Los inmigrantes, mejor sin gafas de sol

El mensaje racista del PP es ruin. La pregunta es: ¿y cómo nos defendemos de esa ruindad?

García Albiol y Núñez Feijóo, en mayo en un mitin en Badalona.Enric Fontcuberta (EFE)

Le molesta a Xavier García Albiol (PP) que en el ferri que le trae de Ibiza, posiblemente de unas merecidísimas vacaciones, haya una decena de magrebíes con bolsas de una “entidad social” (¡alguien se organiza para ayudarles!), con teléfonos, gafas de sol y hasta con cuerpo de gym. Pudiendo viajar solo rodeado de europeos fofos, lástima que al alcalde de Badalona se le estropee la vista con la presencia de esos ...

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Le molesta a Xavier García Albiol (PP) que en el ferri que le trae de Ibiza, posiblemente de unas merecidísimas vacaciones, haya una decena de magrebíes con bolsas de una “entidad social” (¡alguien se organiza para ayudarles!), con teléfonos, gafas de sol y hasta con cuerpo de gym. Pudiendo viajar solo rodeado de europeos fofos, lástima que al alcalde de Badalona se le estropee la vista con la presencia de esos inmigrantes en forma que —él ya lo sabe— acabarán como acabarán: no descuartizando animales en los mataderos para hacer butifarras, recogiendo uvas a 40 grados ni todos esos trabajos que los autóctonos ya no queremos hacer, sino okupando casas y merodeando en busca de alguna forma de liarla. Tal vez preferiría que llegaran en harapos, convendría sugerírselo a esa “entidad”.

El tuit xenófobo de Albiol, bien apadrinado por las declaraciones de Alberto Núñez Feijóo cuando vincula inmigración e inseguridad, es la bomba que estos días legitima desde la política los ataques racistas lanzados por la ultraderecha para generar odio y azuzar los sentimientos más viscerales de la población. El PP debería tenerlo claro: los ultras están usando miserablemente el asesinato de un niño para hacer política. Y acompañarles les lleva al mismo camino hacia la miseria humana. Ojalá salgan de ahí.

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Los intentos de la ultraderecha española de incendiar las calles como hicieron sus correligionarios británicos en julio han fracasado. Pero los instigadores campan a sus anchas mientras líderes políticos como Albiol, Alvise Pérez o diputados de Vox firman con nombre y apellidos sus mensajes de odio.

El fiscal de la unidad de delitos de odio abrió la puerta en Hoy por hoy a prohibir el anonimato y a condenar al alejamiento digital. Podría resultar interesante, nada sobra. Pero los peores mensajes xenófobos, los más efectivos y con mayor altavoz, tienen nombre y apellidos, como el de García Albiol. No es delito criticar a los inmigrantes por llevar teléfono y gafas de sol, pero es ruin.

¿Y cómo nos defendemos de la ruindad? Esa es la cuestión. Atribuir los delitos a los inmigrantes ha sido el deporte nacional de Donald Trump frente a unos datos que desmienten la tendencia. Sus imitadores españoles se han apuntado a la misma liga y usan la libertad que nos da la democracia para airear su bajeza. De momento, el empuje de Alvise ha empeorado a Vox, que ha empeorado a su vez el PP. Responsabilidad de este es poner freno a esa degradación que puede dar pan para hoy (muchos me gusta, seguidores, retuits) y hambre para mañana (la derrota electoral). Veremos.

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