Nadie sabe nada sobre cultura

Aunque evitemos idealizar otros países, nuestra conversación pública no parece muy elevada. Pero se pueden enumerar algunos libros que han tenido un eco significativo en la política española en este siglo

Una mujer observa un libro en la plaza de Callao de Madrid.CARLOS ROSILLO

El economista Tyler Cowen escribía hace unas semanas que España es un país donde los libros generan debates de ideas. Es un comentario llamativo: en primer lugar, cualquiera diría que somos franceses; en segundo, la obra más importante de nuestra literatura alerta del riesgo de que se te suban los libros a la cabeza. España, país invitado en la Feria del Libro de Fráncfort que se celebra este mes de octubre, e...

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El economista Tyler Cowen escribía hace unas semanas que España es un país donde los libros generan debates de ideas. Es un comentario llamativo: en primer lugar, cualquiera diría que somos franceses; en segundo, la obra más importante de nuestra literatura alerta del riesgo de que se te suban los libros a la cabeza. España, país invitado en la Feria del Libro de Fráncfort que se celebra este mes de octubre, es uno de los Estados europeos donde los ciudadanos gastan menos en cultura, y tampoco estamos a la cabeza en los índices de lectura. Aunque evitemos idealizar otros países, nuestra conversación pública no parece muy elevada. Pero se pueden enumerar algunos libros que han tenido un eco significativo en la política española en este siglo. Seguramente los autores no buscaban ese efecto y no depende exclusivamente del valor literario: una gran novela puede acertar con el asunto, pero también puede hacerlo un texto con menor ambición estética. No son reactivos, pero tampoco son siempre pioneros; los temas de una cultura suelen ser guadianescos.

Un ejemplo es Soldados de Salamina, de Javier Cercas (2001): conectó con la preocupación por la memoria histórica y la impulsó. Otro es La España vacía (2016), de Sergio del Molino, que puso nombre a una realidad tan evidente como olvidada. Se había escrito e investigado mucho sobre la Guerra Civil y también hay muchas obras, académicas, cinematográficas, literarias y musicales sobre la despoblación, pero esos libros cambiaron la conversación (una prueba es la discusión sobre el adjetivo vacía o vaciada). Imperiofobia y leyenda negra (2016), de Elvira Roca Barea, generó eco y entusiasmos enfrentados. Ocurrió algo similar con un libro como Feria (2020), de Ana Iris Simón, que combina la nostalgia vicaria con el lamento por las condiciones de la juventud.

Son cuatro libros muy distintos. Algunos han tenido éxito en el exterior; otros, como casi toda nuestra literatura y nuestra política, son fenómenos de interés local. Es complicado analizar los factores: como decía Richard Rorty, se produce un encuentro azaroso entre las obsesiones privadas de un escritor y las necesidades públicas de una sociedad. Los escritores y los editores (y los medios) sueñan con repetir esa casualidad, pero no es sencillo: como advertía William Goldman en unas palabras aplicables a cualquier industria cultural, la única verdad sobre el mundo del cine es que nadie sabe nada. @gascondaniel

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