Evitar la cena de Navidad de tu empresa es fácil si sabes cómo
Las redes se llenan de excusas para saltarse las reuniones con colegas de trabajo por las fiestas. Aunque estas celebraciones también tienen un lado bueno
Como seguramente hayas notado, la Navidad, ahora sí, ha llegado: estamos en pleno diciembre, quedan pocos días para escuchar a los niños de San Ildefonso cantar los miiil eeeurooos que ganarán algunos y los millones que se llevarán otros con la Lotería Nacional, las luces de colores iluminan las calles de muchas ci...
Como seguramente hayas notado, la Navidad, ahora sí, ha llegado: estamos en pleno diciembre, quedan pocos días para escuchar a los niños de San Ildefonso cantar los miiil eeeurooos que ganarán algunos y los millones que se llevarán otros con la Lotería Nacional, las luces de colores iluminan las calles de muchas ciudades desde hace semanas, las tertulias de los programas matinales de televisión nos recomiendan, día sí y día también, que planifiquemos, adelantemos las compras y congelemos todo lo que vayamos a consumir durante las fiestas —¡que los precios suben!— y sí, estos días también están agendadas las comidas y cenas de Navidad de las empresas. Esperadas con ansia y odiadas hasta la saciedad casi por igual.
Al buscar “cenas” o “comidas de Navidad” en Twitter, aparecen infinidad de opiniones. También se cuela la promesa viral de Berlusconi a los jugadores del AC Monza, que prefiero no describir, si ganan a un equipo grande de la Liga italiana, pero vamos al grano: además de los numerosos selfis frente al espejo con el modelito de turno y las fotos del encuentro de marras, están los mensajes de aquellos que piden ayuda para no asistir a las citas.
Un ejemplo de éxito es el de la usuaria @Miriam__Garcia, que publicó un tuit pidiendo excusas para evitar ir a la comida navideña con sus compañeros. Dicho y hecho: ha recibido más de 800 respuestas. Entre las más repetidas, una que nos ha cancelado planes a todos en los últimos años: “Tengo décimas. ¿Y si es covid?”. Pero hay más: “No te duches en la semana previa a la cita. No tendrás que decir nada, te desinvitarán”, dice uno. “Si tienes hijos, que se han puesto malitos repentinamente y si no los tienes, que tu perro se ha comido tus ganas de ir”, publica otro. Muchos optan por la sinceridad y recomiendan a Míriam soltar un “no voy porque no me apetece”.
Hay muchas razones para no querer ir a las comidas o cenas de empresa: suponen pasar varias horas, que se suman a las que compartes en la oficina, con gente que no es tu amiga; a veces, encima, hay que aguantar a Fulanito o Fulanita que, sin complejos, suelta todo eso que “ya no se puede decir”; a Zutano o Zutana, que se pasan con el alcohol y crean momentos incómodos tratando de ligar con X, Y, Z o con quien se le ponga delante, etcétera.
Pero también hay motivos por los que pueden ser buenos estos encuentros navideños: mantener conversaciones agradables con quienes solo compartes el estrés laboral, entablar nuevas amistades, mejorar la confianza entre compañeros, aprovechar para pasar un buen rato si tus colegas son, además, amigos... Y, si eres el jefe, puedes mostrar un lado humano a tu equipo, incluso agradecerles la labor realizada (aunque eso, ejem, es preferible hacerlo con unas mejores condiciones y no con palmaditas en la espalda).
Si finalmente no encuentras excusa y te toca asistir a una comida o cena con tus compañeros de oficina, aquí van unas recomendaciones. Algunas las publicó la nutricionista Azahara Nieto en este periódico; otras son de sentido común (también resultan válidas para encuentros familiares): no opines ni valores el físico de nadie, seguramente no te hayan preguntado; no insistas con la comida, menos aún hagas chantaje emocional tipo “¿no lo quieres?, si lo he preparado para ti”; cuida tu lenguaje y tus chistes, recuerda que las palabras hieren; no hagas preguntas incómodas, no todos quieren contar su vida personal con pelos y señales. Ah, y una última cosa que recordaba un lector este jueves en una Carta a la Directora: brindar con agua no da mala suerte; solo demuestra que vivimos en una sociedad en la que beber alcohol de forma habitual está demasiado bien visto.