Omar cierra los ojos para seguir viendo a sus padres muertos en la guerra de Gaza

Un millón de niños necesitan apoyo psicológico tras ocho meses de guerra, en los que han fallecido unos 15.000 menores en ataques israelíes, según las autoridades de la Franja

Un niño palestino herido recibe atención médica en el hospital Al Aqsa, en la ciudad de Deir el Balah, después de un bombardeo israelí, el 8 de junio de 2024Doaa Rouqa (REUTERS)

Omar tiene nueve años. Su padre, su madre y su hermano gemelo murieron en un bombardeo israelí y ahora vive con su tía en el sur de Gaza. “El chico cerraba los ojos durante largos momentos cuando me contaba todo esto”, explica a este diario James Elder, portavoz de Unicef, que está actualmente en la Franja. “Pregunté por qué y su tía me dijo que a Omar le aterrorizaba que la imagen de sus padres y de su hermano desapareciera de su mente, como ha ocurrido en la vida real. Cerraba los ojos para seguir viéndolos. El niño encaraba así su trauma, es el mecanismo que ha encontrado para sobrevivir a su infierno”, agrega.

Omar representa a decenas de miles de niños de Gaza, donde, según trabajadores humanitarios y representantes de organizaciones internacionales, todos los pequeños, es decir, un millón, necesitan apoyo psicológico tras ocho meses de guerra en los que han perdido todo lo que les hacía sentirse seguros: familia, casa, escuelas, amigos...

Pensamientos suicidas, temblores incontrolables, pérdida de memoria, autolesiones, incapacidad de proyectarse en el futuro o incontinencia nocturna son algunos de los síntomas que muestran el grave deterioro de la salud mental de los niños. En una tienda de campaña en Rafah, en el extremo sur de la Franja, Ghada Oudah, extrabajadora de una ONG internacional, cuida de sus tres sobrinos huérfanos, de entre 3 y 13 años. Los cadáveres de sus padres permanecen atrapados bajo los escombros en el norte. “Desde su muerte, los niños tienen incontinencia nocturna, se les cae el pelo y experimentan dificultades para hablar”, explica la mujer.

El 40% de la población de Gaza tiene menos de 14 años, según fuentes oficiales palestinas. El ministerio de Salud en Gaza, donde gobierna el movimiento islamista Hamás, calcula que de los 37.000 palestinos que han muerto violentamente en esta guerra, unos 15.000 eran niños. La ONU ha identificado a casi 8.000 menores muertos y advierte de que hay más de 10.000 víctimas sin identificar o bajo los escombros.

Según Mustafá Al Masri, psiquiatra gazatí especializado en trauma, que ha trabajado como consultor para diversas organizaciones internacionales, “los niños de Gaza, desde los cuatro o cinco años, viven en un estado permanente de miedo, se sienten abandonados por los adultos que ya no pueden protegerlos”. “Ven el mundo como un lugar muy peligroso”, explica a este diario.

“Mis hijos ya no pueden concentrarse en tareas sencillas. Olvidan inmediatamente lo que les he dicho y tampoco recuerdan acontecimientos recientes. Están psicológicamente destrozados, devastados”, explica Amal, una madre de cuatro hijos desde el centro de la Franja de Gaza, que prefiere no dar su nombre completo. “Nuestros hijos ya han sufrido varias guerras, por lo que carecen de resiliencia. Están llenos de miedo, ira y lágrimas constantes, reflejando la angustia que sentimos nosotros, los adultos”, detalla Dalia, otra madre de familia desplazada en el centro de la Franja.

Los niños de Gaza, desde los cuatro o cinco años, viven en un estado permanente de miedo, se sienten abandonados por los adultos que ya no pueden protegerlos.
Mustafá Al Masri, psiquiatra palestino

Los menores que sobreviven a los ataques israelíes están hacinados en campos de desplazados o en albergues de la ONU, han tenido que cambiar de refugio en varias ocasiones, están desnutridos y apenas tienen agua limpia para beber o lavarse, lo que les expone a numerosas enfermedades. Desde que comenzó la guerra en octubre, han presenciado escenas horribles y la muerte, la suya y de la de sus seres queridos, es una posibilidad real cada día.

“Los niños han sido testigos de todo y no podemos protegerlos. Por ejemplo, mi hijo sabe identificar por el sonido el tipo de explosivo que ha caído cerca del lugar en el que vivimos. No es normal”, afirma Waseem, desplazado con su familia en el centro de Gaza.

Capas y capas de trauma

“Muchos de los niños que he conocido recientemente en Gaza son inexpresivos, a menudo tienen la mirada perdida. Están sentados en el servicio de urgencias, observando en silencio, mientras las escenas de horror se suceden frente a ellos”, explica la pediatra de Médicos Sin Fronteras (MSF), Tanya Haj-Hasan, en un informe reciente de la ONG. “Todos los mecanismos de protección de la infancia han quedado destruidos”, agrega esta experta. Y a eso se une, según la doctora, que muchos tienen que aprender a vivir con una discapacidad o un miembro amputado. “Son varios círculos de pérdida y de dolor y es, sinceramente, un dolor insoportable. A muchos niños les va a afectar toda su vida”, agrega.

Un estudio publicado por la ONG Save The Children en enero calculaba que una media de 10 niños al día perdían en aquel momento una extremidad en Gaza. Desde entonces, la situación humanitaria se ha deteriorado, pero es muy complicado seguir haciendo estadísticas en una Franja en ruinas pero bombardeada de manera incesante.

Un reciente reportaje de la cadena de televisión catarí Al Jazeera, uno de los pocos medios internacionales que tiene periodistas dentro de la Franja, mostraba a un niño convaleciente tras la reciente amputación de un brazo. “Me pregunta si el brazo va a volver a crecer, porque necesita tener los dos para seguir jugando al balón. Y no sé qué responderle”, decía, llorosa, su madre.

Un estudio publicado por la ONG Save The Children en enero calculaba que una media de 10 niños al día perdían en aquel momento una extremidad en Gaza

“Ahora mismo, Gaza no es un lugar para niños. Es un espacio de muerte, destrucción y enfermedad. Y desde luego no es un sitio donde los niños puedan empezar a recuperarse de sus inmensas cicatrices mentales”, opina Elder, portavoz de Unicef.

El bloqueo israelí sobre la Franja, en vigor desde 2007, las sucesivas guerras entre Israel y los movimientos armados de la Franja y la asfixia que se siente al vivir en este pequeño territorio, donde antes del 7 de octubre de 2023 había poquísimas posibilidades de empleo o de ocio, han multiplicado desde hace tiempo los problemas mentales de sus habitantes, sobre todo de los más jóvenes, que son la mayoría de la población y solo han conocido una Gaza aislada y miserable. “Los niños se enfrentan a capas y capas y capas de trauma. Y ya estaban traumatizados antes de octubre”, recalca Audrey McMahon, psiquiatra de MSF.

Varios niños palestinos se desplazan junto a sus familias desde el campo de El Bureij, en el centro de la franja de Gaza, y buscan un lugar seguro donde refugiarse, el 4 de junio de 2024 MOHAMMED SABER (EFE)

Un estudio de 2020 publicado en la revista médica The Lancet concluía que el 53,5% de los niños de Gaza sufría síndrome de estrés postraumático en aquel momento. Dos años después, una investigación de Save The Children mostró el impacto negativo del bloqueo y la violencia omnipresente en la salud mental de los menores de Gaza.

“Antes del 7 de octubre de 2023, nacer en Gaza ya era nacer sin futuro. La vida era una especie de lotería porque había que enfrentarse a muchos límites y condicionantes que escapaban al control de la gente”, opina Vicente Raimundo, director de Cooperación Internacional y Ayuda Humanitaria de esta ONG.

Con la guerra, la situación ha caído en picado. Hay niños que comienzan a experimentar alucinaciones y entablan conversaciones con seres queridos fallecidos; otros se autolesionan para manifestar su angustia y muchos tienen comportamientos que despiertan la zozobra de sus padres, enumera el psiquiatra gazatí Al Masri. “Hace unos días, mi marido vio desde la calle a mi hijo Qusai, de cinco años, subido al tejado de un edificio cercano y mirando al vacío. Nos asustamos mucho. Tengo miedo de perderlo. Está muy extraño, solo habla de las bombas y vive aterrorizado por el ruido de los aviones”, explica su madre, desde el centro de Gaza. Su otra hija, de siete años, tiene pesadillas muchas noches y sueña que está atrapada en los escombros de la casa y muere. “Grita, se despierta y corre desesperadamente por la casa”, describe la mujer.

Payasos contra la tristeza

“Frente a esta situación, nuestro apoyo psicosocial a niños es insignificante y poco eficaz. Es imposible programar cualquier tipo de actividad con los chavales debido a las condiciones de acceso y de seguridad y a que las familias se desplazan continuamente. Y además, por encima de todo, nuestro trabajo principal ahora en Gaza es salvar vidas”, admite Raimundo.

“Muchos de los niños que he conocido recientemente en Gaza son inexpresivos, a menudo tienen la mirada perdida. Están sentados en el servicio de urgencias, observando en silencio, mientras las escenas de horror se suceden frente a ellos”
Tanya Haj-Hasan, MSF

Este experto recuerda que uno de los mejores ejemplos que describen la situación dramática de los niños en Gaza es la invención de las siglas WCNSF (Wounded child, no surviving family), niño herido sin familia sobreviviente, en español, acuñado desde prácticamente el inicio de la guerra en octubre. “Este término revela qué estamos viviendo. Hemos tenido que crear una categoría específica porque no se encuentra ningún familiar vivo de un niño. Esto es algo rarísimo en un conflicto. Clanes enteros de Gaza han desaparecido, han sido erradicados en una noche de bombardeos”, lamenta.

En un campo de desplazados del sur de la Franja, una veintena de niños contemplan absortos a dos payasos mal maquillados y vestidos con cuatro trapos coloridos que hacen malabarismos con una fingida torpeza. Los pequeños, sucios, despeinados y casi todos descalzos, lanzan una carcajada al unísono. La luz anaranjada del atardecer embellece esta escena que, sin embargo, está rodeada de ruinas, basura, tiendas de campaña, muerte y tristeza.

Mohammed Khader fundó en 2018 el Free Gaza Circus, convencido de sus beneficios para el bienestar mental de los niños, en medio de la abrumadora desesperación que impregnaba Gaza. Sus modestas instalaciones han sido destruidas por las bombas, pero estos payasos voluntarios han intentado seguir organizando espectáculos en los campos de desplazados y refugios, en medio de grandes riesgos y dificultades. “En las circunstancias actuales, el peso de la depresión puede llegar a ser insoportable. El circo ofrece un rayo de esperanza, una razón para que los niños sonrían, aunque solo sea unos minutos”, explica Khader.

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