Francia sale tímidamente de la parálisis
La ruptura de los socialistas con la izquierda para aprobar el presupuesto apenas maquilla los problemas de Macron
El Gobierno francés, presidido por François Bayrou, logró este miércoles los apoyos necesarios para aprobar un presupuesto tras semanas de dudas y negociaciones, un acontecimiento que por sí solo supone un paso importante en el camino de estabilidad que el país demanda desde la debacle del Ejecutivo derechista de Michel Barnier el pasado diciembre. Bayrou, que estaba dispuesto a jugársela a un presupuesto por decreto (la misma maniobra que, aunque legal, hizo caer a Barnier), logró finalmente la abstención del Partido Socialista (PS) en dos mociones de censura presentadas en su contra. El movimiento coloca en el disparadero a los socialistas, que, forzados a elegir entre la estabilidad y sus compromisos con la coalición electoral de izquierdas Nuevo Frente Popular (NFP), han decidido dar un respiro al Ejecutivo y, por extensión, a Emmanuel Macron, un presidente con la popularidad por los suelos.
La votación en sí, promovida por La Francia Insumisa, estaba condenada al fracaso desde el momento en que la extrema derecha anunció que no se sumaría a la censura a Bayrou. Pero la decisión del PS de no apoyarla abre la primera grieta de consideración tras meses de tensiones en la coalición NFP, que tiene un tercio de la Asamblea y que fue instrumental para que la suma con el macronismo acabara con las aspiraciones de gobierno de Marine Le Pen en las elecciones del pasado verano. Desde entonces, la izquierda ha reclamado sin éxito ante un Macron ensoberbecido que nombrara un Gobierno acorde con su peso parlamentario. Fue la ceguera del presidente ante esta realidad la que hundió el Ejecutivo anterior.
El nombramiento del centrista Bayrou supuso una tímida apertura hacia la izquierda, seguramente con la esperanza de provocar la escisión que ahora se escenifica. Bayrou merece una oportunidad no porque sea más progresista que su antecesor, sino porque su Gobierno tiene más peso político y, en el aspecto práctico, porque Francia necesita a la desesperada un presupuesto con el que estabilizar sus cuentas públicas, aplastadas por la deuda y el déficit. Europa también necesita que el país levante cabeza y vuelva a funcionar como motor en Bruselas.
La coalición electoral NFP está por ahora en estado terminal, un cambio de escenario que definirá la Francia de los próximos meses. La ruptura con el radicalismo de Jean-Luc Mélenchon, tan impopular como el propio Macron, abre la esperanza de que el Gobierno macronista empiece a contar con los votos socialistas en vez de con los de la extrema derecha, que tenía de facto la llave de la gobernabilidad. No conviene engañarse: Bayrou sigue en la cuerda floja y se mueve en un equilibrio en el que indigna al PS con cada concesión al discurso ultra sobre inmigración. Los socialistas también son presa del vértigo por miedo a ser percibidos por el electorado como muleta de Macron. Bayrou tiene un presupuesto, pero aún no tiene un aliado.