El precio del aceite

Este producto no tiene la capacidad de subirse a sí mismo. Lo que se busca con la fórmula impersonal no es la economía lingüística, sino la dispersión de la responsabilidad de la subida

Una mujer compra una botella de aceite de oliva en un supermercado.Getty Images

“Se habla inglés”. He ahí una forma impersonal del verbo hablar. Significa que la acción carece de un sujeto determinado. Leí la frase en el escaparate de una tienda cercana a un museo y me llamó la atención, aun siendo tan corriente, porque hay días en los que lo normal revela su costado extraordinario. Pensé en lo económica que resulta esta forma, la impersonal. A lo mejor en esa tienda solo hablaba inglés un alma de las cuatro o cinco que atendían, pero resultaría excesivo informar con este detalle al público. Imagínenselo: “De entre los dependientes y las dependientas (lamento la duplicaci...

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“Se habla inglés”. He ahí una forma impersonal del verbo hablar. Significa que la acción carece de un sujeto determinado. Leí la frase en el escaparate de una tienda cercana a un museo y me llamó la atención, aun siendo tan corriente, porque hay días en los que lo normal revela su costado extraordinario. Pensé en lo económica que resulta esta forma, la impersonal. A lo mejor en esa tienda solo hablaba inglés un alma de las cuatro o cinco que atendían, pero resultaría excesivo informar con este detalle al público. Imagínenselo: “De entre los dependientes y las dependientas (lamento la duplicación, pero el genérico es a menudo un término disminuido) de este negocio, solo uno (o una) habla inglés”.

“Se prohíbe fumar”. “Se sirve comida italiana”. “Se ruega vestir la ropa adecuada a la situación”. ¿Quién prohíbe fumar? ¿Quién sirve comida italiana? ¿Quién ruega que llevemos la ropa adecuada a la situación? Ni idea, no se sabe, flota en la atmósfera. “Esta peluquería se abre a las nueve y se cierra a las dos”. ¿Quién la abre? ¿Quién la cierra? ¿Son dos personas distintas o es la misma? Nos importa un rábano. Que les den. Lo extraño sería descubrir un cartel que dijera: “La peluquería la abre mi mujer a las nueve porque yo llevo al niño a la guardería”.

Hay sin embargo formas verbales harto confusas. “Sube el precio del aceite”, por ejemplo. Si, según la fórmula clásica, le preguntáramos al verbo quién o qué sube, el verbo nos respondería: el precio del aceite. El precio del aceite sería entonces el sujeto. Falso. El precio del aceite no tiene la capacidad de subirse a sí mismo. Lo que se busca con esta fórmula (ambiguamente impersonal) no es la economía lingüística, sino la dispersión de la responsabilidad de la subida, cuyos culpables tienen nombres y apellidos que nos encantaría conocer. Dicho de ese modo, parece, en cambio, que el causante de que suba el precio del aceite es el precio del aceite.

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