La semilla del odio
Los lectores escriben sobre el impacto de las políticas de Trump en los migrantes, el salario mínimo interprofesional, la lectura de periódicos, y los comedores escolares
La medida más peligrosa de Trump no ha sido la salida de EE UU de la OMS o del Acuerdo de París. Tampoco la imposición de aranceles o entregar el poder del Estado a una oligarquía tecnológica dirigida por Elon Musk. Y mucho menos su idea megalomaníaca de convertir Gaza en un resort turístico. Algunas de esas medidas son fácilmente reversibles; otras imposibles de realizar. La medida más grave es haber señalado a la inmigración ilegal como el principal foco de los problemas que tiene el país y, concretamente, al inmigrante latino. Esto es una semilla de odio que puede florecer en el ciudadano norteamericano. A través de ese chivo expiatorio, el pueblo podrá dar rienda suelta a toda su frustración y agresividad e incluso tomarse la justicia por su mano, como ya está ocurriendo. Y aunque Trump se termine yendo, ese odio perdurará. Como decía el escritor estadounidense Mark Twain: “La historia no se repite, pero a menudo rima”.
Jesús Jiménez Martos. Murcia
Contribuir con lo público
No entiendo la controversia que ha suscitado en los distintos grupos parlamentarios el hecho de que deba tributar por IRPF el nuevo salario mínimo interprofesional, al haberse aprobado una subida de 50 euros al mes y haber superado el mínimo exento para tributar. Pretender establecer una relación causa-efecto entre elevar el salario mínimo interprofesional y adaptar el mínimo exento para que, en ningún caso tribute, contradice a mi juicio el espíritu del artículo 31 de la Constitución: “Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad, que en ningún caso tendrá alcance confiscatorio”.
Javier Cordero Ruiz. Madrid
El periódico de mi padre
El 4 de febrero retiramos el último ejemplar de EL PAÍS para mi padre. A meses de cumplir 96 años, lo recibía en su casa a diario. Durante muchos años, ya jubilado, su primer paseo del día consistió en acercarse a las once de la mañana a recoger la prensa al kiosko de “Guatemala”, que así se llamaba el kioskero. Muchos vecinos guardan el recuerdo de mi padre paseando en las mañanas por las calles de Mérida con el periódico bajo el brazo. Desde que los problemas de salud fueran debilitando sus piernas impidiendo sus paseos matutinos, mis hermanos se encargaron de retirarlo y ponerlo bajo sus brazos. Su ritual diario de lectura se fue convirtiendo gradualmente en breves pasadas de página y meras ojeadas. Fue suscriptor del diario y siempre hizo gala de ello. Marcaba a mano en el margen superior derecho del periódico los artículos que podían interesar a sus hijos, y guardaba semanales y revistas para sus nietas. EL PAÍS de mi padre fue nuestro país.
Ana María Caballero. Mérida (Badajoz)
Detrás de la fruta
Le gusta la fruta, pero no le gusta compartirla. Estamos en febrero y la Comunidad de Madrid aún no ha dado las becas de comedor a los colegios. Hay muchos niños madrileños que no pueden comer fruta.
Carlos Osorio García. Madrid