Hasta los dientes

El rearme global es una tendencia inquietante y negativa. Un mundo tan armado es, necesariamente, un mundo menos seguro

Miembros de las tropas prorrusas, en marzo en la región de Donetsk (Ucrania.Alexander Ermochenko (Reuters)

The Ameriguns es el proyecto que llevó al fotógrafo italiano Gabriele Galimberti a recorrer Estados Unidos retratando gente armada. Hasta los dientes. Las imágenes más obscenas son las que incluyen niños. Como lo son las de estos pasados días en la convención de la NRA: menores posando felices con sus armas, ...

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The Ameriguns es el proyecto que llevó al fotógrafo italiano Gabriele Galimberti a recorrer Estados Unidos retratando gente armada. Hasta los dientes. Las imágenes más obscenas son las que incluyen niños. Como lo son las de estos pasados días en la convención de la NRA: menores posando felices con sus armas, cuando otros 19 pequeños y dos profesoras acababan de ser asesinados por un loco. Otro más. Como siempre, después de un episodio así aumenta la venta de armas. También lo hizo durante la pandemia; pretenderían hacer cierto lo de matar el virus a cañonazos.

Seguiremos hablando de violencia en el país americano, pero también habrá que hacerlo del continuo incremento del gasto armamentístico en el mundo, después de un breve periodo de parón, entre 2011 y 2014. En 2021 lo ha hecho un 0,7%, hasta alcanzar los 2,1 billones de dólares, empujado en buena medida por una inversión europea en aumento desde la anexión rusa de Crimea, según datos del SIPRI.

Estados Unidos es el más gastador, con diferencia, con 800.000 millones de dólares. Le sigue China, con 293.000 millones. Rusia, con casi 66.000 millones, está muy lejos de ambos.

Es evidente que la cosa no acaba ahí. La guerra en Ucrania ha dado el pistoletazo de salida a una carrera aún más rápida. A raíz de la invasión, numerosos países europeos, incluida España, se han comprometido a alimentar las inversiones. El más llamativo, por el cambio radical que supone, Alemania, que ha anunciado un gasto de 100.000 millones de euros, más de un 2% de su PIB, el mantra fijado por la OTAN.

Cegados por el impacto de la guerra, nos hemos embarcado en una escalada en apariencia inevitable, que no puede tener consecuencias positivas. Por un lado, endeudamiento necesario por medio, significará contar con menos fondos para otras políticas públicas. Lo mínimo que se puede pedir es que ese dinero se gaste bien; en los sistemas adecuados y con la coordinación necesaria para lograr la complementariedad de los socios y no la duplicación. Era uno de los principios de una defensa europea que ahora, también, parece haber quedado suspendida a la sombra del resurgir de la OTAN. Un error dejar de avanzar en la autonomía estratégica europea. Por otro, supondrá aparcar otras prioridades de seguridad, como la lucha contra el cambio climático o contra el terrorismo internacional.

Y mientras Europa se concentra en el Este, el gran escenario es el que libran las dos potencias. Con permiso de Putin, Estados Unidos tiene muy claro que su principal rival sigue siendo China. Una China que aumentará su gasto militar este 2022 un 7,1% y que busca construir una arquitectura de seguridad alternativa a la occidental, la Global Security Initiative.

El rearme global es una tendencia inquietante y negativa. Un mundo armado hasta los dientes es, necesariamente, un mundo menos seguro.

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