El Adriático norte, un hogar demasiado ruidoso para el delfín nariz de botella
En el archipiélago de Losinj, en Croacia, el tráfico de embarcaciones recreativas representa una amenaza para la seguridad física de estos cetáceos, si bien, también provoca una perturbación más difícil de detectar, pero no menos peligrosa: la contaminación acústica
En el archipiélago de Losinj, en Croacia, aún queda una gran población de delfines nariz de botella (Tursiops truncatus), aunque la especie sufrió un descenso entre 1995 y 2003. Una de las causas es la presencia cada vez mayor de barcos turísticos de recreo que frecuentan las aguas de las islas en verano: el tráfico de embarcaciones representa una amenaza para la seguridad física de estos cetáceos, si bien también provoca una perturbación más difícil de detectar, pero no menos peligrosa: el ruido. Así lo recoge un estudio publicado en la revista Marine Pollution Bulletin, y aclara que esto se debe principalmente al fenómeno de la cavitación (formación de burbujas y colapso de estas) producido por las hélices, y a la rotación del motor de la embarcación. Como es obvio, el ruido es proporcional al tamaño del barco y a su potencia, su carga y su velocidad.
Grgur Pleslić, investigador del Instituto de Investigación y Conservación Marina Blue World en Losinj y uno de los autores del trabajo, subraya la importancia del sonido para los cetáceos: “Dependen de ellos para muchas funciones importantes: la navegación, la comunicación, la búsqueda de alimento, la exploración de su entorno y la percepción de amenazas. Están adaptados a niveles naturales de sonidos submarinos procedentes de fuentes no artificiales. Cuando el ruido de origen humano está presente en su hábitat, enmascara los emitidos o percibidos por ellos, lo cual merma la eficacia de su oído y, en consecuencia, su capacidad de usar esas sonoridades para sus funciones correspondientes”. Se ha observado que una alta densidad de tráfico marítimo provoca cambios en el comportamiento. La velocidad media de los desplazamientos es mayor, y los animales se mueven continuamente en perjuicio de las paradas, útiles para nutrir su compleja vida social.
Los delfines nariz de botella utilizan, efectivamente, el oído para orientarse, desplazarse y comunicarse, y los sonidos que emiten pueden variar mucho en frecuencia, duración y momento de emisión según la geografía. La transmisión y el aprendizaje se asemeja a los dialectos regionales. Uno de los factores que influye en la diversidad de características regionales es la alteración del medio ambiente, que obliga a los cetáceos a adoptar estrategias de adaptación acústica.
Así, diversos estudios muestran que, cuando están expuestos a la contaminación sonora, los delfines pueden modificar la frecuencia de los sonidos que emiten y el momento en que los reproducen. Algo muy parecido a lo que ocurre cuando intentamos hablar durante un concierto.
En lo que respecta a la conservación, la exposición de los delfines a altos niveles de perturbación acústica puede dar lugar a divergencias comunicativas que distancian a las poblaciones de una misma especie, creando una barrera etológica y reproductiva. El paisaje sonoro afecta a la transmisión y la recepción de los mensajes y, a la larga, a la supervivencia. Como dice la Convención sobre la conservación de especies migratorias de animales silvestres de 2014, a menudo se subestima la variabilidad geográfica y la identidad vocal, a pesar de que son elementos muy importantes para la conservación de la biodiversidad.
El Instituto de Investigación y Conservación Marina Blue World lleva varios años estudiando la situación de los delfines en Losinj con el fin de conocer mejor las fuentes de perturbación y encontrar posibles soluciones. “Hace más de 20 años que se realiza una investigación continuada en el archipiélago, y la población de delfines nariz de botella que habita en él es una de las estudiadas más a fondo del mundo”, explica Pleslić. “Losinj es un destino popular para el turismo náutico y el número de barcos es muy diferente en invierno y en verano. Los resultados de nuestras investigaciones muestran que esta diferencia entre estaciones tiene como consecuencia una diferencia significativa en la intensidad del ruido submarino. Cuando estos resultados se cruzan con los datos sobre los delfines nariz de botella, emerge un patrón claro: los delfines evitan las zonas de ruido submarino intenso”.
El efecto del ruido ambiental se está convirtiendo en un importante problema de conservación. El pasado verano, WWF Hong Kong anunció la producción del documental Sea of Noise (mar de ruido), que relata los perjuicios de la perturbación acústica para el delfín blanco chino.
Las consecuencias dañinas de la contaminación acústica subacuática no afectan solo a estos mamíferos . Se sabe que produce cambios en el comportamiento de muchas otras especies, como el atún o el corvallo (Sciaena umbra), que se desplazan al fondo del mar debido al fuerte ruido de los barcos. En el caso de varias especies de tortugas marinas, la contaminación acústica y lumínica puede crear graves problemas cuando están anidando. El ruido submarino de origen humano también constituye una importante amenaza para numerosas especies de mamíferos marinos.
Cuando están expuestos a la contaminación sonora, los delfines pueden modificar la frecuencia de los sonidos que emiten y el momento de su emisión
Marta Picciulin es una bióloga e investigadora del Centre National de la Recherche Scientifique francés que colabora con el Instituto Blue World. Lleva varios años estudiando el ruido submarino y conoce bien la complejidad de este campo todavía relativamente nuevo. “Tenemos suficientes pruebas científicas para decir que el ruido que hacemos en el mar es contaminante, pero sus efectos reales todavía se conocen mal. Aunque es bien sabido que la presencia de barcos afecta a la distribución de los animales, disponemos de pocos detalles de los efectos a largo plazo que tiene para ellos. En los delfines se ha documentado un cambio en la vocalización y en la frecuencia de respuesta al ruido fuerte. Las consecuencias de esto aún no se han estudiado”.
Además, la gran diversidad de la fauna marina añade mucha más complejidad. “Los moluscos, los crustáceos, los peces, los mamíferos y muchos otros grupos oyen y responden de forma diferente al sonido. Por ejemplo, los delfines no oyen las frecuencias bajas, mientras que los peces son muy sensibles a ellas. La gama de repuestas auditivas es enorme, y en consecuencia, los que podemos considerar agresivos también varían de una especie a otra”, señala Picciulin. “Desde el punto de vista legislativo, la Unión Europea pide que se haga un seguimiento continuo del sonido producido a dos frecuencias bajas. Esto es solo el punto de partida para realizar estudios que permitan entender por qué y hasta qué punto es perjudicial ese ruido y, en consecuencia, tomar medidas para mitigar y solucionar el problema”, añade.
El mar es un lugar ruidoso. En el agua, el sonido se propaga a más velocidad que en el aire. A lo largo de miles de millones de años, los organismos acuáticos han evolucionado, moldeados por las características del entorno, de manera que el oído y la comunicación sonora se han convertido en elementos centrales de la vida social, la reproducción, la búsqueda de alimento y otras funciones vitales.
La llegada de los sonidos artificiales al mar ‒los producidos por los motores de los barcos, los sonares, las perforaciones de las plataformas petroleras, la explotación de recursos y cualquier otra actividad humana‒ ha alterado el paisaje sonoro subacuático con consecuencias no solo para los delfines, sino para los organismos en general, que apenas estamos empezando a conocer. Actualmente, se sabe que la contaminación acústica es una de las principales amenazas para la biodiversidad marina, y el estudio y la mitigación del problema se están convirtiendo en una prioridad de las políticas de conservación.
En miles de millones de años, los organismos acuáticos han evolucionado de manera que el oído y la comunicación sonora se han convertido en elementos centrales de la vida social, la reproducción o la búsqueda de alimento
Sin embargo, hay una gran ventaja: la contaminación acústica cesa en el momento en que se deja de emitir la perturbación. Acabando con la fuente se puede acabar de forma inmediata con la contaminación, algo que no ocurre, por ejemplo, con los plásticos o con los contaminantes químicos, los cuales, una vez han entrado en la cadena trófica, solo desaparecen al cabo de muchas generaciones. Por eso los proyectos de investigación sobre este tema relativamente nuevo pueden tener beneficios concretos y rápidos para la salud marina.
Entre 2019 y junio de 2021 se desarrolló en el norte del Adriático el proyecto conjunto italo-croata Soundscape: Paisajes sonoros en el norte del mar Adriático y su impacto en los recursos biológicos marinos, dentro del programa europeo Interreg. Su objetivo era aumentar el conocimiento de la contaminación acústica de origen humano en el mencionado mar y proporcionar elementos útiles para la creación de un plan de gestión del problema.
El proyecto está dirigido por el Instituto de Oceanografía y Pesca (IOF, por sus siglas en inglés) de Split, y en él participan como socios el Ministerio croata de Medio Ambiente y Energía, la Agencia Regional para la Protección del Medio Ambiente de Friul-Venecia Julia, el Instituto Blue World de Losinj, el Consejo Nacional de Investigación y el Instituto de Ciencias Marinas (CNR-ISMAR, por sus siglas en italiano) de Venecia, la Fundación Cetacea, el Instituto de Salud Pública de Rijeka y la región italiana de las Marcas.
Desde febrero de 2020, nueve hidrófonos permanecieron sumergidos más de un año a distintas profundidades en el norte del Adriático. “Gracias a los muestreos realizados las 24 horas del día durante todo un año, podemos elaborar por primera vez un mapa detallado del ruido submarino en la zona”, explica la física Fantina Madricardo, del CNR-ISMAR de Venecia. “Nos permitirán tener una imagen más clara del paisaje sonoro submarino y adquirir nuevos conocimientos sobre las consecuencias del ruido de origen antrópico sobre las especies que habitan el Adriático, en particular de los grupos objeto del proyecto: los delfines nariz de botella y las tortugas”.
Por una afortunada coincidencia, la recogida de muestras de Soundscape empezó junto antes de que se declarara la emergencia por la covid-19, por lo cual los hidrófonos pudieron registrar una situación casi irrepetible de silencio antrópico durante un periodo en el que la actividad humana se redujo al mínimo. “El ruido de origen humano nunca cesó del todo, pero la reducción fue mucho más drástica de lo previsto. A día de hoy, el tráfico de embarcaciones y otras actividades no se ha reanudado por completo, así que no tenemos una verdadera comparación”, continúa Madricardo. “No obstante, comparando los datos recogidos durante el confinamiento con los de muestreos anteriores realizados en 2018 en la laguna de Venecia, en la misma zona, podemos observar una diferencia realmente enorme”.
“A partir de estos datos estamos elaborando directrices para las partes interesadas, un conjunto de medidas diseñadas a partir de la distribución de la población de las especies objeto de estudio y de sus umbrales de ruido que puede ayudar a resolver el problema antes y mejor”, opina la investigadora. El muestreo del proyecto Soundscape fue, en esencia, una exploración pionera. Hasta entonces nunca se había llevado a cabo nada semejante en duración y extensión.
Sus resultados inspiraron a dos músicos y productores italianos, Fabio Mina y Emiliano Battistini, que utilizaron parte de los sonidos registrados para utilizarlos en la creación de un espectáculo sonoro. Los dos artistas, en colaboración con la Fundación Cetacea, uno de los socios del proyecto Soundscape, trabajaron con las grabaciones de un hidrófono situado a 20 metros de profundidad frente a la costa de Rímini, cerca de la plataforma petrolera abandonada Azalea B. “Procesamos horas de muestras intentando orientarnos y captar las diferencias entre los diferentes sonidos”, explican los artistas. “Queríamos utilizar dos grandes categorías sonoras: por una parte, las vocalizaciones de los cetáceos, y en particular las de los delfines, y por otra, las ondas sonoras producidas por embarcaciones de distintos tamaño”.
A partir de estos, Mina y Battistini trabajaron con una mezcla de sintetizadores, samplers e instrumentos acústicos, como una flauta. “A medida que avanza, el concierto quiere ir estimulando la escucha y hacer que el público perciba las diferentes características de los sonidos, de manera que pueda experimentar directamente el problema de las perturbaciones sonoras submarinas y reflexionar sobre él”. El resultado es Different Waves, un espectáculo envolvente de luz y sonido que sumerge profundamente al público en el mundo aún apenas explorado del paisaje sonoro subacuático.
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