“Francia no ha renovado su política en África y no sabe qué hacer porque el marco neocolonial ha desaparecido”
El historiador y politólogo nigerino Rahmane Idrissa cree que el golpe de Estado en Níger provocará que “se restrinjan las infraestructuras que canalizan la ayuda externa”, lo que repercutirá en la población más desfavorecida
Rahmane Idrissa (Magaria, Níger, 52 años) llega puntual a un tranquilo café que organiza charlas filosóficas en la ciudad holandesa de Leiden, sede del Centro de Estudios Africanos desde donde analiza la democratización sociopolítica de países como Malí, Burkina Faso y Níger. En los tres hay ahora juntas militares en el poder, con la crisis nigerina desatada el pasado 26 de julio en cabeza, cuando los sublevados retuvieron al presidente Mohamed Bazoum en su residencia, provocando la condena inmediata de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao). Es una suerte de epidemia de asonadas similares a la perpetrada el pasado 30 de agosto en Gabón, en el centro del continente. En todos los casos se trata de países francófonos, y si bien los golpes parecen similares hay diferencias sustanciales que han mostrado la falta de reacción de Francia, el antiguo poder colonial. Idrissa califica de “política zombi” la llevada a cabo por el Gobierno galo porque “reacciona sin saber qué hacer” y cree “que los franceses han perdido su antiguo interés neocolonial en África como resultado de la globalización”.
Pregunta. ¿Qué tipos de golpe de Estado señala en África?
Respuesta. Son de dos clases. Los correctivos y los que denomino de derrota. Los primeros tienen lugar cuando los líderes de un país no han respetado los límites de su mandato. El de Gabón lo ha sido porque la dinastía Bongo [que llevaba 56 años en el poder] no hacía más que robarse las elecciones y por eso los han echado. Los países de África ecuatorial tienen una historia de despotismo y dictadura, y en Gabón dicen que empezarán con una transición y un proceso democrático. Tal vez. En Níger, desde el principio de la democratización en 1991, se han producido tres golpes antes del actual: en 1996, 1999 y 2010. Se debieron a una crisis política causada por el comportamiento de los políticos, bien porque el presidente en cuestión controló el proceso electoral o porque cambió la Constitución para perpetuarse en el poder. Por el contrario, las asonadas de Malí y Burkina Faso, y también la de Níger, han ocurrido en un clima de intensa crisis de seguridad. En especial en los dos primeros países, donde gran parte del territorio está fuera del control del Gobierno central y dominado por los yihadistas. No hay seguridad para nadie porque los segundos tampoco han logrado hacerse por completo con esas regiones debido a sus divisiones internas. Eso ha llevado al Estado a la crisis a pesar del apoyo de Francia y de Europa. Los militares resolvieron que ellos tenían la solución y dieron este golpe que llamo de derrota porque surge del fracaso de los gobiernos dirigidos por civiles enfrentados a los yihadistas.
P. ¿Qué demuestra la dificultad de estos países para vencerles?
R. El yihadismo ha provocado un problema y un caos que evidencia la debilidad del Sahel. No son tan fuertes. No son los talibanes. Si fuesen fuertes habrían tomado ciudades importantes, como Bamako [capital de Malí]. A pesar de ello, los Estados africanos no son capaces de derrotarles. Por dos razones. La primera es debido al coste de una guerra que precisa de un Ejército competente, y no lo hay. Por eso pidieron ayuda a Francia y a otros. Níger no pensaba ir a la guerra contra nadie y no invirtió en adiestrar unas fuerzas armadas. La otra explicación es la voluntad política, ya que no se han hecho las reformas necesarias para derrotar a los yihadistas. Le pondré un ejemplo. Cuando llegó la pandemia, en Níger se activó todo. Hubo toques de queda, cerraron las mezquitas incluso en las regiones donde Boko Haram [grupo terrorista fundamentalista islámico] tiene ventaja. Invirtieron mucho para reformar el sistema sanitario. ¿Por qué? Por miedo. Creyeron que el coronavirus sí era muy peligroso.
P. ¿Cuál era el plan de Francia con los yihadistas en África?
R. Cuando llegaron los franceses, el yihadismo era un problema internacional y europeo, con los atentados y el Estado Islámico en Siria e Irak; en Somalia, Libia y Mozambique. La idea de que llegaran al Sahel era preocupante. Francia tiene solo 5.000 soldados concentrados en Malí, de modo que no se puede terminar con ellos, pero sí pueden acabar con los líderes yihadistas y debilitarles para ganar tiempo. La idea era ayudar a los distintos países a crear un sistema de seguridad para que las tropas nacionales luchen contra los yihadistas. Pero los países africanos no efectuaron los cambios precisos y sus ejércitos eran muy nacionalistas. No se fiaban de los franceses por el pasado colonial. Ahora echan a los franceses de Malí y de Burkina Faso y creo que pueden acabar dejando también Níger. Francia espera que la intransigencia de la Cedeao con el golpe nigerino lleve a la junta a algún tipo de pacto. Si la Cedeao quisiera intervenir militarmente, los franceses la ayudarían. Por eso los golpistas quieren que se vayan: la presencia de las tropas galas refuerza el riesgo de esa intervención. De ahí que organicen las manifestaciones masivas que estamos viendo.
Los golpes son problemáticos porque son también “ideológicos”. Los presentan como necesarios para romper con Occidente
P. Dice usted que Francia no sabe qué hacer en África, y al mismo tiempo hay otros países con grandes intereses en el continente, desde Rusia a China sin olvidar a Estados Unidos.
R. Estas juntas militares piden la ruptura con Francia porque estamos en África francófona, pero lo amplían a Occidente por el antiimperialismo. La ideología llega a los sublevados a través de intelectuales africanos, en especial en Malí y Burkina Faso. Están anclados en los años sesenta, cuando convergieron los movimientos de liberación nacional, el marxismo leninismo y las teorías tercermundistas creando una identidad y una conciencia política. En este contexto, Francia no sabe qué hacer porque no ha renovado su política africana y el marco neocolonial vigente hasta los años ochenta —que le permitía obtener recursos estratégicos como el uranio de Níger a cambio de ayuda y estabilidad— ha desaparecido. Entonces aparece Rusia, que solo está presente en Malí y tal vez en Burkina Faso. Del grupo Wagner dicen que son mercenarios, cuando son una rama de los servicios secretos rusos al frente de los cuales está el presidente Vladímir Putin. Su objetivo es el control a base de invertir en el caos. A China no creo que le gusten los golpes militares. El partido comunista controla un sistema que busca crear riqueza a través del comercio internacional y no quiere situaciones imprevisibles. Y Estados Unidos actúa solo cuando les afecta. Ahora les preocupa que algunos países africanos puedan acercarse a Rusia.
P. Naciones Unidas calcula que en Níger hay más de 710.000 personas fuera de sus hogares ¿Qué pasará?
R. Los golpes son problemáticos porque son también “ideológicos”. Los presentan como necesarios para romper con Occidente. En la práctica, en nombre del panafricanismo, más que del pragmatismo, se restringen las infraestructuras que canalizan la ayuda externa. La situación repercute en una población, como migrantes y refugiados, dependiente de esa ayuda, así que el papel de interlocutor de la sociedad civil es clave para presionar a las autoridades establecidas. Urge una solución porque estas crisis empeoran la seguridad humana. La Unión Europea ha parado el apoyo financiero y Níger tiene una economía más pequeña que la de Malí. Es un gran problema.
P. ¿Puede haber un efecto dominó con más golpes en el resto del continente?
R. A eso responde la contundente reacción de la Cedeao. El problema de un contagio es si no respondes. El golpe de Malí fue sancionado con rigor al principio y luego ya no. Senegal y Costa de Marfil suavizaron las sanciones porque son socios económicos de Malí y notaban los efectos. También había división en el seno de la Cedeao misma, ya que Togo buscaba una vía diplomática. No hubo sanciones con la asonada de Burkina Faso y eso ha animado a los militares de Níger a dar su golpe. Pensaron que no pasaría nada. Por un lado, porque a base de intentar normalizar a sublevados para que hubiera una transición lo que se ha normalizado es el golpe de Estado. Por otro, debido a que el presidente nigerino Bazoum advirtió de que podía pasarle también y no le apoyaron. Un posible efecto dominó no es tanto por las condiciones que han provocado los golpes en el Sahel, inexistentes en otros países africanos. Es porque si un militar ve que no hay sanción, pueda pensar en hacerlo por otros motivos.
P. ¿Qué papel puede jugar el presidente francés, Emmanuel Macron?
R. No creo que entienda lo que está pasando, aunque lo intenta. Pero, ¿qué hace? Encarga informes sobre las fechorías de Francia en Ruanda o Argelia y devuelve obras de arte. Por qué no crear programas de intercambio a escala universitaria. La ideología antifrancesa no surge en la calle, sino entre las élites y los intelectuales; en la universidad y las escuelas. Compartimos la lengua y hay recursos de la era colonial para establecer relaciones. Sin embargo, aunque se invierte mucho en las antiguas colonias, las mayores inversiones galas no se hacen en el Sahel. Hay más en Nigeria que en el resto de África occidental incluyendo a los países de habla francesa.
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