50 aniversario del acuerdo del 0,7%: una deuda acumulada de cinco billones de euros
La ayuda internacional no es una fórmula mágica, pero puede salvar y cambiar vidas. Ha contribuido a fortalecer los sistemas de salud, educación y protección social en muchos países en desarrollo
El 24 de octubre de 1970, los países más ricos de la tierra hicieron una promesa solemne, a través de una resolución histórica de la ONU: aportar un pequeño porcentaje de su riqueza ―solo el 0,7% de la renta nacional― en ayuda internacional para ayudar a los países de ingresos bajos y medios a enfrentarse al impacto de la pobreza y el hambre. El compromiso colectivo fue, entonces, alcanzar este objetivo en solo cinco años.
Durante 50 años, esa ayuda internacional ha sido un salvavidas fundamental para millones de personas en todo el mundo. La cooperación internacional es la única política de los países más avanzados cuyo objetivo son las personas que viven en la pobreza más allá de sus fronteras. Una política pública con la solidaridad en el centro. Es una modesta forma de redistribución de la riqueza global en un mundo muy desigual en el que los países más avanzados se han beneficiado durante décadas de la explotación de los recursos de esos más pobres.
Sin embargo, este aniversario no puede ser un momento de celebración de nuestra humanidad compartida: 2020 marca también cinco décadas completas de oportunidades perdidas. El año pasado, los países más ricos de la OCDE promediaron tan solo el 0,3% de su Renta Nacional Bruta, los países europeos el 0,5%. España lleva una década situada muy por debajo, dedicando entre el 0,12% y el 0,21% de su renta. Una investigación de Oxfam ha calculado que la deuda contraída por las contribuciones no realizadas en ayuda al desarrollo llega a los cinco billones de euros. Con esos recursos nunca aportados en estas décadas, los 59 países más pobres del mundo podrían alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en la próxima década, ayudando además a proteger nuestro planeta.
Algunos países han demostrado que el objetivo del 0,7% es perfectamente alcanzable y una política realista, siempre que haya voluntad política. En 2019, cinco países (Luxemburgo, Noruega, Suecia, Dinamarca y el Reino Unido) estaban cumpliendo o superando su objetivo. España ha anunciado su compromiso con situarse en la media europea en esta legislatura, el 0,5%, el estándar en el que deberíamos estar situados hace muchos años. Un momento realmente adecuado, dados los impactos que la pandemia está teniendo sobre el mundo en desarrollo, con cientos de millones de personas volviendo a la pobreza y el hambre, que hacen estos recursos más imprescindibles.
La ayuda internacional no es una fórmula mágica, pero puede salvar y cambiar vidas. Ha contribuido a fortalecer los sistemas de salud, educación y protección social en muchos países en desarrollo. Ha ayudado a erradicar la poliomielitis en África y a salvar 38 millones de vidas a través del Fondo Mundial de Lucha contra el VIH, la Tuberculosis y la Malaria. Millones de niños y niñas han logrado recibir una educación. Ha permitido a cientos de millones de personas que huyen de conflictos o sufren catástrofes humanitarias ser atendidos con dignidad. También ha apoyado a los países para que aumenten los impuestos de forma más progresiva, ha empoderado a los ciudadanos para exigir transparencia, buena gestión y responsabilidades a sus propios Gobiernos o a grandes corporaciones. En los últimos años, la ayuda ha empezado a apoyar a los países de ingresos bajos y medianos a adaptarse al cambio climático.
No es cuestión de caridad, se trata de justicia
La pandemia de coronavirus está causando estragos en los sistemas de salud de los países más pobres. Según Naciones Unidas, la pobreza se extenderá a entre 200 y 500 millones de personas más para el final de 2021, un retroceso de dos décadas de progreso. La desigualdad está alcanzando niveles extremos y el cambio climático representa la mayor amenaza para la existencia humana, ya que está destruyendo las vidas y los medios de subsistencia de las familias que viven en la pobreza. Cumplir con los compromisos de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) puede significar la diferencia entre la vida y la muerte para millones de seres humanos en los próximos años. La condonación de la deuda será otra fórmula vital para evitar el colapso y ofrecer respaldo ante esta situación de auténtica emergencia.
Después de décadas de excusas, es vital exigir de nuevo el cumplimiento de la promesa del 0,7%. No es cuestión de caridad, se trata de justicia. Es falso que la Ayuda Oficial al Desarrollo sea un lujo que no nos podemos permitir. La Unión Europea acaba de anunciar el mayor estímulo público para sus estados miembros; solamente España recibirá una cantidad equivalente a la AOD que dan todos los donantes del mundo en un solo año. Existen mecanismos de financiación innovadores para llenar el vacío y ayudar a recaudar fondos muy necesarios para acabar con la pobreza y frenar las desigualdades, gravando las transacciones financieras, mediante mecanismos de reducción de deuda o emitiendo nueva moneda internacional (los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional). Tan solo es necesario el compromiso político con el bien común y con un futuro compartido para todas las personas del planeta, desde las más afortunadas hasta las más vulnerables. Es el momento de afirmar con orgullo dos principios esenciales para la humanidad: la solidaridad y la justicia.
Franc Cortada es director general del Oxfam Intermón
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