Emergencia africana
La comunidad internacional debe prestar apoyo al continente para paliar la crisis pandémica
África afronta el riesgo de un grave sufrimiento económico y social —además del sanitario— debido al impacto de la pandemia. La comunidad internacional tiene la obligación moral de ayudar al continente en estas circunstancias, y Europa tiene un interés especial en que esto se haga de forma eficaz. En ese sentido, constituye un acierto ...
África afronta el riesgo de un grave sufrimiento económico y social —además del sanitario— debido al impacto de la pandemia. La comunidad internacional tiene la obligación moral de ayudar al continente en estas circunstancias, y Europa tiene un interés especial en que esto se haga de forma eficaz. En ese sentido, constituye un acierto la cumbre internacional convocada el martes por el presidente francés, Emmanuel Macron —el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, no llegó a acudir ante la gravedad de la crisis con Marruecos—, para estudiar propuestas concretas de apoyo.
Si se cumplen las previsiones más optimistas, África crecerá en 2021 alrededor del 3%, apenas la mitad de la media mundial y una tasa completamente insuficiente en vista de sus condiciones. La media obviamente esconde zonas especialmente tensionadas, donde aumentarán los índices de pobreza y, previsiblemente, la inestabilidad institucional y los flujos migratorios. La tarea de apoyar económicamente a la región es ingente pero inaplazable. No se trata solo de luchar —también desde un punto de vista sanitario— contra los efectos devastadores del coronavirus, sino contra las rémoras estructurales que lastran el desarrollo de estas economías y especialmente el peso de la deuda exterior.
La cumbre intentó dar impulso financiero por distintas vías, tanto a través de la movilización de fondos del FMI como con la extensión de la moratoria de los vencimientos de deuda pública. Como tantas veces en reuniones de estas características, los compromisos sellados resultan en su conjunto vaporosos e insuficientes. Corresponderá pues vigilar su concreción.
Pero hay que dar la bienvenida a la iniciativa, a la intención de poner el foco en la cuestión, en estrategias de crecimiento a medio y largo plazo centradas en la potenciación interna de las propias economías del continente y, muy especialmente, de la región subsahariana, mediante la financiación de grandes proyectos como impulsando el sector privado. Líderes y sociedades de los países desarrollados —y muy especialmente de Europa por la cercanía geográfica y las consecuencias que de esta derivan— deberían de una vez asumir la importancia de apoyar el camino al desarrollo de este continente. Es necesario buscar nuevas estrategias. Ello pasa por reforzar el diálogo, y en ese sentido es una buena idea que a la próxima reunión de ministros de Exteriores del G-20, que se celebrará en junio, hayan sido invitados Níger, Congo y Ruanda así como Túnez, Marruecos y Argelia además de los presidentes de la Unión Africana y de la Agencia de Desarrollo Africana. África ha dado grandes pasos hacia adelante, y hay muchas historias prometedoras. Pero queda mucho camino por recorrer, y Europa debe implicarse.