Feijóo se queda borroso

La tarea más urgente para el líder del PP es redefinir su perfil: o conciliador como Juan Manuel Moreno o radical como Isabel Díaz Ayuso

Pedro Sánchez recibe el aplauso del grupo parlamentario socialista tras ser investido presidente del Gobierno, el pasado 16 de noviembre.Claudio Alvarez

El 16 de noviembre, a la una y cuarto de la tarde, Alberto Núñez Feijóo empezó a quedarse borroso. Solo unos segundos después de que la presidenta del Congreso leyera el resultado de la votación de investidura, Pedro Sánchez se puso de pie en el escaño, se giró para recibir el aplauso de los diputados socialistas y les dedicó el suyo. Al mismo tiempo, el presidente del PP recogió sus papeles, los metió en una ca...

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El 16 de noviembre, a la una y cuarto de la tarde, Alberto Núñez Feijóo empezó a quedarse borroso. Solo unos segundos después de que la presidenta del Congreso leyera el resultado de la votación de investidura, Pedro Sánchez se puso de pie en el escaño, se giró para recibir el aplauso de los diputados socialistas y les dedicó el suyo. Al mismo tiempo, el presidente del PP recogió sus papeles, los metió en una carpeta azul y se dirigió lentamente, con la mano derecha metida en el bolsillo del pantalón, hacia el lugar donde Sánchez estaba siendo aclamado. Se paró y esperó. Sería cosa de un par de segundos, pero a Claudio Álvarez, fotógrafo de este periódico, le dio tiempo para escribir, de un solo disparo, la crónica más certera, el editorial más afinado.

En primer término, Sánchez, feliz y enfocado; detrás, ya entre las brumas de la derrota, Feijóo, y un poco más allá, bajando de sus escaños, una cascada desenfocada de ministros y ministras que ya no lo serán y que, en las vísperas de unas elecciones que daban por ganadas, llegaron en algunos casos a actuar como si lo fueran. ¿Cuántos “juro por mi conciencia y honor” se quedaron para siempre en un ensayo frente al espejo?

Ahora, entre hoy y mañana, Núñez Feijóo tiene que terminar de perfilar su nuevo equipo al frente del PP y de oposición al Gobierno. A través del talante de los elegidos —de los que ya se han filtrado algunos nombres— se podrá inferir qué planes tiene Feijóo para sí mismo, si quiere verse retratado como un dirigente moderado, capaz de sobreponerse a la frustración de la derrota o si, por el contrario, prefiere continuar con una deriva peligrosa para sí mismo y para los demás, la de quien va por los bares diciendo que él es el presidente legítimo mientras que es otro el que sale en el televisor presidiendo el Consejo de Ministros.

Basta darse un paseo por la antigua Twitter —esa red social que la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, define como un “arma de destrucción masiva de la democracia”— para ver qué tipo de traje de líder de la oposición puede elegir Feijóo según las tendencias en su propio partido. Si dejamos a un lado los que son presidentes por los pelos o por los votos de Vox, nos quedamos con dos perfiles bien distintos. Uno es el que refleja este tuit del presidente andaluz, Juan Manuel Moreno:

—El #AcuerdoPorDoñana es bueno para #Andalucía, para España, para el Parque Nacional y para su entorno. Cuando todos buscamos el interés general, siempre se puede llegar a acuerdos. Los muros no son buenos.

Moreno acompaña el tuit con un vídeo de la firma del acuerdo en Doñana con la vicepresidenta Teresa Ribera.

El siguiente tuit es de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid:

—¿Cómo se define al político que siempre se pone del lado de los terroristas: Bildu, los CDR, Hamás...?

La foto que acompaña a la pregunta es de Pedro Sánchez junto al primer ministro belga.

Hace un par de días, un lector escribió una carta a la directora muy breve, pero tan atinada como la foto de Claudio Álvarez. Se titula El que pueda hacer, que haga, y enumera una serie de cuestiones vitales —el precio de los alimentos y de la vivienda, el cuidado de las personas dependientes, la lucha contra la violencia machista— en las que, quien tenga capacidad para hacerlo, debería presionar al Gobierno para que se ponga a la tarea. Feijóo puede optar por eso —una oposición dura, eficaz, constructiva, pegada a los problemas de la gente— o unirse al coro de Díaz Ayuso y luego ir de bar en bar, contando a quien lo quiera escuchar que Sánchez es un terrorista y que el verdadero presidente es él.


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