Disculpas poco fiables

O se dicen las cosas o no, pero decirlas a medias es peor que callarse, aunque se digan “en la buena dirección”

El etarra Xabier Ugarte (centro) a su llegada a Oñate tras cumplir 22 años de prisión por varios delitos, entre ellos el secuestro de José Antonio Ortega Lara.GORKA ESTRADA. (EFE)

George Orwell dejó escrito que “la autobiografía solo es fiable cuando cuenta algo deshonroso” y que “un hombre que ofrece un relato positivo de sí mismo probablemente miente”. Lo recuerda otro escritor inglés, Martin Amis, en su último libro, Desde dentro, donde se aplica a fondo la enseñanza orwelliana y no deja casi nada de sí mismo a salvo,...

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George Orwell dejó escrito que “la autobiografía solo es fiable cuando cuenta algo deshonroso” y que “un hombre que ofrece un relato positivo de sí mismo probablemente miente”. Lo recuerda otro escritor inglés, Martin Amis, en su último libro, Desde dentro, donde se aplica a fondo la enseñanza orwelliana y no deja casi nada de sí mismo a salvo, como hacen todos los escritores autobiográficos que merecen la pena. Esto rige para cualquier confesión pública: o se hace a pecho descubierto o más vale ahorrársela, pues lo importante de la cita de Orwell es el adjetivo ‘fiable’, que equivale a creíble. La sinceridad es brutalmente enunciativa y casi nunca admite conjunciones adversativas: hay que hablar sin peros ni aunques, y que pase lo que tenga que pasar.

Ni la declaración de los presos de ETA pidiendo homenajes susurrados ni el discurso anterior de Arnaldo Otegi reconociendo el dolor de las víctimas suenan fiables porque no terminan de aceptar lo deshonroso y siguen ofreciendo, en esencia, un relato positivo de sí mismos. Cuando uno se arrepiente de lo que hizo se centra solo en confesar su mal, sin parapetos ni equilibrismos. La prosa titubeante y eufemística de los comunicados, más que culpa, exuda condescendencia: “Hay personas que han expresado honestamente que sienten dolor con los ongi etorri públicos. Son personas damnificadas a consecuencia de las acciones de nuestra militancia del pasado y comprendemos que puedan sentirse dolidas”. Es decir: bajemos el tono celebrativo, no sea que estos señores se enfaden. Guardemos las formas como las guardaba Bernarda Alba en su casa, con la misma hipocresía.

La declaración de EH Bildu de octubre fue más enunciativa, pero también se perdió por algunos meandros. El principal reproche que se hace a sí misma la izquierda abertzale en ese texto es que llegó tarde al reconocimiento del dolor causado, lo cual se contradice con el tajante “nunca debió haberse producido”. O nunca o tarde, solo cabe un adverbio. Las disculpas se malogran si se alargan con subordinadas.

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Ya se ha fijado como cliché que todos estos son “pasos en la buena dirección”, y aunque lo fueran, serían tímidos, en zigzag y de puntillas. Si fuesen escritores (y la política no se distingue tanto de la literatura, sobre todo ahora que aquella se hace con relatos), sonarían taimados, nada fiables, sin el menor parecido a Martin Amis o a George Orwell. O se dicen las cosas o no se dicen, pero decirlas a medias es peor que callarse, aunque se digan “en la buena dirección”.


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