La taberna de Pablo Iglesias: un mojito Fidel para la mesa Pepa Flores, por favor

El exvicepresidente coge reservas en su nuevo bar, lleno de referentes de izquierdas y que ya motivó un alud de comentarios antes de su apertura

Fachada de la Taberna Garibaldi, en el barrio madrileño de Lavapiés.Fernando Alvarado (EFE)

Llama una señora para reservar una mesa y le coge el teléfono todo un exvicepresidente del Gobierno. Muy en su nuevo papel, toma nota de la comanda hasta que la clienta reconoce su voz y entonces se echan unas risas. Lo cuenta el propio Pablo Iglesias, mientras acaba de secar los cubiertos, en un vídeo promocional de la Taberna Garibaldi, que ha montado junto al poeta Sebastián Fiorilli y el cantautor Carlos Ávila en el barrio madrileño de Lavapiés. “El grueso del c...

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Llama una señora para reservar una mesa y le coge el teléfono todo un exvicepresidente del Gobierno. Muy en su nuevo papel, toma nota de la comanda hasta que la clienta reconoce su voz y entonces se echan unas risas. Lo cuenta el propio Pablo Iglesias, mientras acaba de secar los cubiertos, en un vídeo promocional de la Taberna Garibaldi, que ha montado junto al poeta Sebastián Fiorilli y el cantautor Carlos Ávila en el barrio madrileño de Lavapiés. “El grueso del curro lo llevarán otros compañeros”, apostilla el fundador de Podemos, que lleva el mismo suéter con los colores de la bandera republicana estampados que en su CanalRed.tv, la cadena en la que acaba de dar un poco de caña al siempre discreto MAR (Miguel Ángel Rodríguez). Es incisivo, pero no se le ve especialmente ofuscado, como en otras ocasiones. Tal vez porque sabe que poco después podrá relajarse tomándose un cóctel revolucionario, un mojito Fidel, un daiquiri Che o un negroni Gramsci. O pegar un bocado con la tranquilidad de saber que no hay revisionistas históricos entre sus ingredientes, unas enchiladas Viva Zapata, por ejemplo, o algo más ligero, una insalata Garibaldi.

Son algunas de las propuestas de la carta de la taberna que se ha inaugurado este martes, pero que ha sido centro de innumerables comentarios en las redes sociales desde que se anunció su apertura. Parece que no hace falta dedicar presupuesto a la promoción. Pablo Iglesias, con 2,6 millones de seguidores en X, nunca pasa desapercibido. No engaña y no tiene por qué. Su taberna es de izquierdas, con referentes comunistas, ¿y qué? Por cierto, se puede reservar la mesa Pepa Flores, con cartel de la actriz incluido, un espacio blanco, entre casual y minimal, que, se presume, será de los más solicitados. ¿Y Lola Gaos? “También se merece una mesita”, comenta un internauta camarada. Sí, sí, pero ¿cuáles son los precios”, se pregunta un usuario no tan camarada, con la mosca caza-rojo-hipócrita tras la oreja.

Los precios son razonables para el centro de Madrid. Un cóctel, nueve euros; una cerveza de marca, tres; unos espagueti alla puttanesca, 10; un gelato al cioccolato, cinco. En otros garitos te pueden pedir casi el doble por un dry martini cualquiera, sin el peso histórico e ideológico del Durruti dry martini de la taberna roja. Un apellido, el del mítico anarquista Buenaventura Durruti, que le ha costado al establecimiento ser vandalizado antes de su apertura. Una pintada ácrata en la fachada advertía: “Exvicepresidente: exigimos la retirada inmediata del cóctel Durruti o el proletariado anarquista pasará a la acción —lxs amigxs de Durruti—”. La formulación es de amenaza, aunque tampoco se puede descartar una carga zumbona y humorística, alentada por la exigencia “inmediata” de retirada de un cóctel. No debe hacer ninguna gracia, en cualquier caso, tener que acarrear con las consecuencias.

La relación entre los anarquistas y los comunistas nunca ha sido fácil, pero probablemente esa reacción era la que menos se podía esperar, teniendo en cuenta que Iglesias es una de las dianas preferidas de la derecha y, especialmente, de la ultraderecha. Hay quien muestra su preocupación por posibles ataques contra la taberna, a tenor, por ejemplo, del brutal y prolongado acoso que sufrieron Pablo Iglesias e Irene Montero en la puerta de su casa. En las redes, las críticas se mezclan con los comentarios humorísticos sobre el parque temático comunista y los mensajes de apoyo, como ese que solo llama a la taberna “su puerta giratoria”, en contraste con la de otros políticos. La periodista y politóloga Estefanía Molina bromeaba en la línea de flotación de la vicepresidenta y antigua socia de Iglesias: “Se entiende por qué Yolanda Díaz insistía en la hora de cierre de la hostelería en Madrid”. Un comentario que generó otros muchos, la mayoría integrados, pero también apocalípticos: “Los placeres negativos de los que hablaba Ortega y Gasset: la dicha de no tener que ir nunca a ese antro”.

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