Colombia, un gobierno sin legado

Iván Duque llegó al poder con las banderas de la reconciliación y se quedó en el revanchismo

El presidente de Colombia, Iván Duque, llega para la ceremonia de Investidura de Pedro Castillo en Perú, el 28 de julio.Paolo Aguilar (EFE)

Poco menos de un año le queda de gobierno al presidente de Colombia, Iván Duque. El primer mandatario sin reelección en más de 16 años. Llegó con las banderas de la reconciliación y se quedó en el revanchismo, como el mandatario más joven que no supo conectar con los jóvenes. El presidente que perdió su primer año de gobierno objetando al tribunal de justicia transicional, creado de los acuerdos de paz de su antecesor, y al que luego le cayó la pandemia del siglo, planteándole una oportunidad para brillar en medio de...

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Poco menos de un año le queda de gobierno al presidente de Colombia, Iván Duque. El primer mandatario sin reelección en más de 16 años. Llegó con las banderas de la reconciliación y se quedó en el revanchismo, como el mandatario más joven que no supo conectar con los jóvenes. El presidente que perdió su primer año de gobierno objetando al tribunal de justicia transicional, creado de los acuerdos de paz de su antecesor, y al que luego le cayó la pandemia del siglo, planteándole una oportunidad para brillar en medio de la catástrofe. En qué ha acertado y en qué ha fallado es la pregunta obligada para establecer lo que debería lograr en el tiempo restante.

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Ha sido un gobierno signado por la protesta social que venía desde antes de la pandemia, con el paro nacional de 2019, las protestas de septiembre pasado y el más reciente en mayo del 2021. Un gobierno que pasará a la historia por el regreso de las crecientes violencias territoriales que cobran la vida de líderes cada día y desplaza a poblaciones. Casi 150 masacres desde agosto de 2018 y 133 líderes asesinados en 2020.

El discurso desde el gobierno muchas veces ha ido por el lado contrario a los de los miembros de su partido, el Centro Democrático, quienes claramente buscaban dinamitar el acuerdo de paz con las FARC, con un resultado para la implementación de los acuerdos de paz fraccionada. Cumplimientos en la ley de tierras, privilegio de la erradicación forzosa sobre la sustitución voluntaria y una desgastante discusión sobre el retorno del glifosato dando como resultado las mismas tierras sembradas de coca y los traficantes con los bolsillos llenos. El presidente, en las últimas semanas, firmó por fin las curules para las víctimas, validadas en la Corte Constitucional. Implementación agridulce.

El estilo del equipo del mandatario resultó variopinto. Ministros activos y comprometidos —sobre todo los más jóvenes— mientras que otros parecían contratados para reventar la gobernabilidad, como ocurrió con el caso de Hacienda y sus inoportunos anuncios tributarios en medio de una pobreza que se aumentó en casi 2,7 millones de personas por los confinamientos y volvió a sacar a la gente a las calles, a protestar, a manifestarse y ponernos en los ojos del mundo por el uso desmedido de la fuerza ante la degradación de un sector de los manifestantes convertidos en vándalos. Un acierto, no obstante, ha sido la campaña de vacunación liderada por el ministro Fernando Ruiz, que comienza a dar frutos en el país después de la peor ola de covid, surgida en medio de las protestas.

Sin duda, un gobierno al que se le ha dificultado el diálogo. Como a cualquiera que solo quiere ser escuchado y no escuchar. Terco y vanidoso, para los analistas, una de las características que le impidió al presidente conectar con la realidad de las calles y no leer sus necesidades. Tardío, pero favorable, resultó para el final del gobierno el cambio en la cartera de Hacienda con Jose Manuel Restrepo, quien ha logrado equilibrar las cargas impositivas presentando una nueva reforma tributaria más sensata y cuando empieza el año de la reactivación.

Duque ha tenido una gobernabilidad escasa, con un partido de gobierno dividido por los extremos y sin una oposición organizada. El mandato de Duque firmó las últimas horas del uribismo y se quedó sin el partido. El presidente no encontró jamás su centro ni su propia narrativa. Contrario a su anuncio de posesión de reconciliar al país, lo entrega aún más dividido. Ha tenido más oposición en los liderazgos de la alcaldesa de Bogotá que en el propio congreso, que prácticamente dejó de sesionar por tres períodos durante la pandemia.

Los incumplimientos le han pasado una factura grande: el huracán que destrozó a Providencia en el caribe colombiano ha terminado por demostrar una incapacidad para atender las necesidades de un territorio pequeño y necesitado; las excusas se han vuelto el pan de cada día, en Providencia se demostró que este gobierno tampoco logró, como ya ha ocurrido antes, contratar y gestionar en los tiempos de la gente ni tramitar las diferencias con las comunidades raizales. Ojalá no termine Providencia convertido en un escándalo de corrupción.

Aciertos: el estatuto para los migrantes venezolanos en medio de una apuesta fallida para derrocar a Nicolás Maduro. Duque realizó quizá uno de los hechos más humanitarios para proteger a más de un millón de venezolanos vulnerables que han llegado por trochas y puentes a buscar un futuro con hambre y los pies descalzos. Imposible no reconocer la decisión de aumentar como el presupuesto en educación, y una apuesta certera por el emprendimiento y la conectividad y las energías renovables.

Este gobierno no deja una sola reforma transformadora, ni una modernización institucional como la que exige la complejidad de nuestros tiempos. Ojalá en el tiempo que le resta logre aumentar los puestos de trabajo que parecen ir en la ruta correcta, pues hay dinámicas que se dan solas, sin gobierno, como esa, la de la reactivación natural después de la debacle. Ojalá para el final del gobierno haya una autocrítica que nos hable de la posibilidad del poder como fuente de cambio y no de vanidades que impiden a quien lo ostenta entender el valor de haber llegado donde soñaron y no honraron.

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