Los leopardos de Trump nos van a comer la cara

La historia de 2016 se repite: ya tenemos aquí los lamentos y los análisis tras la derrota demócrata y, cómo no, a los primeros arrepentidos de su voto

Un ciudadano de Florida saludaba en marzo de 2023 una bandera estadounidense con la foto de Trump.JOE RAEDLE (Getty)

Tras la reelección en diferido de Donald Trump, estamos sufriendo los mismos debates y reacciones que ya vivimos en 2016. Es como ver un remake cutre de una película que ni siquiera nos gustó. Por ejemplo, ya hemos vuelto a ese momento en el que los analistas políticos intentan entender y explicar cómo ha ganado Trump, más o menos con las mismas preguntas que hace ocho años: ¿los demócratas han abandonado a la clase trabajadora? ¿Deberían olvidarse de los asuntos identitarios y de género? ¿Deberían girar al centro? ¿Deberían girar a la izquierda? ¿Qué influencia han tenido las redes sociales? ¿Y Vladímir Putin? ¿Necesitaban otro candidato? ¿Otro eslogan? ¿Una gorra llamativa, quizás con una hélice?

Como en 2016, el shock también llega a algunos de los votantes de Trump, que ven a lo lejos a unos cuantos leopardos hambrientos. Me refiero a un tuit clásico que el escritor Adrian Bott publicó en 2015, y que se comparte cuando la derecha populista gana unas elecciones y empieza a poner en práctica sus planes: “‘Nunca pensé que los leopardos se comerían mi cara’, lamenta una mujer que votó por el Partido de los Leopardos que Comen la Cara de la Gente”. En su origen, el tuit ni siquiera se refería a Trump. El autor es británico y hablaba de los recortes en las ayudas fiscales a las familias del Reino Unido, pero se ha convertido en un meme que ayuda a enmarcar la reacción de los votantes que se sorprenden al ver que las decisiones que votaron también les afectan a ellos.

A lo largo de los últimos años se han popularizado ejemplos de personas alarmadas ante la actitud poco amistosa de las fieras salvajes. Como una votante del Brexit indignada porque no era consciente de que salir de la UE dificultaría su intención de seguir viviendo en Portugal sin visado, o una estadounidense pro-Trump que vio cómo su marido mexicano era expulsado del país en 2017. En Reddit existe un subforo dedicado a recoger ejemplos de votantes sorprendidos, que se llama, por supuesto, Leopards ate my face. Los participantes han cazado casos recientes de votantes republicanos que ven cómo pueden quedarse sin cobertura médica pública, de empresarios preocupados por los aranceles y de padres de niños con necesidades especiales que no saben qué va a pasar si Trump elimina el departamento de Educación, como prometió. El tuit se ha hecho tan popular que la actriz Franchesca Ramsey compuso hace meses una canción que usa en las redes para reaccionar a los lamentos de trumpistas traicionados.

Es verdad que no votamos solo por interés y egoísmo: podemos pensar que una decisión nos perjudica, pero beneficia a la mayoría. También podemos votar porque creemos que es lo correcto, por costumbre o incluso por fastidiar a los demás. Pero el meme no valora solo el daño autoinfligido, porque daño nos hacemos todos, sino la sorpresa ante algo que el candidato anunciaba abiertamente que iba a hacer y la confianza absurda de estos ciudadanos en que a ellos no les iba a afectar: “Vamos a recortarle la sanidad pública a todo el mundo menos a ti”.

Esta sorpresa resultaba razonable en 2016: es posible que la única persona que confiaba entonces en una victoria de Trump fuese Putin. Además, nadie quería tomarse en serio todo lo que Trump dijo en campaña. Pero lo normal es que los políticos y partidos que ganan unas elecciones al menos intenten poner en práctica sus programas electorales. Que Trump nos parezca un excéntrico (por decirlo de forma suave) no significa que no quiera llevar a cabo sus propuestas. Al contrario, es otro motivo para temer que lo va a hacer, igual que harán los ultras en España si ganan las elecciones. Parece poco probable que Santiago Abascal llegue a la vicepresidencia del Gobierno y entonces confiese que en realidad siempre ha sido muy socialdemócrata. “¿La UE y el cine español? Lo mejor, si me preguntan”.

De todas formas, ver a personas atacadas por leopardos no resulta un espectáculo agradable, por mucho que disfrutemos en privado la Schadenfreude. No es solo que éticamente sea discutible, sino que además también nos afecta a nosotros: ni aunque estemos en otro país nos vamos a librar de los efectos de la victoria de Trump. Los leopardos nos van a comer la cara a todos, y tener razón no hará que duela menos.

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