Alerta ante las infecciones sexuales

Los nuevos protocolos de actuación sanitaria son un paso necesario ante el crecimiento descontrolado de casos de ITS

Un joven se hace en Barcelona una prueba de infecciones de transmisión sexual.Carles Ribas

La explosión de casos de infecciones de transmisión sexual (ITS) se ha convertido en los últimos años en un creciente problema de salud pública y una de las preocupaciones más relevantes de las autoridades sanitarias internacionales. Cada año, los Estados miembros de la UE notifican unos 300.000 nuevos diagnósticos de ITS bacterianas. En el caso de España, el último informe de vigilancia epidemiológica, publicado el pasado lunes por el Instituto de Salud Carlos III y relativo a 2023, constata la aceleración de los contagios: el mayor número de casos de gonorrea y sífilis registrados desde 1995 y de clamidia y linfugranuloma venéreo desde 2016. Es una tendencia ascendente que solo experimentó una ligera caída en 2020, previsiblemente por la pandemia. El informe no mide el VIH que, por contra, muestra una tendencia descendente.

Los avances en la prevención del VIH y en la lucha contra el sida han tenido como derivada una menor conciencia de riesgo ante las ITS, especialmente entre las generaciones más jóvenes, que utilizan menos el preservativo en sus relaciones sexuales. En el aumento del número de casos puede tener algún efecto la mejora en los métodos de detección, pero los números resultan suficientemente explicativos y preocupantes. La cifra de casos de gonorrea ha crecido en el último decenio en España casi un 938%, mientras que los de sífilis casi se han triplicado. La clamidia, cuyo seguimiento comenzó en 2016 y no lo realizan todas las comunidades, es la ITS más común desde que se empezó a notificar: en estos siete años ha aumentado en un 411%.

Los más afectados son los hombres de entre 20 y 34 años, aunque con variaciones en las franjas de edad según la infección. La tasa de casos de gonorrea por 100.000 habitantes es en el tramo de 20 a 24 años casi el cuádruple de la media y en el caso de la sífilis es cerca del doble. Hay que poner el foco, por tanto, en la educación sexual en colegios e institutos. La educación sexual no se puede dejar a internet.

Esta multiplicación de los casos de ITS ha llevado a Sanidad y las principales sociedades médicas a consensuar avances en los protocolos de diagnóstico y tratamiento. La nueva guía, que sustituye a la publicada en 2017, propone ampliar los cribados para detectarlas e incluir rutinariamente como parte de la historia clínica preguntas claras y respetuosas sobre las conductas sexuales. Y dedica un capítulo específico, que hasta ahora no existía, a niños y adolescentes, el tramo clave para contener este problema a futuro. A la espera de los efectos en las estadísticas, hay que saludar que las administraciones se tomen en serio la salud sexual, especialmente cuando los jóvenes crecen con acceso ilimitado a fuentes de información distorsionadas.

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