El PP imita bien a los ‘indepes’

Los árboles, como los acuíferos o la vivienda asequible, no son caprichos. Empiezan a ser cuestiones de primera necesidad

La sequía deja ver tramos del lecho del Guadiamar, el río que provee a Doñana.Fermín Cabanillas (EFE)

El PP de Andalucía está imitando a la perfección el estilo que adoptaron los independentistas catalanes en 2017 y que consiste en: Primero, legislo. Invadiendo competencias del Estado, pisoteando normas españolas y sentencias europeas. Segundo, invito a hablar. Culpando además a Madrid de no querer plegarse a su voluntad. Y tercero, voy a Bruselas a quejarme de todo y a difamar a la propia UE.

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El PP de Andalucía está imitando a la perfección el estilo que adoptaron los independentistas catalanes en 2017 y que consiste en: Primero, legislo. Invadiendo competencias del Estado, pisoteando normas españolas y sentencias europeas. Segundo, invito a hablar. Culpando además a Madrid de no querer plegarse a su voluntad. Y tercero, voy a Bruselas a quejarme de todo y a difamar a la propia UE.

Es lo que ha hecho el PP, que ha aprobado junto a Vox en el Parlamento andaluz una proposición de ley para legalizar las explotaciones que absorben agua ilegalmente en el entorno de Doñana. Al considerarlas merecedoras del agua trasvasada, coloca ese suministro en manos del Gobierno, que es el competente en cuestión de trasvases y cuencas como la del Guadalquivir. La legislación nacional, sin embargo, prohíbe destinar el agua trasvasada a nuevos regadíos como los que ha legalizado el Parlamento andaluz. El círculo que ha pretendido cerrar el PP para estrechar el cerco sobre el Gobierno español en este asunto, por tanto, no se cierra. Y el intento espurio de colocar la responsabilidad sobre Madrid le sale por la culata.

Pillado in fraganti, el Gobierno andaluz y el propio Núñez Feijóo reculan ahora con la misma excusa que usaban los independentistas catalanes en sus fases más duras: ¡si nosotros solo queremos hablar, queremos negociar, pero ellos no quieren! Y ciertamente el Gobierno español, como la Comisión Europea, no están en posición de permitir más regadíos, de aumentar el agua trasvasada para ellos ni de hacer nada que no sea cerrar los pozos existentes en cumplimiento de una sentencia del Tribunal de Justicia de la UE. Todo ello aderezado con un tufo nacionalista para que nadie les toque Andalucía. Por Dios.

El conflicto está servido. Y la rebelión hídrica no es el único signo de indiferencia ante la emergencia climática que vivimos. Antes que el PP de Andalucía, el de Madrid también dejó clara su forma de remar contra los tiempos. Una de las primeras cosas que hizo Martínez Almeida al sustituir a Carmena en el Ayuntamiento fue eliminar zonas peatonalizadas y ajardinadas que muchos celebrábamos para caminar. Aún resuenan los aplausos de simpatizantes cuando quitaron las flores que habían embellecido el arcén. Ahora es el turno de la Puerta del Sol, reformada a mayor gloria del asfalto, como antes fue el turno de Madrid Río.

Los árboles, como los acuíferos o la vivienda asequible, no son caprichos. Empiezan a ser cuestiones de primera necesidad. Y asuntos en los que, si el PP va a la contra, se bajará de la cordura. Como hizo el independentismo catalán.

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