DeepSeek: el mercado desballesta a Trump
El tsunami de la ‘startup’ china arrasa tabús: abarata la tecnología, reduce su consumo energético y populariza su acceso
La eclosión de una ministartup china, DeepSeek, es un tsunami. Ha pinchado la burbuja tecnológica de la inteligencia artificial (IA). El desplome bursátil del gigante de chips avanzados Nvidia (que perdió 600.000 millones ...
La eclosión de una ministartup china, DeepSeek, es un tsunami. Ha pinchado la burbuja tecnológica de la inteligencia artificial (IA). El desplome bursátil del gigante de chips avanzados Nvidia (que perdió 600.000 millones de dólares en 24 horas) queda como símbolo de un cambio de época.
Menudean los recelos a la empresita: que si violó controles; que quién está detrás; la comprobada censura en sus modelos. Pero el patrón de OpenAI (y su ChatGPT), Sam Altman, valida su eficacia: “Es impresionante”, reaccionó, comparando su oferta con “su precio”.
El tsunami arrasa tabús. Desballesta al proteccionismo. Reivindica el mercado —¡desde una dictadura!— frente al monopolio de Silicon Valley. Contraría al oligopolio del nuevo “complejo militar-industrial-digital” que fraguan el trumpismo, las plataformas y la IA. Abarata la tecnología. Reduce su consumo energético. Populariza su acceso.
Ya Joe Biden buscó evitar que China obtuviese chips vanguardistas para su IA. Y Trump 2, en su segundo día de presidente, apadrinó la alianza Stargate entre gigantes como OpenAI, Oracle y SoftBank (con Nvidia y el fondo soberano de Abu Dabi) para invertir 500.000 millones de dólares en cuatro años en centros de datos y otras infraestructuras.
Tanta protección estimuló a los chinos a sortear obstáculos siendo más creativos. El chatbot de DeepSeek pregunta, responde y resuelve problemas con similares resultados a los estadounidenses. A menor coste: en vez de emplear 16.000 chips vanguardistas, usó 2.000. Con solo 200 ingenieros y una inversión de seis millones de dólares, la décima parte de lo invertido por Meta en su última tecnología.
Capota así el paradigma de que “para innovar, para aportar algo en IA, se necesita tamaño”. El talento parece volver a triunfar sobre la macrofinanza. Y con un desempeño energético moderado. La gran industria de los datos implica hasta hoy un brutal gasto eléctrico, sobre todo en calentamiento/enfriamiento de supercomputadoras: por eso se proyectan mininucleares para alimentarlas individualmente. Y la UE instala un complejo en la gélida Islandia.
Y con fácil acceso para los usuarios, con quienes comparte código abierto: todos pueden entrar en las tripas de su funcionamiento interno, una revolución democratizadora que propicia la comunitarización del talento universal. La peor contraindicación es la censura, que emparenta con la manipulación de datos, información y conciencias de las plataformas de Elon Musk, aunque pueda sortearse localmente al descargarse el modelo, al menos en otros lugares.
El tsunami chino abre también ventanas a Europa. Ecualiza puntos de partida. Confirma su inclinación a tratar a China no como enemigo al que prohibir, sino como rival con quien competir y colaborar. Favorece esbozar una estrategia universal, de entrada comercial y económica, para formar una red de alianzas “a geometría variable”.