La Formación Profesional crece

La FP avanza como vía para la inserción laboral en un país con un elevado desempleo juvenil

Taller de mecánica de FP en un centro de formación de Granollers ( Barcelona).MASSIMILIANO MINOCRI

La Formación Profesional está creciendo en España y superó por primera vez, durante el curso 2021-2022, el millón de alumnos, un 29,8% más en un lustro. Ese avance resulta explicable ante el persistente drama del desempleo juvenil, que entre los 16 y los 19 años más que triplica la media nacional, y de alguna manera permite compensar el hecho de que, durante demasiado tiempo, la FP fuera socialmente vista con d...

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La Formación Profesional está creciendo en España y superó por primera vez, durante el curso 2021-2022, el millón de alumnos, un 29,8% más en un lustro. Ese avance resulta explicable ante el persistente drama del desempleo juvenil, que entre los 16 y los 19 años más que triplica la media nacional, y de alguna manera permite compensar el hecho de que, durante demasiado tiempo, la FP fuera socialmente vista con desdén, cuando no con desprecio. Ahora es una opción que abre, a diferencia del Bachillerato, una vía mucho más rápida al mercado laboral, lo que justifica que este último despierte cada vez menos interés como forma de reengancharse a los estudios de quienes en su momento los abandonaron.

Un dato de ese ascenso resulta revelador: mientras el Bachillerato, aún mayoritario en la última etapa de educación secundaria, ha perdido más de 9.000 alumnos, el grado medio de FP ha ganado más de 87.000 estudiantes hasta superar los 437.000 en el curso recién terminado. Este grado medio registra un 65% de inserción laboral, con claras perspectivas de futuro: entre el año pasado y 2030 se generarán en España más de 8,6 millones de oportunidades de empleo, con tasas de ocupación para este tipo de formación por encima del 10,3% y de la de grado superior por encima del 13,9%, según el último informe del Observatorio de Caixabank Dualiza.

Con más lentitud que en otros países desarrollados, en España se han abierto cada vez más puertas educativas para facilitar que los jóvenes —y menos jóvenes; más de 225.000 mayores de 24 años cursan titulaciones de FP— se incorporen al mercado laboral. La sociedad y sus administraciones han superado afortunadamente la etapa en la que se pensaba que la continuidad en los estudios debía pasar por el Bachillerato y la entrada en la Universidad. En estos nuevos itinerarios resulta clave la flexibilidad según las circunstancias personales y de enseñanza.

Educación aprobó en julio el decreto que desarrolla la ordenación del sistema de FP, su mayor transformación en décadas, con el objetivo tanto de ajustarse a las necesidades económicas y laborales del país como de que los alumnos puedan desarrollar competencias que les ayuden a planificar su trayectoria profesional y formativa. Su despliegue en los próximos cursos pretende mejorar tanto las capacidades del alumnado como su adaptación a las necesidades del mercado laboral. Ese camino debe acercarnos a los niveles propios de un país avanzado como España —la tasa de matriculación es 13 puntos inferior a la media de la UE— y recortar dos de los principales problemas de este nivel educativo: la brecha de género —las mujeres suponen entre el 29,5% del alumnado en FP básica y el 48,9% del grado superior, con claras diferencias por familias profesionales— y el elevado nivel de abandono —el 30%, en grado medio—. El reto es para todo el país.

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