Crisis gubernamental en Colombia
Las dimisiones y la falta de cohesión en el Gabinete de Gustavo Petro comprometen seriamente su liderazgo
La crisis de gobierno desatada por el presidente Gustavo Petro tras su decisión de retransmitir en televisión un Consejo de Ministros ha puesto en evidencia las profundas fracturas dentro de su Gabinete. Lo que inicialmente parecía un ejercicio de transparencia terminó convirtiéndose en un espectáculo político que ha generado una cascada de renuncias y un deterioro acelerado de la imagen presidencial. La designación de Armando Benedetti como nuevo jefe de Despacho, una suerte de jefe de Gabinete con poder casi omnímodo en Colombia, ha sido un factor determinante en la tormenta política, con ataques de sectores y personas tradicionalmente cercanas al propio Petro.
Desde su llegada al poder, el presidente colombiano ha gobernado bajo una premisa de confrontación constante con los sectores tradicionales de la política colombiana. El regreso a la Casa de Nariño de Benedetti, exembajador en Venezuela y pieza clave en la campaña presidencial, pese a los cuestionamientos éticos y legales que pesan sobre él, choca con los propósitos que Petro ha enarbolado una y otra vez. Benedetti no solo protagonizó un escándalo al admitir haber financiado la campaña presidencial con recursos opacos. Su nombramiento como jefe de Despacho ha sido duramente criticado debido a las acusaciones de comportamiento machista que han surgido en su contra. Estas denuncias han generado un fuerte rechazo en sectores feministas, incluido en su Gabinete, como quedó de manifiesto con la ministra de Medio Ambiente, Susana Muhamad, que terminó por dimitir pese a ser una de las personas que más ha defendido al actual presidente.
La estrategia de hacer públicas las discusiones del Consejo de Ministros expuso no solo desacuerdos internos, sino también la fragilidad de su equipo. La transmisión en vivo dejó ver un Ejecutivo dividido, en el que varios ministros se mostraron incómodos o incluso desafiantes ante la dinámica impuesta por el mandatario. La renuncia de figuras clave en las horas siguientes confirmó la crisis y reveló el grado de descontento dentro de la Administración. Una de las posturas más firmes fue la de la vicepresidenta, Francia Márquez, quien escenificó su choque con la actual canciller, Laura Sarabia, una de las mayores aliadas del presidente. La claridad y el valor de las palabras de Márquez fueron la antesala de una cascada de críticas que aún retumban en el palacio presidencial.
El deterioro de la imagen del Gobierno de Petro es innegable. Las renuncias, la falta de cohesión en su equipo y la percepción de caos han debilitado su liderazgo en un momento en que enfrenta múltiples desafíos, desde la crisis económica hasta la inseguridad en varias regiones del país. Ante este escenario, Petro enfrenta un dilema crucial: o reconstruye la cohesión de su equipo con decisiones firmes y estratégicas, o continuará en una espiral de crisis que pondrá en riesgo la viabilidad de su proyecto político. La transparencia es una virtud en la democracia, pero la exposición pública de las debilidades internas de su Ejecutivo puede ser un arma de doble filo. Si el presidente no logra controlar la narrativa y encauzar su Administración con un equipo sólido y competente, la crisis política actual podría marcar el principio del fin de su mandato.