La guerra en Ucrania y el espejo español

La amenaza que suponen las alternativas ha realzado las ventajas del orden liberal. Como ocurre con todos los modelos, lo mediremos también por su capacidad de resistir

Pedro Sánchez, durante una comparecencia en el Congreso.Claudio Alvarez

Todos vivimos ahora en el mundo de Vladímir Putin, ha escrito Ivan Krastev: el que obedece a aquellos que no desean escribir el futuro, sino reescribir el pasado. Vemos y leemos las noticias estremecedoras del sufrimiento y la valentía de los ucranios, del arrojo de quienes protestan contra la guerra en Rusia, de soldados rusos que no saben bien a dónde van. Tenemos muchos datos pero una gran incertidumbre, acerca de la vi...

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Todos vivimos ahora en el mundo de Vladímir Putin, ha escrito Ivan Krastev: el que obedece a aquellos que no desean escribir el futuro, sino reescribir el pasado. Vemos y leemos las noticias estremecedoras del sufrimiento y la valentía de los ucranios, del arrojo de quienes protestan contra la guerra en Rusia, de soldados rusos que no saben bien a dónde van. Tenemos muchos datos pero una gran incertidumbre, acerca de la violencia y su escalada, de las consecuencias económicas en un sistema interdependiente. Como ha explicado Tim Harford, la aparente irracionalidad de Putin es una de sus fortalezas. La guerra se retransmite en un directo angustioso y a la vez está llena de siniestras rimas históricas: el ataque junto al monumento de Babi Yar, la superviviente del asedio de Leningrado detenida en una protesta contra la guerra.

Si Putin subestimó la capacidad de resistencia de Ucrania, también puede haber infravalorado la respuesta de la OTAN y la UE, que ha actuado con determinación. La amenaza que suponen las alternativas ha realzado las ventajas del orden liberal. Como ocurre con todos los modelos, lo mediremos también por su capacidad de resistir.

En el Parlamento Europeo Josep Borrell pronunció un discurso emocionante y en el Gobierno el PSOE (y Yolanda Díaz) corrigieron un remoloneo desconcertante al decidir enviar armas, algo que según Metroscopia apoya más de la mitad de los españoles. La imagen que devuelve a algunos el espejo es poco favorecedora: Vox trata de disimular su admiración hacia Putin y las conexiones de Rusia con la extrema derecha europea, mientras alardea de racismo e intolerancia cuando habla de los refugiados. Otro beneficiario de la ayuda rusa, el independentismo —con Oriol Junqueras comparando Cataluña con Ucrania—, confirma un delirio narcisista que perdió hace tiempo el sentido de la moralidad y el ridículo. En Unidas Podemos, parece que estamos ante la variante con retórica de carpeta de instituto del “antiimperialismo idiota” que diagnosticó Leila Al-Shami: el que solo es capaz de ver imperialismo cuando se puede atribuir a Occidente. La interpretación caritativa señala la necesidad de reivindicar el pacifismo propio, aunque sea a costa de la voluntad —y la libertad y la vida— de los otros. Otra interpretación menos benéfica concluiría que su odio al orden democrático liberal es superior a su repulsa por la agresión rusa. En ese caso uno se pregunta qué hacen en el Gobierno. @gascondaniel

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