Contraatacar a Trump por tierra, mar y aire

Con su creciente superávit comercial con EE UU, Europa se juega mucho, y toda espiral proteccionista la daña más

El presidente de EE UU Donald Trump durante la firma de varios decretos, el 4 de febrero en el Despacho Oval.SHAWN THEW / POOL (EFE)

Europa debe profundizar y acelerar preparativos. Para contraatacar las medidas agresivas de Donald Trump contra sus intereses. Y en espejo a sus preanuncios de guerra híbrida (aranceles, seguridad, unilateralismo), por triple vía: tierra, mar y aire.

Hacia adentro, debe fortalecerse como potencia creíble. Está bien la “brújula de competitividad” y toda palanca que afiance el m...

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Europa debe profundizar y acelerar preparativos. Para contraatacar las medidas agresivas de Donald Trump contra sus intereses. Y en espejo a sus preanuncios de guerra híbrida (aranceles, seguridad, unilateralismo), por triple vía: tierra, mar y aire.

Hacia adentro, debe fortalecerse como potencia creíble. Está bien la “brújula de competitividad” y toda palanca que afiance el mercado interior. Si va con financiación: o eurobonos, o presupuesto.

Hacia afuera, es sensato responder de momento al (grosero) anuncio de aranceles, sugiriendo una mayor compra voluntaria de petróleo o gas a EE UU. O la retorsión arancelaria selectiva, al modo de la réplica china: inmediata, pero selectiva y limitada. Supone reeditar la táctica de Jean-Claude Juncker (compras de soja; alzas de tarifas a las motos Harley-Davidson o al bourbon…) con el primer Trump: fue exitosa.

Evítese la sobreactuación. Europa se juega mucho. Conviene no autoinfligirse daños. Pues su (creciente) superávit comercial con EE UU ascendió a 235.571 millones de dólares en 2024. Y es la economía más abierta. La suma de sus exportaciones e importaciones supone el 51% de su PIB (y 30 millones de sus empleos), por el 28% EE UU, y el 37,32% China. Todo terremoto comercial, toda espiral proteccionista, la daña más.

Pero si el bourbon no basta, si un Juncker 2 capota, por insuficiente, ante un Trump recrecido —como debe preverse—, la represión comercial debe ser también selectiva, pero más cruel. Dar donde duele. Asfixiar a golpe de tarifas a las supertecnológicas de Elon Musk y sus cuates del nuevo complejo industrial-militar-digital. La UE dispone de un “instrumento anticoerción” (Reglamento 2675, 25/11/2023) que le permite represalias al comercio de servicios (¡la nueva clave!: digitales, de datos, satelitarios…) si determina que un país impone aranceles a sus mercancías para doblegar sus políticas.

Es una palanca adicional a las sanciones contra X o Meta por desinformación o desestabilización democrática, ampliable en la directiva de servicios digitales con una cláusula de protección de la seguridad nacional de los Veintisiete… y de Europa.

Más madera: la apelación a gastar más en defensa es cínica, cuando se amenaza con absorber territorio (Groenlandia) de un socio de la OTAN (Dinamarca); se gasta menos (EE UU, el 3,7%) de lo que se propugna (5%); y el 60% de los contratos de los socios alimentan tu industria de guerra. Exíjase la retirada de ese trumpeteo amenazante. Declárese la prioridad de la inversión en material europeo fabricado en modo comunitario, a lo Airbus (no nacional), y la prohibición de estándares contrarios (¡toma poder normativo!).

Y acompáñese todo ello del rescate a la asociación comercial con China pactada (el 30/12/2020) y luego congelada. Y de una oferta al Sur Global de una ingente ayuda al desarrollo a cambio de una alianza comercial que esterilice el boicot del líder traidor. Para empezar.

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