Seth Berkley, molesto con aquellos que critican a Covax, pero “no han hecho nada para conseguir más vacunas”
El director de la Alianza Global para la Vacunación, GAVI, de visita en Oviedo con motivo de la celebración de los Premios Princesa de Asturias, arremete contra los países que acapararon dosis mientras hacían discursos en favor de la equidad
Seth Berkley, director de la Alianza Global para las Vacunas (GAVI), prometió que este año estaría en persona en Oviedo para la entrega de los Premios Princesa de Asturias. En 2020, cuando la institución fue reconocida con el galardón en la categoría de Cooperación, solo pudo acudir a la ceremonia virtualmente por las restricciones de movilidad debido a la pandemia. “He cumplido”, explica en la puerta de su hotel en la ciudad asturiana.
Este viernes, ataviado de traje adornado con su inseparable pin de GAVI en la solapa, ha acudido a la cita. A las alabanzas que recibía el año pasado por su labor se han sumado ahora, sin embargo, las críticas por la desigual distribución de vacunas contra la covid-19 entre países ricos y pobres; justo lo que debía hacer Covax, el mecanismo creado para garantizar la equidad de acceso a las vacunas, aunando esfuerzos para la adquisición y distribución bajo la dirección de la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias (CEPI), GAVI, la Organización Mundial de la Salud (OMS), y con Unicef al frente de la distribución.
Saluda con el codo y no esconde su enfado con esas críticas. Un café acompasado de gaitas, relaja la conversación en la que acaba por desvelar alguna de sus conversaciones con el Rey Felipe VI en la noche previa sobre la gran aceptación de la vacunación en España, gracias a que “no se ha politizado la ciencia”, como ha sucedido en otros países, anota Berkley.
Pregunta. El 90% de la población en países pobres no ha sido vacunada aún. ¿Es un fracaso de Covax?
Respuesta. No. Hace menos de un año que se aprobó la primera vacuna y la buena noticia es que el 46% de la población ha recibido al menos una dosis; el 80% en países de ingresos altos y medios-altos, y un 20% en los de ingresos medianos y bajos. Hay una gran disparidad, pero debemos recordar que los ricos comenzaron a adquirir todas las dosis. En Covax primero tuvimos que recaudar fondos y luego fuimos a comprar. Y ahora estamos entregando muchas vacunas. Por supuesto, hubo una diferencia de tiempo. En segundo lugar, apoyamos la transferencia de tecnología a la India, que es el mayor fabricante de vacunas del mundo, y funcionó. Llevamos las primeras vacunas a un país en desarrollo el día 39, lo que fue bastante impresionante. Pero hubo un cambio. Esperábamos tener 350 millones de dosis, pero India decidió dejar de exportar y quedarse con todo, por lo que tuvimos que buscar otros proveedores. Y hasta hoy hemos entregado 384 millones de dosis, lo que está muy por delante de cualquier epidemia anterior. Creo que el problema crítico aquí es tratar de mejorar la situación y pensar qué podemos hacer la próxima vez para asegurarnos de que no habrá este nacionalismo en la inmunización.
P. ¿Fue un error confiar la mayoría de la compra a India?
R. Nunca hicimos todo con Serum Institute of India (SII). Era el fabricante más confiable y más grande del mundo, así que, por supuesto, fuimos allí, pero al mismo tiempo acudimos a AstraZeneca o Pfizer. Ahora tenemos la cartera de vacunas más grande del mundo, con 11. Es cierto que contábamos con el SII desde el principio y se ha demostrado que fue bueno: India acaba de alcanzar la marca de mil millones de dosis, de las que la gran mayoría está saliendo gracias a la transferencia de tecnología. Creo que fue una elección de fabricante correcta, pero es lamentable que India decidiera centrarse solo en sí misma. Por cierto, el contrato original con SII contemplaba un 50% de producción para India y el 50% para el resto. Y cortaron la distribución solo para el resto y la mantuvieron para la India.
P. El objetivo era distribuir 2.000 millones de vacunas a finales de 2021, pero están lejos de alcanzarlo...
R. Aquí se han retorcido los datos. El objetivo original era: 950 millones de dosis para países en desarrollo, 950 millones para países que se autofinancian y cien millones para el colchón humanitario. Los países que se autofinancian no han pedido tantas, sino que han solicitado unos 450 millones. Así que estamos a tiempo de alcanzar la cantidad de dosis que dijimos que obtendríamos para los países en desarrollo. Si lo conseguimos o no dependerá de todo esto que estoy comentando. Y obtendremos los 2.000 millones de dosis en algún momento del primer trimestre de 2022.
Los países ricos adquirieron todas las dosis, no había vacunas. La gente nos preguntaba por qué no compramos a Moderna. Eran muy caras, pero tampoco había disponibilidad hasta finales de 2021
P. ¿Qué opina de las acusaciones de que Covax no es transparente?
R. Nos reunimos con los países semanalmente. Estamos en contacto con los grupos con los que trabajamos tradicionalmente, pero a veces el Ministerio de Relaciones Exteriores, de Finanzas, la oficina del Primer Ministro o los gobiernos locales, no conocen toda la información que compartimos.
P. Sostiene que no todas las críticas tienen fundamento, pero eso no cambia que la proporción de vacunados en países en desarrollo es mínima. ¿Qué ha pasado entonces?
R. Los países ricos adquirieron todas las dosis, no había vacunas. La gente nos preguntaba por qué no compramos a Moderna. Eran muy caras, pero tampoco había disponibilidad hasta finales de 2021. Ahora les hemos comprado y estamos avanzando. De Pfizer nos dieron 1.200 millones de dosis en la primera mitad de 2021, eso es todo lo que ofrecerían y es una de las razones por las que tuvimos que recurrir a otros fabricantes. Así que creo que hay que analizar cuáles son los problemas específicos y ver qué va a pasar ahora. Podría ser que los países nos dijeran que pondrán vacunas a nuestra disposición, pero creo que tenemos muy buena evidencia de que no harán eso, porque básicamente quieren las vacunas. Dicen que es importante distribuir para todo el mundo, pero luego quieren las vacunas para ellos mismos; de modo que la otra posibilidad es exigir un cierto porcentaje de vacunas, pero de nuevo no estoy seguro de que funcione. Y la tercera vía es diversificar aún más el número de productores, y tampoco es garantía.
P. ¿Fue ingenuo pensar que los países ricos no acapararían vacunas?
R. No fue ingenuo. Hay que ser optimista. En España, Italia o EE UU ya sabían que era una enfermedad grave y se enfocaron en obtener vacunas para si mismos; no atendían a lo que sucedía en otros países. Pero hubo un cambio cuando India sufrió una terrible ola con la variante Delta que después se extendió por todo el mundo. La gente se dio cuenta de que lo ingenuo es pensar que vacunándonos solo aquí, resolveremos el problema. El desafío es conseguir que no solo se digan las cosas, sino que se actúe. No especificaré el país, pero uno de nuestros grandes donantes que decía que se preocupaba mucho por el mundo y nos dio mucho dinero, luego fue y compró las dosis que producíamos en India, para su propia población.
P. Se le nota molesto con las críticas.
R. Estoy enfadado con los miembros de la sociedad civil cuyo papel es sentarse y decir que no hicimos esto o aquello. Y no han hecho nada para intentar conseguir más vacunas. Estamos haciendo todo lo posible y lo que querría es que, si esos activistas saben cuáles son realmente los problemas, deberían criticarlos y ayudar a resolverlos. Es fácil decir: ‘Oh, fallamos, somos ingenuos, somos estúpidos, somos lo que sea’. Pero aquí estamos entregando dosis, aquí estamos recaudando fondos y tratando de hacerlo bien. Y lo que necesitamos es ayuda para derribar las barreras que existen, que son reales y no controlamos.
Lo que ese artículo [por la investigación de The Bureau of Investigative Journalism (TBIJ) sobre el fracaso del objetivo de la plataforma Covax, publicada en castellano en EL PAÍS] no hizo fue reflexionar sobre qué hubiera sucedido si este mecanismo no hubiese existido. En primer lugar, no habría existido una conversación global sobre la equidad. Respecto a los miembros de la sociedad civil que criticaron a Covax, no alzaron sus voces para criticar a los países que estaban comprando muchas dosis o a las empresas que impedían que llegaran dosis a los países en desarrollo. En este caso, las dosis llegaron dos veces y media más rápido a los países en desarrollo con cuatro veces el número de países atendidos y siete veces el número de dosis en el mismo período de tiempo si lo comparamos con la respuesta a la gripe porcina. Ahora lo estamos haciendo mejor. Si me pregunta si estoy contento, por supuesto que no. Nuestra visión era tratar de tener un acceso equitativo a los productos desde el principio en los países desarrollados y en desarrollo, lo que sería la mejor manera de hacer frente a una pandemia. Eso es realmente lo que queríamos que sucediera, pero solo hay ciertas cosas que podemos lograr si otros no nos ayudan.
Sin Covax no habría existido una conversación global sobre la equidad
P. ¿Cuál sería la mayor lección extraída de cara a la respuesta ante una futura y probable pandemia?
R. Deberíamos tener siempre disponible financiamiento de contención, así podemos poner nuestro dinero a trabajar de inmediato.
P. Hacer llamamientos no es suficiente, ¿hay otra manera de lograr que los países hagan lo correcto?
R. Empezamos con cero dinero y sin equipo, tuvimos que ir y recaudar financiación. Y llevó tiempo. A finales del año pasado, teníamos 2.400 millones de dólares en compromisos, pero si hubiéramos tenido fondos de contingencia, podríamos haber realizado pedidos antes, aunque no creo que aún así hubiéramos competido con los países más ricos.
P. ¿Qué opina de la petición de India y Sudáfrica de liberalizar las patentes de la vacunas para aumentar la producción?
R. Si creyera que liberalizar las patentes aumentaría la producción de vacunas, sería el primero en pedirlo. Pero las patentes no son el problema. Lo que ahora limita es la cantidad de oferta de proveedores y de personas que tienen los conocimientos para poder hacer transferencias de tecnología. No estoy en contra de eliminar ningún bloqueo, pero las patentes no son el problema primordial.
P. Algunos países se quejan de que les han llegado vacunas a punto de caducar o no estaban preparados para su administración. ¿Cómo se puede evitar este tipo de inconvenientes?
R. Hay que tener acuerdos de compra anticipados con los fabricantes y ellos tienen que respetarlos. Las donaciones no formaban parte del plan original de Covax, la razón por la que las pedimos fue porque Moderna y Pfizer no querían compartir dosis, y Serum puso una restricción a la exportación, y necesitábamos tener alguna fuente de vacunas. Por eso les dijimos a los países ricos: ‘Por favor, si tenéis dosis en exceso, donadlas’. Aunque esta no es la forma de lidiar con una epidemia.
A los donantes les hemos dicho que la vida útil mínima de una dosis donada tiene que ser de dos meses y medio. Pero algunos han esperado hasta el último minuto para ofrecerlas. Y como hay escasez, las hemos aceptado y lo haremos lo mejor que podamos para distribuirlas. Hemos llamado a diferentes países diciendo que tenemos algunas dosis de vida útil corta. Algunos las han aceptado y otros no. Nos han prometido 1.300 millones de vacunas, pero hemos recibido aproximadamente 170 millones y ya hemos entregado 150. Cuando entran, se dispensan muy rápido. La cuestión es cuándo llegarán el resto. Para adelantar, les hemos pedido a los países que no necesitan, que les indiquen a los fabricantes que sus pedidos vayan directamente a Covax. Y las distribuiremos inmediatamente desde el fabricante con plena vida y con la planificación necesaria para los países.
P. La Alianza para las Vacunas que dirige tenía ya una tarea de distribución de vacunas entre las naciones menos favorecidas antes de la covid, ¿cómo ha afectado la pandemia a ese trabajo?
R. La covid-19 ha sido terrible para los sistemas de salud de todo el mundo, particularmente en los países pobres. Pero, en general, al programa de vacunas le está yendo mejor que a otros ámbitos sanitarios y no hemos visto grandes brotes, aunque ha habido algunos muy graves de ébola y cólera. Tenemos que estar preparados para lidiar con ellos cuando surjan.
P. La OMS ha recomendado la vacuna para la malaria, ¿qué planes tiene GAVI al respecto?
R. Estamos en el proceso de preparar recomendaciones para que nuestra dirección considere abrir una vía de financiación para esta vacuna, pero aún no se ha tomado la decisión.
P. Covax ha propiciado un debate en cuanto a la equidad de acceso, pero también ha tomado fuerza el movimiento antivacunas, ¿cómo trabajan para contrarrestarlo?
R. Es un gran problema. Si hay información errónea en un país, se propaga literalmente a la velocidad de la luz. Debemos continuar trabajando con las comunidades para responder a las preguntas que se hacen las personas sobre estas vacunas: ¿Las hicieron demasiado rápido? ¿Hay efectos secundarios?
Mi esperanza es que la gente entienda que las enfermedades infecciosas importan
P. ¿Cree que la covid-19 ha despertado interés sobre la importancia de las vacunas en general?
R. Mi esperanza es que la gente entienda que las enfermedades infecciosas importan. Hay un tipo famoso que hizo un estudio sobre qué podría matar a 50 millones de personas, como una guerra nuclear, tsunamis, fuertes terremotos, un asteroide del espacio... Pero lo que más probablemente podría matar masivamente a la gente son las enfermedades infecciosas. Hablamos de la gripe. Deberíamos estar anticipándonos, planificando. Pero no sé si la gente lo recordará.
P. ¿Qué opina de que algunos países estén administrando una tercera dosis a ciertos grupos de población cuando el mundo en desarrollo está sin las primeras?
R. Creo en la ciencia. Y las vacunas no responden tan bien en las personas inmunodepresivas, que tienen cáncer o VIH. Por eso se recomendó una tercera dosis. Eso es lo que tenemos que hacer: vacunar a todas las personas que lo necesitan en todos los lugares del planeta. La estrategia original, por la que nos criticaron, fue intentar vacunar al 20% de la población mundial al mismo tiempo. ¿Por qué? Porque eran los trabajadores de la salud, los ancianos ―que tenían entre 10 y 20 veces más riesgo de morir―, y los que tenían comorbilidades. De haber protegido a esa población primero, la crisis en los sistemas de salud se habría reducido drásticamente, por lo que sigo creyendo que esa era la estrategia correcta. Pero terminamos con países avanzados con tasas de cobertura muy altas, y que ya están pensando en extenderla a niños y adolescentes, y sin brindar vacunas para países que no cubrían a sus poblaciones básicas en riesgo. Creo que este es un dilema moral y ético sobre el que el mundo debe reflexionar.
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