menudo en el seno de matrimonios forzados, que afectan en su gran mayoría a niñas menores. No está directamente claro si algunos de sus casos coinciden con los recabados por Unicef.
“La violencia sexual contra niños es una crisis abierta y en desarrollo de la que, hasta ahora, desconocemos su magnitud, pero definitivamente es algo que merece mucha más atención”, constata Hala al Karib, directora regional de la Iniciativa Estratégica para las Mujeres en el Cuerno de África (SIHA), una de las organizaciones con mayor presencia y red en Sudán que también ha documentado numerosas violaciones contra menores desde el inicio de la guerra.
Desde el inicio de 2024, un poco antes de que estallara la guerra, Unicef ha documentado 221 violaciones contra niños, incluidos cuatro de solo un año de edad y otros 12 también menores de cinco
Ishaq señala que las violaciones de niños se enmarcan en un uso más extendido y sistemático de la violencia sexual como arma de guerra en el conflicto bélico del país, sobre todo por parte de las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido. “La superviviente más joven [que hemos documentado] tiene 7 años y la mayor 76, así que no hay un patrón. Con el uso de la violencia sexual como arma de guerra se trata de atacar a mujeres independientemente de su edad y su condición social; no importa. Se trata de deshumanizar a comunidades y humillarlas”, señala.
Las 221 violaciones de menores registradas por Unicef tuvieron lugar en nueve Estados de Sudán, lo que sugiere que se trata de abusos extendidos. Se produjeron, además, en contextos muy diversos: durante invasiones de ciudades y asaltos a viviendas, en los que es frecuente que las violaciones se cometan delante de familiares de la víctima, o mientras los menores huían de la violencia o realizaban actividades cotidianas, como ir al mercado. Estos abusos se han documentado igualmente mientras los niños eran retenidos en casa o en centros de detención, así como a cambio de recibir suministros esenciales, por ejemplo comida.
El informe de Unicef subraya, además, que los desplazados internos, sobre todo las mujeres y niñas, están particularmente expuestos a sufrir violaciones en lugares donde buscan refugio y dentro de las comunidades de acogida, por las condiciones de hacinamiento, hallarse solos y tener que moverse constantemente para conseguir agua, comida o encontrar puntos de aseo. Su vulnerabilidad también es explotada por personas que les exigen sexo a cambio de refugio o suministros. A raíz de la guerra, Sudán es el país con más desplazados internos del mundo, con más de ocho millones de personas que se han visto obligadas a salir de sus hogares.
Ishaq coincide en que muchos de estos episodios se producen en zonas alejadas del frente y percibidas como seguras, donde muchas mujeres y niñas son víctimas de abusos sexuales y explotación, incluido por parte de familiares. “Por esto también se denuncia tan poco, porque la gente siempre trata de encubrir estas cosas si implican a sus propias familias o a su entorno. Porque [en estas zonas percibidas como seguras] la mayoría de veces las violaciones no las cometen extraños, sino que ocurren dentro de la propia comunidad de acogida”, señala.
Al rechazo familiar y aislamiento social que suele acompañar a las víctimas, especialmente en los casos de mujeres que han quedado embarazadas, se suma el trauma psicológico y a menudo infecciones de transmisión sexual y lesiones graves
Uno de los testimonios recogidos en el informe de Unicef es el de una mujer adulta superviviente de violencia sexual que fue retenida por hombres armados en una habitación junto con otras mujeres y niñas. En su relato, explica que, pasadas las nueve de la noche, un hombre con un látigo abría la puerta del cuarto en el que estaban, seleccionaba a una niña y se la llevaba a otra habitación. Allí la violaban. La mujer recuerda oír a las niñas llorando y gritando, y volver después del amanecer, casi inconscientes, cubiertas de sangre, llorando y hablando de forma incoherente.
Los perpetradores
El análisis de Unicef no detalla ni los lugares de Sudán donde se cometieron las violaciones ni los perpetradores. Pero Al Karib, de SIHA, afirma que, según los datos de su organización, alrededor del 90% de las violaciones, no solamente contra menores, las cometen miembros vinculados a las Fuerzas de Apoyo Rápido. Los casos perpetrados por soldados suponen en torno al 1,5% y sobre el 3% son atribuidos a miembros de grupos armados de Darfur o de un poderoso grupo armado del sur del país, el SPLM-N. En el resto, se desconoce la identidad del violador.
Las cicatrices que deja este tipo de violencia son muy profundas y duraderas. Al rechazo familiar y aislamiento social que suele acompañar a las víctimas, especialmente en los casos de mujeres que han quedado embarazadas, se suma el trauma psicológico y a menudo infecciones de transmisión sexual y lesiones graves, según Unicef. El informe alerta de que, en contextos de fragilidad, como en una guerra, la prevalencia de violaciones y de agresiones sexuales contra menores de edad es alrededor de dos veces superior a la media mundial.
Paralelamente, Ishaq lamenta que este pronunciado aumento de los casos de violencia sexual contra menores desde el inicio de la guerra ha provocado que un sector importante de la gente adopte medidas drásticas que consideran erróneamente de protección, como por ejemplo la mutilación genital femenina (MGF) y el matrimonio infantil. “Hay gente que cree que estas medidas van a dar protección [a las niñas] contra la violencia sexual, y no es el caso”, desliza.
Unicef advierte que los programas para hacer frente a este tipo de violencia en Sudán están alarmantemente infrafinanciados por la comunidad internacional, a pesar de solicitar unos presupuestos más bien bajos. En este sentido, el clúster o grupo de trabajo sobre cuestiones de género en el país necesitaría unos 83 millones de euros durante este 2025 para asistir a más de tres millones de personas, y el que trabaja en temas de infancia presenta cifras similares.
Por su parte, Ishaq asegura que desde su unidad han colaborado con la agencia de la ONU para la infancia para formar grupos de mujeres jóvenes de entre 13 y 16 años encargadas de concienciar sobre violencia, explotación y abuso sexual y trabajar en temas de salud mental dentro de sus comunidades. Afirma que les gustaría ampliar su proyecto, que de momento se ha realizado en un Estado del país. “Invertir en las jóvenes las ayudará y protegerá. Además, ellas también van a concienciar a su comunidad sobre prevención de la MGF y del matrimonio infantil”, confía.