Mentiras y financiación autonómica

El debate sobre los dineros de las comunidades surge solo por las negociaciones para formar Gobierno en Cataluña

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles en el Congreso.Mariscal (EFE)

Para defender la ley de amnistía, Pedro Sánchez declaró que hacía de la necesidad virtud. En realidad, presentaba la necesidad personal como virtud común. Es lo que ha ocurrido con el debate de la financiación autonómica. Surge únicamente por ...

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Para defender la ley de amnistía, Pedro Sánchez declaró que hacía de la necesidad virtud. En realidad, presentaba la necesidad personal como virtud común. Es lo que ha ocurrido con el debate de la financiación autonómica. Surge únicamente por las negociaciones para formar Gobierno en Cataluña. Como hay que entenderlo todo al revés, la prueba más clara es que el presidente ha desvinculado la financiación de la investidura de Illa. Uno de los bulos del procés fueron los 16.000 millones de euros anuales de déficit del Estado con respecto a Cataluña: una mentira desmontada por Josep Borrell y Joan Llorach en Los cuentos y las cuentas de la independencia. Ahora las demandas son el cupo (Esquerra), la gestión del 100% de los tributos (Junts) o la “singularidad”, y circulan mentiras y distorsiones más discretas, que falsean cifras o aceptan marcos tramposos. Frente a las leyendas, un informe de la Federación de Estudios de Economía Aplicada publicado en enero de este año criticaba el sistema de financiación autonómica. Sus problemas principales, decía, eran de transparencia y de responsabilidad. Murcia, Andalucía, la Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha están infrafinanciadas; no es el caso de Cataluña (tercera en aportar y novena en recibir).

Javier Jorrín ha escrito sobre una propuesta que permitiría reformar la financiación y contentar a parte del independentismo: se respetaría el principio de ordinalidad. Un problema es que también beneficiaría a la Comunidad de Madrid. Otro, acaso superado, que la ordinalidad restringe la redistribución: como escribió Luis Abenza, aceptar ese principio “no es una expresión de valores igualitarios o socialdemócratas; es una concesión”. Rodríguez Zapatero ha defendido un trato “singular” a Cataluña porque es “un motor económico” y exporta mucho. Si, en aras de la discusión, tomáramos sus palabras en serio, se trataría de dar un trato privilegiado para reforzar un liderazgo: curiosa propuesta de izquierdas. En cambio, la afirmación de Sánchez de que “es compatible mejorar el sistema de financiación autonómica desde el plano multilateral y al mismo tiempo articular una financiación singular para un territorio tan importante como Cataluña” no va contra la izquierda, sino contra la lógica. Singular (“solo, extraordinario, raro o excelente”) significa una cosa y la contraria. Todos somos singulares porque somos diferentes, pero algunos son más iguales que otros porque son más singulares. ¿En qué consiste la singularidad y por qué justifica un trato preferente? Se miente con los números, pero lo primero que se corrompe siempre son las palabras.

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