Sin entrar en detalles

A la ciudadanía le cuesta asumir que los gobernantes ni están siempre en condiciones de hacer lo que se proponen, ni tienen siempre intención de hacer lo que dicen

Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz, durante una sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados.Álvaro García

El Gobierno pacta la derogación de la reforma laboral del PP, sin entrar en los detalles. Sánchez consigue que sus socios parlamentarios den vía libre a la tramitación de los Presupuestos, sin entrar en los detalles. Es el sino de la política: la distancia entre las palabras y las cosas. Y a la ciudadanía le cuesta asumir que los gobernantes ni están siempre en condiciones de hacer lo que se proponen, ni tienen siempre intención de hacer lo que...

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El Gobierno pacta la derogación de la reforma laboral del PP, sin entrar en los detalles. Sánchez consigue que sus socios parlamentarios den vía libre a la tramitación de los Presupuestos, sin entrar en los detalles. Es el sino de la política: la distancia entre las palabras y las cosas. Y a la ciudadanía le cuesta asumir que los gobernantes ni están siempre en condiciones de hacer lo que se proponen, ni tienen siempre intención de hacer lo que dicen.

Pero las promesas cuentan y la reputación se pierde con suma facilidad. Entre las apuestas del Gobierno de coalición está la derogación de la ley laboral del PP, que fue, en su momento, un hachazo a los derechos de los trabajadores y un impulso a la precariedad laboral y a la competencia salarial a la baja. Bastaría con modificar la ley, pero la lideresa de Unidad Podemos, Yolanda Díaz, no quiere renunciar al poder de lo simbólico. La palabra derogar se ha convertido en estrella mediática del momento. ¿Un escollo o un escudo? Yolanda Díaz se reúne con Pedro Sánchez y sale con la promesa de derogación. Aunque acto seguido se precisa que se necesitará el consenso de sindicatos y empresarios.

Por un lado, el presidente y la vicepresidenta segunda tienen un interés compartido: acabar honorablemente la legislatura. Ha sido el primer Gobierno de coalición de la democracia, que ha significado además la incorporación a las instituciones de un movimiento surgido de la calle (el 15M), lo cual resulta insoportable para los devotos del bipartidismo, incapaces de celebrar este caso ejemplar de capacidad de inclusión del régimen constitucional. De modo que no es de interés de ninguno de los socios que la experiencia acabe mal. Sánchez concede el envoltorio —la derogación— a Díaz, confiando en que sea transigente a la hora de entrar en los detalles, que van a ponerse sobre la mesa en la negociación con patronal y sindicatos. ¿Cuál será la apuesta política de la patronal? ¿Entrará en el juego o apostará por el desgaste con la esperanza de favorecer el regreso del PP, sobre cuya lealtad a sus intereses no tiene dudas? ¿Qué pasará si los empresarios se instalan en el rechazo? Yolanda Díaz seguro que está convencida de poder capitalizarlo, ¿y Pedro Sánchez?

Con el envoltorio se quiere buscar la complicidad de los ciudadanos que viven la realidad de unas desigualdades salariales enormes, de una precariedad laboral extraordinaria, de unos niveles de paro enormes, muy lejos de los parámetros europeos, en una sociedad a la que le cuesta avistar el futuro. Demasiado a menudo olvidamos dos datos estremecedores: España está entre las tasas de natalidad más bajas del mundo y el retraso en la edad de emancipación de las jóvenes es récord mundial. O sea que, por el bien de todos, dense prisa en entrar, sin miedo, en los detalles.

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