‘Procés’ a la inversa

El acoso al Gobierno y al PSOE presenta un enorme parecido con la tentativa del independentismo de subvertir el orden constitucional

La Policía trata de disolver la manifestación del día 15 junto a la sede del PSOE en la madrileña calle de Ferraz.Jaime Villanueva

El conato de acoso y derribo al Gobierno legítimo de este otoño de 2023 guarda intenso parecido —en dosis concentrada— con lo que apunta como su inverso, la tentativa de revertir ilegalmente el orden constitucional por el procés independentista catalán (el golpe triangular: leyes de desconexión / referéndum / declaración unilateral de independencia). Hay esas diferencias de grado, claro. Y otra...

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El conato de acoso y derribo al Gobierno legítimo de este otoño de 2023 guarda intenso parecido —en dosis concentrada— con lo que apunta como su inverso, la tentativa de revertir ilegalmente el orden constitucional por el procés independentista catalán (el golpe triangular: leyes de desconexión / referéndum / declaración unilateral de independencia). Hay esas diferencias de grado, claro. Y otras: la duración. Mientras el procés se desarrolló entre 2012 y 2017, con prórroga al menos hasta 2019, el intento de abortar la investidura de Pedro Sánchez y derribar al Gobierno lleva menos tiempo. En su fase callejera más intensa, desde el pasado 3 de noviembre.

Otra es su gravedad contra el orden público. El procés fue pacífico de 2012 a 2017; poco antes y durante el referéndum ilegal hubo conatos violentos. Mariano Rajoy dice que todo se encauzó entonces, con la aplicación del 155; olvida que lo peor vino después, y solo amainó de verdad con los indultos de 2021. En octubre de 2019, los desórdenes fueron gravísimos (asedio al aeropuerto, altercados en la plaza de Urquinaona con 102 heridos...). Ahora, el cerco a la sede del PSOE en la calle de Ferraz, lleva casi tres semanas, con 76 detenidos y 45 policías heridos.

La tercera diferencia es la masividad de las movilizaciones. En su fase pacífica, el procés reunió hasta un millón de asistentes; el proceso inverso logró el sábado su récord, 170.000.

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Por lo demás, ambas secuencias se parecen como gotas de agua. Su desarrollo va en círculos políticos y mediáticos concéntricos, espacios parcialmente solapados y en parte repartidos. En Cataluña: Govern-ANC-Òmnium-Tsunami-CDR. En Madrid, PP-Vox-Falange-comunidades con gobiernos de la gran derecha-altos cuerpos del Estado. Unos teorizan, otros propagan, los demás esparcen y la tropa de base sirve de carne de cañón.

El Parlament se insubordinó, y ahora grupos de jueces se rebelan a la puerta de sus juzgados... ¿Sabrán que serán objeto de recusaciones? Se buscó deslegitimar al Estado democrático (“opresor”) y ahora se acusa a una de sus instituciones de “acabar con el Estado de derecho”. Se emplean insultos de igual jaez: “botiflers” / “traidores”; “piolines” / “hijo de puta”, ese piropo de Isabel Díaz Ayuso a Sánchez. Economistas cosmopolitas brindaron por la secesión; escribidores e intelectuales exliberales juntan sus diatribas con las de la ultraderecha. Se pretendió la sublevación de los Mossos; se llama al Ejército a igual idiotez. Se asaltaban las sedes del PSC; se asedian las del PSOE. Se machacaba a la “premsa espanyola, manipuladora”, se ataca y persigue a periodistas que retratan los brazos en alto. Déu meu. Dios mío.


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