Pesadillas de guerra, sueños de paz

El conflicto palestino-israelí tiene cinco posibles soluciones, pero solo una resulta viable y justa

Una gazatí se sienta entre los cadáveres de su marido y uno de sus hijos, muertos en un bombardeo israelí sobre la franja de Gaza.DOAA ROUQA (REUTERS)

Son cinco las puertas de salida. Solo una es a la vez moralmente buena y políticamente viable. La primera es una pesadilla repugnante. Es la de Hamás, con patrocinio de Irán. Un único Estado islámico entre el Jordán y el Mediterráneo para sustituir y destruir a Israel. Los gazatíes conocen muy bien qué tipo de régimen implantaría. La temen las autocracias árabes, y la saudí la que más, pues extendería la hegemonía iraní hasta Jerusalén. Para Europa, es una versión islamista de su peor historia de...

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Son cinco las puertas de salida. Solo una es a la vez moralmente buena y políticamente viable. La primera es una pesadilla repugnante. Es la de Hamás, con patrocinio de Irán. Un único Estado islámico entre el Jordán y el Mediterráneo para sustituir y destruir a Israel. Los gazatíes conocen muy bien qué tipo de régimen implantaría. La temen las autocracias árabes, y la saudí la que más, pues extendería la hegemonía iraní hasta Jerusalén. Para Europa, es una versión islamista de su peor historia de antisemitismo secular, hitlerismo y genocidio. Puede interesarle a Putin, pero ni Estados Unidos ni Europa la permitirán.

La segunda es como la anterior, pero al revés. Un solo Estado judío entre el río y el mar, tras la expulsión de centenares de miles de palestinos. El Gran Israel del extremismo mesiánico y supremacista tan bien representado en el Gobierno de Netanyahu. La ha entreabierto la guerra de Gaza provocada por Hamás, pero exige una limpieza étnica e incluso que empiece el exterminio para que la masa de los palestinos se vaya de las tierras de propiedad judía por derecho divino. Es la misma pesadilla, pero sionista. Destruye todo lo que tiene de bueno Israel, incluyendo la admiración que suscita en el mundo. Es dudoso que termine con la causa palestina y que Hamás desaparezca. Al contrario.

La tercera es el actual statu quo, una puerta falsa. Un solo Estado, Israel, y varias categorías de habitantes: los israelíes judíos, con plenos derechos; los israelíes palestinos, con más derechos civiles y políticos que cualquier ciudadano de los países árabes vecinos, pero discriminaciones legales y prácticas con relación a sus conciudadanos israelíes; los palestinos de Jerusalén, Gaza y Cisjordania, sometidos a distintas lacras, sean las actuales matanzas, el acoso de los colonos, el régimen de ocupación militar, la dictadura de Hamás o la decrépita Autoridad Palestina. Ante esta puerta cerrada agoniza lentamente la comunidad palestina, mientras Israel disuelve su alma liberal en el autoritarismo de una nación militarizada para siempre. Interesa a Netanyahu para mantenerse en el poder y a sus socios extremistas para derivar hacia la segunda y execrable salida.

Imaginaron la cuarta los mejores sionistas a principios del siglo XX. Palestina como patria plural para que los judíos perseguidos vivieran en paz junto a los autóctonos árabes, cumpliendo así la vocación bíblica de un pueblo elegido como luz de las naciones. La más moral y la más irreal. Por desgracia, quedó obsoleta con los primeros enfrentamientos cruentos entre árabes y judíos y luego el Holocausto. El sueño se desvaneció quizás para siempre.

Queda la quinta, la única justa y realista. Idénticos derechos para todos, individuales y colectivos, libertades civiles y derecho a la autodeterminación para las dos naciones. Dos Estados, mutuamente reconocidos, en paz y seguridad. Jerusalén como capital compartida. Como Francia y Alemania reconciliadas. En un horizonte de integración económica e incluso política al estilo de la Unión Europea. Fue el sueño de Simón Peres.

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