El ‘procés’ de Madrid le pasará factura

Las ofensas políticas pasan factura a la economía de quien las lanza. Sucederá con Madrid. Como con los demás nacionalpopulismos reaccionarios

La sede de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol en una imagen de archivo.Rodrigo Jiménez (EFE)

Nada es gratis. Las ofensas políticas pasan factura a la economía de quien las lanza. Sucederá con Madrid. Como con los demás nacionalpopulismos reaccionarios: el trumpismo, víctima de su guerra arancelaria; el Brexit, que pierde pistón comercial y financiero cada día; y el procés, que ha regalado las joyas empresariales y el ADN catalán de locomotora productiva a Madrid. Todos han debilitado las bases de su economía.

Todos son un mejunje de centralismo y secesionismo. En el centro, la Nación pura contra el enemigo: el mundo, la UE, España, entes de los que hay que separarse, pue...

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Nada es gratis. Las ofensas políticas pasan factura a la economía de quien las lanza. Sucederá con Madrid. Como con los demás nacionalpopulismos reaccionarios: el trumpismo, víctima de su guerra arancelaria; el Brexit, que pierde pistón comercial y financiero cada día; y el procés, que ha regalado las joyas empresariales y el ADN catalán de locomotora productiva a Madrid. Todos han debilitado las bases de su economía.

Todos son un mejunje de centralismo y secesionismo. En el centro, la Nación pura contra el enemigo: el mundo, la UE, España, entes de los que hay que separarse, pues son caros, inútiles, casposos, pobres, anticuados y corruptos. En la ciudad castiza, sus residentes “son libres porque viven en Madrid”; será que los demás somos esclavos gracias a la Constitución.

El Madrid oficial imitaba al procés, aparentando combatirlo. Ante el 4-M, la copia ha sido superlativa. Altivez casi supremacista: “Yo ya tendría vacunada Madrid al 100%” (por “con la independencia no tendríamos tantos muertos”), o las operaciones fallidas de mascarillas chinas y vacunas rusas, contra lo acordado por el Estado. Desprecio a la Justicia, que ha “fabricado” exigencias inventadas a Toni Cantó. Y a la Junta Electoral (que le reprendió por desafiar la normativa, como Quim Torra con sus pancartitas). Ataques contra el Gobierno por (falsas) discriminaciones en reparto de vacunas, ayudas directas y fondos europeos...

Y victimismo fiscal (primo del indepe con las balanzas fiscales) por el presunto agravio a la autonomía que el Gobierno pretende infligir legislando unos suelos mínimos para sucesiones o patrimonio. Jurídicamente, cuando se reduce el 99% o el 100% de un impuesto —no un alza o baja opinables del 30% o del 40%— no se modula. Se oblitera por detrás, ese fraude de ley.

Internacionalmente las promesas de reducción están fuera de juego, pues el debate se plantea hoy entre aplazar las alzas fiscales a la total recuperación, como sostiene la UE (y la OCDE, y el FMI), o adelantarlas, a lo que se apresta EE UU.

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En España, la competencia fiscal agresiva o desleal engorda las arcas capitalinas absorbiendo (o succionando) recursos de la España vacía, y de las otras. Hay dos salidas: una ley de bases de reequilibrio impositivo, con horquillas. Y/o un reparto de la capitalidad distribuyendo sus sedes. Disfrutar del ágora común y además gravar menos a tus vecinos ofende al resto. Es una factura a plazo. Ahora, las burlas añadidas la hacen perentoria.

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