Realidad a la carta
Los lectores escriben sobre la corriente negacionista, el placer de viajar, la saturación de Santiago de Compostela y los retrasos en los trenes
Está en boga en estos tiempos rechazar la existencia de fenómenos avalados por evidencias y/o respaldados por la comunidad científica. Parece ser que adscribirse a esta actitud le hace sentirse a uno libre e independiente, dando la imagen de tener criterio propio y estar poco condicionado. Es cierto que la ciencia no es infalible; de hecho, esta característica le permite crecer y generar conocimiento. También lo es que el conocimiento alcanzado se desarrolla sobre el sustrato de rigurosa investigación...
Está en boga en estos tiempos rechazar la existencia de fenómenos avalados por evidencias y/o respaldados por la comunidad científica. Parece ser que adscribirse a esta actitud le hace sentirse a uno libre e independiente, dando la imagen de tener criterio propio y estar poco condicionado. Es cierto que la ciencia no es infalible; de hecho, esta característica le permite crecer y generar conocimiento. También lo es que el conocimiento alcanzado se desarrolla sobre el sustrato de rigurosa investigación con metodologías contrastadas. Sin embargo, son muchos los que, para evadirse de una verdad incómoda y poco acorde a sus pretensiones, se empeñan en obviar la evidencia y corromper la realidad con bulos y falacias. El hecho no pasaría de anécdota si esta disposición quedara acotada a grupos sociales irrelevantes. La cuestión es que esta tendencia a construir una realidad a la carta, en función de intereses muy particulares, se está instalando en posiciones de poder, y no vamos a tardar en comprobar y padecer sus consecuencias.
Ignacio Azparren Tellería. Aibar (Navarra)
Viajar y viajar
Para mí, viajar es un placer. Pero desde que me he jubilado “no hago el agosto”. Aunque a la mayoría de las personas que conozco les encanta conocer nuevos sitios, a mí me apetece regresar a los conocidos y hacer de anfitrión. Otros lo hacen como forma de coleccionar lugares. Unos cuantos, demasiados, se trasladan, pero no viajan: viven su viaje al regreso a sus hogares cuando, editado lo grabado en su teléfono, recuerdan todo lo que no pudieron ver a través de sus propios ojos. Pero los que más me duelen son los que viajan cargados con su maltrecha psiquis, y no sólo no gozan el viaje, sino que suelen llorar en la soledad de la habitación de su hotel. ¿Por qué? Porque, a menudo, no viajan por placer sino para dejar atrás su infelicidad. Conozco alguno de ellos y siempre les abraso con mi máxima: no busques en la geografía lo que no encuentras en tu alma.
J. M. Lorente Hernandis. Valencia
Santiago, ¿otro Everest?
En estos días los compostelanos estamos asistiendo, atónitos, impotentes, sorprendidos, más bien cabreados, a la llegada a Santiago de hordas, y digo bien, de hordas de supuestos peregrinos, de personas sin civismo, sin respeto por lo que Santiago representa. Santiago no es un bazar, no es un parque temático. Es una ciudad y no se merece el trato que se le está dando por parte de gente foránea —no toda, es cierto— maleducada, incívica e irrespetuosa. Los compostelanos no nos merecemos este maltrato. ¿En qué se va a convertir? ¿En un bazar? ¿En otro Everest?
Alberto Fernández Güimil. Santiago de Compostela
Trenes que no llegan
Escribo esta carta desde una celda andante, con un calor abrasador, y más abrasador, si cabe, mi ánimo. Después de haber esperado un tren, a pleno sol, un tren que nunca llegó, y que es posible que nunca llegue. El destino es mi hogar, en una Guadalajara impaciente, donde el tren había de llegar, y siempre se retrasa o se duerme. No se olviden de nosotros, los secuestrados en estaciones, en trenes y en andenes, cuando no puedan ustedes viajar, comer, vivir, porque no llegaron a tiempo nuestros trenes.
Mónica Moranchel. Guadalajara