Tejidos africanos frente a togas negras satinadas: el sentimiento anticolonial llega al mundo judicial de Burkina Faso
La junta militar, presidida por Ibrahim Traoré, desecha la tradicional vestimenta de los magistrados, como parte de sus esfuerzos por dejar atrás la herencia francesa y orientarse hacia nuevos aliados como Rusia
Los magistrados de Burkina Faso dejarán en un cajón su toga negra satinada, heredada de Francia, la antigua colonia, y usada desde los años sesenta, y vestirán a partir de ahora un traje tradicional fabricado con algodón cultivado, hilado y teñido localmente. Más barato y más adaptado a los nuevos tiempos que se viven en este país de África occidental, gobernado por una junta militar presidida por el capitán Ibrahim Traoré desde el golpe de Estado perpetrado en 2022.
La decisión, que se enmarca en el empeño de las autoridades de subrayar “la identidad nacional” y dejar atrás la herencia colonial, se tomó en Consejo de Ministros a finales de octubre y el ministro de Justicia, Edasso Rodrigue Bayala, presentó en estos días la nueva vestimenta, fabricada con faso dan fani, que en lengua dioula significa “tejida en la patria”. “Los nuevos trajes para los magistrados son cinco veces menos caros que los importados”, se felicitó Bayala. “Como ustedes saben, nuestro país está comprometido además en un camino de autonomía e independencia reales”, añadió.
Según el Gobierno, “la decisión se tomó de manera participativa” y la introducción del faso dan fani en el mundo judicial se hará por etapas y también afectará a abogados, notarios y ujieres. La promoción de este tejido tradicional, puesta en marcha desde 2023, ya llegó previamente a otros ámbitos, como el educativo, donde es usado profesores e investigadores de las universidades públicas.
Los trajes de los jueces serán más baratos, pero la realidad es que no todo el mundo puede permitirse una vestimenta de faso dan fani. Por ejemplo, una camisa ordinaria de adulto cuesta unos 30.000 francos (45 euros) y tela para confeccionar camisa y pantalón entre 10.000 francos (15 euros) y 15.000 francos (23 euros).
Los nuevos trajes para los magistrados son cinco veces menos caros que los importados. Como ustedes saben, nuestro país está comprometido además en un camino de autonomía e independencia realesEdasso Rodrigue Bayala, ministro de Justicia burkinés
“Tenemos que consumir lo que producimos por el interés de nuestro pueblo”, ha insistido públicamente el primer ministro burkinés, Joachim Kyelem de Tambela. Burkina Faso es un importante productor de algodón, el 15º del mundo, y en 2022, el algodón en bruto fue el segundo producto más exportado de este país, calcula el Observatorio de Complejidad Económica (OEC). La producción de algodón en 2024 ronda las 400.000 toneladas y solo el 3%, unas 10.000 toneladas, se queda en el país, estima un informe del Comité Consultivo Internacional del Algodón (CCIC, según sus siglas en francés) publicado en diciembre de 2023.
Sentimiento antifrancés
Para entender mejor este simbólico cambio de vestimenta de los jueces de Burkina Faso es bueno retroceder hasta el 29 de julio de 1987, a uno de los últimos discursos del capitán Thomas Sankara, conocido como el Ché Guevara africano, que fue presidente de Burkina Faso entre 1983 y 1987: “Burkina Faso ha venido a exponer el algodón producido en Burkina Faso, tejido en Burkina Faso y cosido en Burkina Faso. Mi delegación viste gracias a nuestras tejedoras y cultivadores. No hay un solo hilo que venga de Europa o de América (...) No estoy en un desfile de moda, pero solo quería deciros que tenemos que aceptar vivir como africanos. Es la única forma de vivir libres y dignos”, dijo el líder en Adís Abeba, sede de la antigua Organización de la Unidad Africana (OUA), actual Unión Africana (UA).
Tenemos que consumir lo que producimos por el interés de nuestro puebloJoachim Kyelem de Tambela, primer ministro de Burkina Faso
Sankara fue asesinado en Uagadugú – junto con doce de sus acompañantes – el 15 de octubre de 1987. Ahora ha sido elevado al rango de Héroe de la Nación, sus ideas impregnan los discursos de Traoré y una de las principales arterias de la ciudad, el antiguo Boulevard Charles de Gaulle, se llama Boulevard Thomas Sankara.
Por otra parte, desde que Traoré tomó las riendas de Burkina Faso, el sentimiento antifrancés se ha multiplicado y las relaciones entre los dos países atraviesan una profunda crisis. Traoré ha expulsado tropas francesas desplegadas en su territorio y a diplomáticos enviados por París establecidos en Uagadugú. Medidas semejantes tomaron Malí y Níger, también gobernados por regímenes militares tras los golpes de Estado de los últimos años. Los tres países se retiraron a principios de 2024 de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao), organismo regional formado por 15 naciones y creado en 1975, del que habían sido suspendidos provisionalmente, y se han aproximado a Rusia como su nuevo gran aliado militar.
El uso de las redes sociales, más extendido en las ciudades, ha sido crucial a la hora de alimentar este recelo hacia las antiguas potencias coloniales. “No sé qué significa ser antifrancés”, confiesa a este diario por teléfono un joven burkinés que vive sin teléfono inteligente, sin agua y sin electricidad, en una zona rural de Bobo-Dioulasso, la segunda ciudad del país. “No tenemos nada en contra de los ciudadanos franceses que son amables y nos aprecian. Nosotros también los queremos. El problema, y muy serio, lo tenemos con la política exterior de Francia en África”, afirma, en otro tono, Abdul (nombre ficticio) en un barrio del centro de la localidad.
El movimiento internacional de organizaciones civiles africanas y europeas, Tournons La Page (TLP, Pasemos página), acaba de publicar el estudio ¿Cómo se llama el rechazo de Francia en África?, en el que se concluye que el 80% de los encuestados no considera a Francia un “socio fiable en términos de seguridad”. Los entrevistados citan “el fracaso de la intervención militar en el Sahel”, “la sospecha de una agenda oculta” o el “peso de la historia” para justificar sus respuestas.
“La gente se ha dado cuenta de que Francia ha agravado la situación de inseguridad y han hecho que los burkineses se maten entre ellos”, dice a este diario una joven burkinesa que vive en una región especialmente afectada por el terrorismo yihadista.
En este país, más de dos millones de personas han tenido que huir de sus casas desde 2015, debido a la violencia yihadista, acrecentada por la pobreza extrema y el cambio climático. Casi la mitad del territorio del país está actualmente fuera del control del Estado.
Desde su llegada al poder, Traoré se propuso como gran objetivo luchar contra los yihadistas y recuperar el control sobre todo el territorio nacional. Pero en 2023, hubo en el país al menos 1.907 fallecidos debido al terrorismo, sobre un total mundial de 8.352. Ningún otro país del mundo registró una cifra tan alta, según el Índice de Terrorismo Global publicado por el Instituto para la Economía y la Paz. Todo ello hace también que haya cierto descontento popular hacia las juntas militares en Malí, Burkina Faso y Níger, debido a sus escasas victorias en el campo de batalla y la represión creciente que ejercen contra toda voz disonante.