Yessica Trinidad, activista hondureña: “Vives con la idea de que cualquier día te pueden matar”
La ambientalista presenta en Madrid un informe que recoge los 200 asesinatos a mujeres defensoras de los derechos humanos cometidos entre 2012 y 2023 en Mesoamérica, donde se aglutinan países como México y otros Estados de Centroamérica
La vida de Yessica Trinidad (47 años, Tegucigalpa) puede resumirse como una historia de supervivencia diaria. Trabajadora social de profesión, lleva “desde siempre” vinculada a la defensa de los derechos humanos en su país, Honduras. Allí y en toda Mesoamérica, que abarca países como México y otros centroamericanos como Guatemala, Nicaragua o Costa Rica, las que luchan por los de los derechos de la mujer, de los pueblos indígenas o del medio ambiente conforman un colectivo perseguido y amenazado. Entre 2012 y 2023, asesinaron en esta región latinoamericana a 200 defensoras, 27 de ellas eran hondureñas, según el informe 10+ Años de agresiones contra defensoras de derechos humanos en Mesoamérica realizado por IM-Defensoras y presentado en junio en Madrid. Durante más de 10 años, esta organización de mujeres, a la que pertenece Trinidad, ha documentado 35.077 agresiones contra 8.926 activistas y 953 entidades que trabajan en la defensa de derechos humanos en Mesoamérica, siendo las defensoras del derecho a la verdad, justicia y reparación las más atacadas (23%), seguidas de las que como Trinidad, son garantes de la tierra, el territorio y los bienes naturales (15%).
Pregunta. ¿La han amenazado?
Respuesta. Sí, muchas veces.
P. ¿Por qué?
R. Yo coordino la Red Nacional de Defensoras de los Derechos en Honduras, donde se aglutinan activistas de diferentes partes del país y de diferentes áreas de los derechos humanos. He sido amenazada por posicionarme en contra de la violencia que han recibido otras defensoras o por denunciar y acompañar casos de compañeras agredidas.
Un policía me tiró de unas gradas durante un acto
P. ¿Ha llegado a ser agredida?
R. Sí. En 2016 un policía me tiró de unas gradas durante un acto en el que acompañábamos a una compañera defensora que estaba en medio de un proceso judicial con su agresor. Tengo una lesión cervical a raíz de eso. También han dañado mi coche, le han metido cuchillas en las llantas.
P. ¿Ha denunciado estas agresiones y amenazas?
R. Lo que hacemos es registrarlo. ¿Qué podemos hacer en un sistema donde denuncias y no pasa nada? Cuando me tiraron de la grada, puse la denuncia y no avanzó nada.
P. Entre las 58 defensoras asesinadas entre 2020 y 2022, hay 23 mujeres trans (el 40%), que, además, fueron torturadas.
R. Las compañeras trans afrontan los mayores retos. En Honduras, en los últimos años, nueve han sido asesinadas. Hay mucho odio hacia este colectivo. Son personas vistas por los hombres como que abandonaron el privilegio de ser hombres para convertirse en algo tan despreciable para la sociedad como es ser mujer. Así nos ve la sociedad a las mujeres.
Las mujeres trans son vistas por los hombres como que abandonaron el privilegio de ser hombres para convertirse en algo tan despreciable para la sociedad como es ser mujer
P. ¿Cómo agreden a las activistas en Honduras?
R. La mayoría de las veces los homicidios son en las casas. En ese espacio en el que las compañeras deberían estar seguras. Como pasó con Berta Cáceres, que la mataron en su propia habitación en 2016, un año después de que recibiese el Premio Goldman —el máximo galardón para los medioambientalistas del mudo—. Ella es una de las 200 asesinadas que hemos documentado en el informe. Era una mujer del pueblo indígena lenca y acabaron con su vida porque se opuso a la instalación de una hidroeléctrica. Otras agresiones se dan en manifestaciones, encuentros de mujeres o conferencias de prensa. Y se materializan en violencias físicas, psicológicas o verbales. Las activistas también sufren hostigamiento e intimidación, impidiendo que se sientan seguras para movilizarse u organizarse. Por otro lado, están las amenazas directas o mediante llamadas telefónicas. Casi todas son amenazas de muerte a ellas o a su familia, sobre todo a los hijos. No puedo olvidar las campañas de desprestigio en contra de ellas en sus comunidades, a base de rumores y ridiculización por sus luchas y las maneras en que las realizan. También se ensañan por desprestigiar su sexualidad.
P. ¿Cómo es el momento de enterarse de que una compañera defensora ha sido asesinada?
R. De mucho dolor y de mucho temor. Pero no te sorprende, en el fondo ya sabes que iba a pasar algo y cuando ocurre, eres consciente de que te puede suceder a ti también. Vives con la idea de que cualquier día te pueden matar. Afectamos los intereses de gente que se quiere quedar con tu territorio y que quiere hacer negocios ilegales en él, como ejercer el narcotráfico. Esta situación se agrava cuando eres la líder de algún movimiento o de alguna organización que estorbe.
P. En Mesoamérica, casi la mitad de los agresores (45%) están vinculados al Estado, siendo los cuerpos policiales (22,9%) los que más violencia ejercen, según vuestro informe. ¿Por qué ocurre?
R. Protegen los intereses de los grandes empresarios. Se supone que la policía debería estar al servicio de la población y de proteger la soberanía. Pero en este caso lo que hacen es vincularse con el crimen organizado.
P. Honduras ha estado durante dos legislaturas, de 2014 a 2022, bajo el mandato del conservador Juan Orlando Hernández, recién condenado en Estados Unidos a 45 años de prisión por narcotráfico. Hace dos años, la progresista Xiomara Castro se hizo con la presidencia del país, pero aun así la incidencia de la violencia contra las defensoras de derechos es mayor cada año. ¿Esperaban que cambiaran las cosas?
R. Con el nuevo Gobierno progresista mucha gente tenía esperanza de que las cosas cambiaran. Se esperaba que se deshicieran legislaciones retrógradas, como lo es la que impone el Consejo Nacional de Defensa y Seguridad, una instancia por encima de los tres poderes —Ejecutivo, Legislativo y Judicial—. No hay independencia entre poderes, por eso hay tanta corrupción y los niveles de impunidad a los agresores de las activistas son tan elevados.
P. Como activista agredida, ¿qué le pide a las autoridades hondureñas?
R. Se dan muchos desplazamientos internos en un contexto de despojo del territorio a través de la creación de la Comisión de Seguridad y Acceso a la Tierra, que ha venido a legalizar desalojos, sin realizar investigaciones sobre la titulación de las tierras. En ocasiones trazan acuerdos con empresas y terratenientes que intentan apoderarse de terrenos ilegalmente. Para evitar injusticias como esta pido, entre otros, desmilitarizar y transformar las estrategias de seguridad para las activistas, implementar medidas que garanticen la protección integral de los derechos humanos o que las consultas previas con los pueblos indígenas sean en sus territorios.
Mi familia respeta lo que hago pero no ha sido fácil. Por muchos años fui mala mamá por dejar a mis hijos al cuidado de otros porque yo tenía que trabajar
P. ¿Su familia la ha apoyado en su labor como defensora de los derechos humanos y feminista?
R. A día de hoy mi familia respeta lo que hago, pero no ha sido fácil. Por muchos años fui mala mamá por dejar a mis hijos al cuidado de otros porque yo tenía que trabajar o porque me los llevaba a movilizaciones y según ellos, los ponía en peligro. No están de acuerdo, pero terminan por aceptarlo. Siempre he tenido claro en lo que me quería convertir, de hecho me separé de mi expareja porque no me apoyaba. Una termina por poner sus límites. Generalmente, a los hombres no les gusta que las mujeres luchemos por nuestros derechos o que participemos en la toma de decisiones porque les da miedo perder el poder. Creo que piensan que si llegamos al poder vamos a ejercer la misma violencia que ellos han ejercido con nosotras.
P. Comenta que la han acusado de ser mala madre por su trabajo. ¿Cómo es la relación con sus hijos?
R. Tengo un hijo de 24 años y otro de 21, y puedo decir orgullosa que le he quitado dos hombres al patriarcado. Durante estos más de 20 años he hecho un trabajo por cambiar su forma de ver el mundo y de relacionarse con las mujeres.
P. Si alguna vez usted y sus hijos se ven en peligro, ¿dejará Honduras?
R. No te puedo decir que me voy a quedar para que me maten porque yo no quiero que me asesinen. Pero voy a hacer lo imposible por quedarme. Si yo me voy, se van a ir otras y el país se va a ir despoblando. En Honduras muchas comunidades están vaciadas por la violencia y el empobrecimiento.
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