Leopard y calabazas en Ucrania

Enviar carros de combate supone asumir algo desolador: la guerra va para largo y puede que lo peor esté por venir

Un Leopard 2 del Ejército alemán dispara durante un ejercicio de entrenamiento en Ostenholz (norte de Alemania), el pasado octubre.RONNY HARTMANN (AFP)

Volver a plantar chiles estaba en los planes de Andréi Kurkov para este año. El escritor ucranio cuenta en su Diario de una invasión que también quería sembrar calabazas en 2023 porque “en Ucrania no es posible no tener calabazas en otoño”. Pero para que la población pueda retomar esos placeres, recuperar lo cotidiano, la guerra tendrá que haber terminado, y los últimos acontecimientos hacen pensar que ese escenario está cada vez ...

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Volver a plantar chiles estaba en los planes de Andréi Kurkov para este año. El escritor ucranio cuenta en su Diario de una invasión que también quería sembrar calabazas en 2023 porque “en Ucrania no es posible no tener calabazas en otoño”. Pero para que la población pueda retomar esos placeres, recuperar lo cotidiano, la guerra tendrá que haber terminado, y los últimos acontecimientos hacen pensar que ese escenario está cada vez más lejos. La decisión de los aliados occidentales de enviar armas pesadas a Kiev posiblemente cambie el curso del conflicto. No se sabe si lo alargará o servirá para obligar a Putin a sentarse y negociar. El Kremlin ha dicho que este movimiento lleva la contienda a otro nivel y que los carros de combate occidentales “arderán” en Ucrania.

¿Quién pensaba que la guerra duraría un año? Dentro de un mes se cumplirá el primer aniversario. En este tiempo, los aliados han ido rebajando el umbral de lo tolerable. Hace unos meses, solo aceptaban mandar “equipos militares no letales” a Ucrania. Esta semana, después de mucho dudar, han abierto la mano a las armas más pesadas y modernas, como reclamaba el presidente Zelenski. Enviar los tanques es asumir algo desolador: la guerra va para largo y puede que lo peor esté por venir. Las tropas ucranias ni siquiera han empezado a entrenar en Alemania para aprender a manejar los Leopard. Pasarán meses hasta que lleguen a Ucrania los primeros Abrams, los carros de combate estadounidenses. Las mayores operaciones militares por parte de ambos ejércitos se esperan para la primavera.

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Europa es consciente de los riesgos que corre al pasar a la ofensiva, por eso ha tardado tanto en decidirse. Primero, por las represalias de Moscú, que ya ha empezado a lanzar ataques con misiles y drones. Para Putin, las pérdidas humanas, económicas y políticas son todavía aceptables; de hecho, el Kremlin está usando a mercenarios privados, los Wagner, como carne de cañón para abrirse camino. Además, la UE tendrá que lidiar con las tensiones entre los socios que apoyan a Ucrania. Que a su vez se alimentan por la presión política y social en cada país, como le está ocurriendo al canciller Scholz en Alemania.

Stefan Zweig decía que no se puede armonizar la guerra con la razón y el sentimiento de justicia. Para terminar con el conflicto de Ucrania hay quien cree que la única forma es forzar al Kremlin, derrota tras derrota, a sentarse a la mesa. Volodímir Zelenski, al agradecer los tanques occidentales, hablaba estos días de formar un “puño de libertad”. Es comprensible que use esa retórica cuando han invadido y masacrado su país, pero Europa debe actuar con prudencia para evitar que la guerra desborde las fronteras de Ucrania. La estrategia es suministrar armamento a Kiev de forma gradual para evitar una escalada inadvertida, algo que todas las partes quieren evitar.


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