COP30: La nave alienígena y los indígenas
Como los protagonistas de la lucha contra el colapso climático han quedado excluidos de las negociaciones oficiales, cercan la Zona Azul desde las calles
Hay dos COP en la Amazonia: la oficial y su transgresión. Quienes nunca han estado en la Zona Azul de la cumbre del clima, el lugar más selecto por ser el de las negociaciones, pueden imaginarse un espacio (enorme) que es una mezcla entre una nave espacial y un sofá. Totalmente cerrado, climatizado artificialmente, vigilado por policías y también por el Ejército. Siempre es la misma arquitectura, no importa la región del mundo que la acoja. Esta, en la Amazonia, de naturaleza solo tiene plantas-mascota, árboles tristes, colocados allí sin cuidado para fingir que hay verde, y paneles con fotogr...
Hay dos COP en la Amazonia: la oficial y su transgresión. Quienes nunca han estado en la Zona Azul de la cumbre del clima, el lugar más selecto por ser el de las negociaciones, pueden imaginarse un espacio (enorme) que es una mezcla entre una nave espacial y un sofá. Totalmente cerrado, climatizado artificialmente, vigilado por policías y también por el Ejército. Siempre es la misma arquitectura, no importa la región del mundo que la acoja. Esta, en la Amazonia, de naturaleza solo tiene plantas-mascota, árboles tristes, colocados allí sin cuidado para fingir que hay verde, y paneles con fotografías de animales. Pero está en la Amazonia, y Brasil es un país democrático. Los miles de pueblos indígenas que han acudido desde todos los rincones del mapa han llegado a una conclusión más que lógica: si aún queda selva, si aún queda algún bioma, es porque los protegemos con nuestros cuerpos. O, como dicen: “La respuesta somos nosotros”. Y así es. Por lo tanto, han decidido tomar la COP para llevar a cabo la COP.
Empezó con dos manifestaciones al inicio de la cumbre, de indígenas de diferentes partes del río Tapajós. En una, los manifestantes forzaron su entrada en la Zona Azul. En la otra, exigieron entrar, y entraron. Luego, el sábado 15 de noviembre, una Marcha por el Clima nunca vista tomó las calles de Belém. No era una marcha, era una danza. Para los pueblos-naturaleza de Brasil, la lucha es fiesta, y la fiesta es algo muy serio.
A ellos se unió lo mejor de Brasil, esa parte del país que irrumpe en las grietas de la violencia y del hormigón incluso en los momentos brutales. Había ritmos como el carimbó, el brega, la lambada; estaba la serpiente gigante, la anciana Matinta Pereira, delfines-humanos, personajes de la realidad mágica de la Amazonia. Los movimientos culturales de Belém llevaron a las calles sus vestimentas alegóricas, sus colores y sus instrumentos. No era una burbuja de ecologistas, sino recogedores de residuos, electricistas, bordadoras, vendedoras de ropa, profesores, activistas LGBTIQ+ aliándose con indígenas y una diversidad de pueblos tradicionales. Desfilaron por la avenida con sus rituales y su espiritualidad, haciendo de la alegría potencia de actuar. Allí se enterraron el petróleo, las empresas mineras, la agroindustria, todos los depredadores de la Amazonia.
Pero hacía falta más. Y el lunes los indígenas volvieron a tomar las calles para hacer una marcha solo suya. “Donde pisamos, nacen plantas. Donde pisamos, nacen manantiales. [De] Donde nuestro pueblo sale, hay devastación”, dijo Amõkanewy Kariú, del pueblo kariú. Como siempre se ha sabido por la tradición oral, pero tuvo que demostrarlo la ciencia para que los no indígenas lo creyeran, parte de la selva amazónica la plantaron los ancestros de los indígenas actuales.
Aún no se sabe en qué medida la presión de los pueblos que protagonizan la lucha contra el colapso del clima y la biodiversidad, pero que no tienen protagonismo en las negociaciones, influirá en las decisiones de la Zona Azul. Allí se sigue discutiendo lo que debería haberse decidido en la primera COP.
Las críticas son necesarias, pero siempre con la salvedad de que peor sería si no hubiera ningún debate o si desapareciera por completo el multilateralismo. Entonces estaríamos en manos de la extrema derecha, de quienes mienten diciendo que el planeta no se está calentando para seguir lucrándose. Pero es legítimo decir que es poco, muy poco ante la aceleración del colapso.
La nave alienígena de la ONU está cercada en esta COP como nunca antes. Y estos indígenas aprendieron de sus ancestros: mucho cuidado con las carabelas.