Netanyahu empuja Gaza al pasado
La destrucción provocada por el ejército israelí ha hecho retroceder la Franja 20 años atrás en términos de desarrollo
No solo es la irrecuperable pérdida de vidas —hasta el momento más de 34.500 muertos—, ni los más de 77.000 heridos, ni las secuelas psicológicas de centenares de miles de civiles palestinos aterrados ante la posibilidad de que ellos o alguno de sus familiares pueda morir en cualquier momento. La destrucción a gran escala en Gaza —fruto de la ofensiva militar ordenada por Benjamín Netanyahu a raíz del ataque de Hamás el 7 de octubre que costó la vida a 1.200 israelíes— ha hecho retroceder la Franja, y en menor medida al resto de territorios palestinos, 20 años en el tiempo en términos de desar...
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No solo es la irrecuperable pérdida de vidas —hasta el momento más de 34.500 muertos—, ni los más de 77.000 heridos, ni las secuelas psicológicas de centenares de miles de civiles palestinos aterrados ante la posibilidad de que ellos o alguno de sus familiares pueda morir en cualquier momento. La destrucción a gran escala en Gaza —fruto de la ofensiva militar ordenada por Benjamín Netanyahu a raíz del ataque de Hamás el 7 de octubre que costó la vida a 1.200 israelíes— ha hecho retroceder la Franja, y en menor medida al resto de territorios palestinos, 20 años en el tiempo en términos de desarrollo, disparado la pobreza a niveles sin precedentes y condicionado dramáticamente el futuro de millones de palestinos. Aunque la guerra se detuviera ahora mismo, tardarían décadas en recuperarse.
Así lo ha denunciado un exhaustivo informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), cuyas cifras y previsiones basadas en estas hablan por sí solas. Casi el 60% de la población palestina ha quedado sumida en la pobreza. Más de 1.700.000 civiles palestinos que antes del 7 de octubre podían subsistir con sus propios recursos en Cisjordania, y, pese al duro bloqueo impuesto por Israel en 2005, en Gaza, ahora no tienen como hacerlo. Casi 80.000 viviendas gazatíes han quedado completamente destruidas y otras 370.000 han quedado dañadas, lo que hace muy difícil su habitabilidad. Por si esto fuera poco, están además las cifras macroeconómicas. El Producto Interior Bruto palestino se ha desplomado en un 29% en apenas seis meses y solo las pérdidas en este concepto alcanzan los 7.100 millones de euros, lo cual supone un retroceso dramático en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por la ONU.
Se trata de cifras objetivas, sin sesgo político alguno, de una realidad que ha desatado una oleada de indignación mundial ante la actitud de Netanyahu, empeñado en una espiral de sangre que ni siquiera le ha servido para alcanzar los objetivos que él mismo anunció, comenzando por la liberación de los rehenes en manos de Hamás. En torno a 130 permanecen todavía secuestrados por la milicia islamista, incluida en la lista de organizaciones terroristas de Estados Unidos y la Unión Europea
Las masivas movilizaciones estudiantiles convocadas en los campus universitarios de EEUU —y que comienzan a extenderse por Europa y Latinoamérica— y las primeras consecuencias diplomáticas graves —como la ruptura de relaciones con Israel anunciada por Colombia o de intercambios comerciales decretada por Turquía— deberían servir para que el primer ministro israelí sea consciente del profundo daño que le está causando a su propio país. Ya lo es una parte de sus compatriotas, que incansablemente le exigen que ponga fin a la guerra y dimita.