Nagendramma Nettem, líder campesina: “La gente no ve el suelo como algo vivo, pero yo sí. La tierra tiene ya todo lo que necesita”

Esta agricultora india recibió la semana pasada el premio Gulbenkian a la Humanidad en nombre de un programa estatal de agroecología que ha permitido mejorar la vida de un millón de agricultores y planea expandirse a otros países

Nagendramma Nettem, integrante de un gran programa agroecológico de India, en la Fundacion Calouste Gulbenkian de Lisboa, el 10 de julio de 2024João Henriques ((JOAO HENRIQUES / EL PAÍS ))

Nagendramma Nettem enumera, sonriente, los 12 tipos de semillas que cultiva en sus dos hectáreas de tierra en el pueblo de Ghantapuram, en el sureste de India. Recitadas en idioma telugu suenan casi como una canción. ”Mijo, lentejas, girasol, cacahuete y varias oleaginosas. La idea es que si falla una, por una plaga, una inundación o una sequía, siempre quedan las otras. Resiliencia, resiliencia”, repite, en una entrevista con este diario en Lisboa.

La semana pasada, esta campesina y madre de familia de 38 años cogió el avión por primera vez en su vida para recoger el premio a la Humanidad que otorga anualmente en la capital portuguesa la Fundación Calouste Gulbenkian en nombre del proyecto de agroecología Andhra Pradesh Community Managed Natural Farming (APCNF). Este programa estatal ha logrado desde 2016 que un millón de pequeños agricultores de esta región, angustiados por el cambio climático, adopten un método natural para cultivar la tierra. Mediante el uso de residuos orgánicos, reducción del laboreo, reintroducción de semillas autóctonas y diversificación de cultivos, han logrado aumentar su productividad y han fortalecido el ecosistema.

“La gente no ve el suelo como algo vivo, pero yo sí. En él hay ya todo lo necesario. ¿Quién cuida de los bosques? Nadie, se cuidan solos, ¿verdad? La tierra tiene ya todo lo que necesita”, insiste Nettem, resplandeciente en un sari verde, morado y mostaza. La mujer emana una fuerza y una sabiduría auténticas, que la han convertido hoy en una formadora de otros agricultores y una líder de la comunidad. En un país en el que hay 120 millones de agricultores, el programa del que forma parte aspira a llegar a ocho millones de agricultores en los próximos 10 años y también va a empezar a expandirse fuera de India. El millón de dólares del premio Gulbenkian se lo repartirán a partes iguales con el edafólogo Rattan Lal y la iniciativa egipcia SEKEM, también pioneros en agricultura sostenible.

Pregunta. Vive en una región castigada sobre todo por la sequía. ¿La alternativa era cambiar de forma de cultivar o migrar?

Respuesta. Tal vez no para mí, pero para mis hijos sí. Los jóvenes del pueblo no ven la agricultura como una forma de vida próspera, pero desde que este proyecto de agricultura natural comenzó a implantarse hemos comprobado que los campos son más productivos y resistentes y nuestra esperanza es que los jóvenes se queden y sigan cultivando la tierra. Sé que lo vamos a lograr.

P. ¿Le costó empezar de cero y reaprender a cultivar?

R. Mi pueblo está en uno de los distritos más alejados de Andhra Pradesh. Cultivaba una huerta de 800 metros cuadrados y, al igual que mis vecinos, dependía del agua de lluvia. Las cosas no iban bien. Estábamos sufriendo constantemente sequías fuertes y a veces inundaciones. Las mujeres del pueblo estábamos ya organizadas desde hacía años para ayudarnos entre nosotras y un día llegaron al pueblo un grupo de personas y nos explicaron que podía haber otra forma de relacionarnos con nuestra tierra. Nos aseguraron que nuestros costes se reducirían, la producción aumentaría y sentiríamos rápidamente los efectos positivos en nuestra salud y en el ecosistema.

P. ¿La convencieron?

R. Bueno, pensé que por qué no intentarlo. No conseguía salir de ese círculo de pérdidas y me dije que igual podría cambiar algunas cosas. Lo que terminó de convencerme fueron los argumentos con respecto a la salud. Mi hija mayor, que tenía 11 años en ese momento, tenía un problema de baja hemoglobina en la sangre y también estaba perdiendo progresivamente la vista. Lo hice por ella, sobre todo. Fue un proceso lento, había que limpiar el suelo y necesitamos orientación y formación para hacerlo. En cuanto empezamos a consumir las verduras producidas de forma natural, comencé a sentir efectos positivos en la salud de mi hija, que hoy se encuentra muy bien.

En India, ya estamos presentes en 12 Estados y fuera de India hemos despertado interés en unos 45 países. Este año vamos a iniciar proyectos y formaciones en Zambia, Ruanda, Indonesia, México, Sri Lanka y Kenia.

P. ¿Otras familias del pueblo han adoptado esta nueva forma de cultivar?

R. Al principio solo unos pocos, pero ahora ya somos más de 100 familias. Algunos hemos ampliado nuestras tierras, yo, por ejemplo, siembro ya en dos hectáreas. Antes solo cultivaba cacahuetes, pero ahora tengo más de 12 variedades diferentes: mijo, lentejas, girasol, cacahuete y varias oleaginosas. La idea es que si falla una, por una plaga, una inundación o una sequía, siempre quedan las otras. Resiliencia, resiliencia.

P. ¿Y ha sido rentable?

R. Claro que sí. Vendo parte de mi producción o la intercambio y eso me ha permitido ampliar la superficie cultivada. Como media, los agricultores del pueblo ganamos un 50% más.

P. Este es un proyecto liderado fundamentalmente por mujeres.

R. En la agricultura natural participan mujeres y hombres, pero es verdad que las mujeres han tomado las riendas del programa en muchos lugares. No es algo que se haya decidido. Ya estábamos a cargo de las tierras antes y lo estamos ahora. Mi marido, por ejemplo, como veía que los campos no daban ganancias, buscó trabajo como conductor. Pero yo seguí adelante. Cuando empecé con la agricultura natural él era muy escéptico, pero ahora ha vuelto a trabajar conmigo. Toda mi familia está implicada en el trabajo de la tierra.

Los suelos resisten ahora a largos periodos de sequía. Aunque no llueva, la cosecha aguanta. Y si hay inundaciones, el agua se filtra, no se estanca, así que el cultivo sigue protegido.

P. ¿Por qué este programa, que aparentemente es tan simple y obvio, es una referencia?

R. Yo creo que justamente por eso, porque es sencillo. Cualquier agricultor en el mundo puede adoptarlo. No dependes de material o de técnicas que vienen de fuera. Todo está disponible en tu pueblo: estiércol y orina del ganado, por ejemplo, usados como fertilizantes, cuestan cero y están ahí al alcance de cualquiera. En resumen, nuestros costes bajaron, los riesgos disminuyeron y los rendimientos aumentaron. ¿Cómo no va a funcionar algo así? Y por encima de todo, es un proyecto vinculado a nuestra tradición, porque antes, el ganado y la agricultura iban de la mano.

P. ¿Cómo hace frente la agricultura natural a los embates climáticos?

R. Los suelos resisten ahora a largos periodos de sequía. Aunque no llueva, la cosecha aguanta. Y si hay inundaciones, el agua se filtra, no se estanca, así que el cultivo sigue protegido. Además, la fisiología de las plantas está transformándose y hay hojas capaces de absorber el agua del aire, como ocurre con los cactus. Por ejemplo, a finales del año pasado tuvimos un ciclón fuerte, el Michaung. Muchas cosechas se echaron a perder por los fuertes vientos, pero nuestros campos sobrevivieron. Es el poder de la armonía con la naturaleza: el tronco de nuestros árboles es más fuerte, las raíces son más profundas.

P. Usted tiene el título de “campeona en agricultura” dentro del programa. ¿Qué significa eso?

R. Ahora formo a otras personas, les acompaño cuando inician el cambio a la agricultura natural. Porque nuestro proyecto se expande. En India, ya estamos presentes en 12 Estados y fuera de India hemos despertado interés en unos 45 países. Este año vamos a iniciar proyectos y formaciones en Zambia, Ruanda, Indonesia, México, Sri Lanka y Kenia.

P. ¿Por qué este premio es importante?

R. Nosotros queremos inspirar a otros y este premio sin duda nos ayudará. Además, el dinero del galardón nos facilitará la expansión a estos seis países en los que hay ya planes de trabajar juntos. Los premios en sí no son importantes, pero sí sus efectos. Ojalá haya muchos agricultores que adopten este método y la madre naturaleza siga fortaleciéndose. Porque es un sistema que funciona. La gente no ve el suelo como algo vivo, pero yo sí. La tierra tiene ya todo lo que necesita. ¿Quién cuida de los bosques? Nadie, se cuidan solos, ¿verdad? Pues en nuestras tierras pasa un poco lo mismo.

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