Por la amnistía

Siete razones avalan la concesión de la medida de gracia a los independentistas catalanes

Una persona sujeta una pancarta por la amnistía en una protesta en octubre de 2019 en Barcelona.Albert Garcia

La gran medida de gracia nos quita el sueño. Nació de un pecado original, su necesidad parlamentaria, pero su origen no desnaturaliza su destino. Sigue sin ser explicada, ...

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La gran medida de gracia nos quita el sueño. Nació de un pecado original, su necesidad parlamentaria, pero su origen no desnaturaliza su destino. Sigue sin ser explicada, más allá de cuatro brochazos de Pedro Sánchez y ninguno de los demás, pero eso no la invalida. La atacan por antinacional, pero sobre todo quienes creen que todo lo que no es suyo implica traición.

Así que conviene considerar si hay razones de peso para otorgarla. Y sí, las hay. Siete, al menos. No siete votos, sino siete motivos. No porque no vayan a “repetirlo”; lo harán si pueden, pero no podrán si se les siega la hierba bajo los pies. Y cuando se demuestre a sus seguidores que ese Estado es también suyo, nada podrán alegar en contra.

Tampoco porque se topen con un Estado desballestado, pues este seguirá disponiendo del artículo 155 de la Constitución, y del Código Penal, y de la jurisprudencia constitucional: ¿o acaso esta es la nada, de nada sirve y a nada aboca? Así que hay siete razones, queridos constitucionalistas que votasteis contra la Constitución y ahora la alabáis como a un tótem congelado:

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1. Dos millones. Hubo en el otoño de 2017 un golpe fallido con dos millones de gentes respaldándolo en urnas sui generis. Aún crepitan sus rescoldos, sus dolores, sus frustraciones: suavizadas, sí, pero permanecen. ¿Las cauterizamos o no?

2. Llevamos un decenio arrastrando los pies, sin recuperar a los actores de la rebeldía, sin abocar a la reconciliación y con grupos parlamentarios capaces de bloquear. ¿Es creativo?

3. Llevamos un quinquenio largo, desde 2017, con la locomotora económica de España —Cataluña— gripada, semiparalizada, sin pensar ni proyectar más allá de sí misma ni de sus ensoñaciones. ¿Conviene a todos?

4. Los cabecillas del golpe fueron indultados. Quedan más de 400 colaboradores y secuaces que están al pairo. ¿Es lógico este abismo asimétrico entre dirigentes y curritos? ¿Es que acaso solo puede dispensarse generosidad a la élite?

5. Hay medio millón de votantes dispuestos a creer simplezas milagrosas (los de Junts, los de la CUP) y muchos más tentados: ¿no será mejor brindarles vías razonables?

6. Esos votos dan brillo a gentes desafectas, a grupos parlamentarios rupturistas. ¿No sería bueno integrarlos?

7. ¿Es positivo prolongar hasta el infinito una situación en que lo normal parezca ser la descortesía con la jefatura del Estado, la anomia institucional, la indiferencia cívica? Dudemos. Seguro que no es excelente para la digestión.


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