La educación ha muerto

Los lectores escriben sobre la victoria de Donald Trump en EE UU, el aparcamiento urbano, los países que preparan a su población para un hipotético escenario de guerra, y las luces de Navidad

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, en el Capitolio en Washington (Estados Unidos), el pasado 13 de noviembre.Brian Snyder (REUTERS)

Platón hacía hincapié en que el gobernante debía recibir una educación exhaustiva que lo habilitara para gobernar, y que en este además debía imponerse el alma racional y su virtud por naturaleza, la sabiduría. Sin embargo, la victoria de Trump nos han demostrado lo contrario. Platón se volvería a morir en el acto si descubriese que el mundo actual gira en torno al eje del odio, que la estulticia ha defenestrado a la verdad, y que la ineptitud tiene honores dentro de esta corte de ignorancia. La verdad, que solo se entiende mediante la educación, ha sucumbido ante una pandemia de bulos. El futuro se presenta escalofriante con un presidente de la primera potencia mundial que ensalza la guerra y asume el odio como dogma. La educación ha muerto, crucemos los dedos para que la esperanza no lo haga también.

Andrés Luengo Garrido. Huelva

La paradoja del aparcamiento urbano

En muchas ciudades, los espacios de aparcamiento parecen haberse convertido en una paradoja: se restringen y encarecen con la intención de fomentar el transporte público, pero sin ofrecer alternativas reales para quienes dependen del coche. Las tarifas elevadas y la proliferación de zonas verdes y azules pueden tener una lógica recaudatoria, pero ¿realmente están resolviendo el problema de la congestión o simplemente están empujando a quienes no pueden pagar hacia las afueras? Si queremos un cambio, debe ir acompañado de un transporte público accesible, eficiente y pensado para las necesidades de todos.

Laia Arroyo López. El Masnou (Barcelona)

Prepararse para la guerra

Leo en EL PAÍS que los países nórdicos instan a la población a prepararse para una posible guerra. Miro alrededor y nadie se inmuta. Las personas viajan, hacen compras, estudian, hablan por teléfono... Alguien me podría decir: ¿Ahora te caes del pino? ¿No sabes que hace 1.000 días que Ucrania ya está metida en una guerra?, ¿No sabes que ya son más de 40.000 los muertos en Gaza y Líbano? Sí, lo sé. Quizás haya despertado un poco ahora. Me viene a la memoria el comentario de un personaje de la novela de Lion Feuchtwanger, Los hermanos Oppermann: “Lo que había aprendido de la historia es que era asombroso que los amenazados en cada momento pensaran ponerse a salvo demasiado tarde”.

Alejandro Oleaga. Bilbao

Disfrutar con cabeza

Las luces de Navidad son una tradición que aporta ilusión a la población. Las calles se iluminan, la gente se junta para verlas, y te alegran un poco más las noches de invierno. Pero en un contexto de crisis energética y económica, ¿no deberíamos plantearnos formas más sostenibles de celebrar estas fechas? Las luces se encienden a finales de noviembre o principios de diciembre, cuando aún queda un mes para los festivos. Sería ideal reducir los horarios o apostar por iluminación más sostenible, para que parte del presupuesto destinado a estas decoraciones se invirtiera en iniciativas que apoyen a quienes más lo necesitan, como por ejemplo, para Valencia. La Navidad no debería medirse solo en luces, sino en solidaridad y cuidado por el planeta.

Sara Puyal Puyal. Barcelona


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