Felipe VI: la exigencia del bien común

El discurso del Rey homenajea a los afectados por la dana, reclama un acceso a la vivienda “en condiciones asumibles”, y reivindica la dignidad de los inmigrantes y los valores sociales de la democracia

Del Hambre

La dana ocupó un lugar de privilegio en el discurso de Felipe VI, el undécimo que dirige a los españoles como jefe del Estado con motivo de las fiestas navideñas. “Esta Nochebuena”, dijo, “me gustaría referirme primero, y seguro que me entendéis, a la terrible dana que hace casi dos meses golpeó con inusual fuerza varias zonas del este y sur de España, especialmente en Valencia”. Primero por las víctimas y por su dolor. También por la solidaridad y el comportamiento ejemplar de tantos funcionarios públicos, bomberos, militares, policías, voluntarios, ONG, empresas y simples ciudadanos. Y sin duda, por la frustración, la impaciencia y “las demandas de una coordinación mayor y más eficaz de las administraciones”.

Imposible no interpretar las palabras —medidas pero claras— del Rey en sintonía con el sentir de la mayor parte de la ciudadanía. Las emociones suscitadas por la catástrofe y su gestión política tienen, enfatizó, una misma raíz: “La conciencia del bien común, la expresión del bien común, o la exigencia del bien común”. Tal conciencia debe orientar la esfera pública. No para evitar la diversidad de opiniones —”necesaria en democracia”—, sino para impedir que esa diversidad derive en la negación de “un espacio compartido”. Con sobriedad y escasa retórica, el monarca reclamó que la contienda política, “legítima, pero en ocasiones atronadora”, no impida escuchar una demanda social aún más clamorosa: una demanda de serenidad. Las lecciones de la catástrofe, más allá de mostrar las luces y sombras de la vida española, subrayan el trabajo por el bien común como base de nuestra democracia, de nuestras libertades. El Estado social y democrático de derecho consagrado en la Constitución.

En su aparente asepsia y pese a su comprensible polisemia, los discursos de Navidad del Rey suelen responder a las inquietudes que marcan la vida diaria de los españoles más allá de acontecimientos como el procés o la pandemia. Si otros años el foco estuvo en la precariedad y el desempleo, esta vez lo estuvo en la inmigración y la vivienda. Es de celebrar que en la alocución real la inmigración apareciese despojada de toda connotación negativa en estos tiempos de ascenso de partidos xenófobos, movilizados a partir de su rechazo o incluso de la expulsión de los inmigrantes. Las migraciones son una realidad histórica, pero también un hecho cotidiano que está en la base de nuestras sociedades “abiertas e interconectadas”. Lo que requieren es una buena gestión y una integración respetuosa, basada en las normas comunes de convivencia y en el reconocimiento de la dignidad de las personas. Para Felipe VI, del éxito en la recepción de los inmigrantes depende el futuro de “nuestros principios y la calidad de nuestra democracia”.

También la vivienda mereció una especial atención. Pese a que afecta sobre todo a los más jóvenes, es el verdadero gran problema de la mayoría de los ciudadanos, el mayor lastre para que el “prometedor” comportamiento de la economía española —subrayado por el Rey— se traduzca en reducción de la desigualdad. Es un reto nacional. De ahí la apelación a que todos los implicados faciliten el acceso a la vivienda “en condiciones asumibles”. No sirven las salidas particulares ni abonadas a la ley del más fuerte. Una vez más, el bien común. “Y realmente podemos hacerlo”, señaló el Rey.

Las palabras de compromiso respecto a la inmigración y a la vivienda valen también para el inestable panorama mundial, marcado por el desprecio al derecho internacional, la violencia y el negacionismo climático. Para España, como dijo el jefe del Estado, Europa es la referencia más valiosa y un legado que debemos a las generaciones venideras. No hay reto, por grave que sea, que justifique apartarse de los derechos humanos y las conquistas en bienestar social, es decir, los valores sobre los que se asienta nuestra democracia.

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