Columna

Cataluña y el miedo a la abstención

Usted como ciudadano tiene derecho a votar y la administración está obligada a que se pueda hacer de modo efectivo y seguro. Que nunca se nos olvide

Papeletas electorales en el Colegio Francesc Maciá de Barcelona.Alberto Estévez

Viva el caos. Las próximas elecciones catalanas serán la convocatoria más aparatosa de nuestra historia reciente; un decreto de aplazamiento ilegal en plena pandemia revocado por unos tribunales que, a su vez, han fallado sobre el fondo cuando la campaña electoral ya estaba en marcha. En realidad, nada peor que este laberinto para ver derechos co...

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Viva el caos. Las próximas elecciones catalanas serán la convocatoria más aparatosa de nuestra historia reciente; un decreto de aplazamiento ilegal en plena pandemia revocado por unos tribunales que, a su vez, han fallado sobre el fondo cuando la campaña electoral ya estaba en marcha. En realidad, nada peor que este laberinto para ver derechos conculcados. Narrativas electoralistas al margen, la institucionalidad catalana está ante su enésimo roto.

Un argumento muy repetido es que esta coyuntura anticipa un incremento de la abstención. Antes de este embrollo eso ya era posible que pasara; la elevada participación de los últimos comicios tuvo mucho que ver con la polarización del tema territorial.

Dicho de otro modo, la división y la movilización social ayudaron a una afluencia masiva a las urnas. Sin embargo, como ahora la cuestión independentista ha perdido peso en la agenda, lo previsible sería cierta subida de la abstención. Pero, incluso así, hay dos factores que todavía pueden empujarla más al alza.

El primero es el propio impacto de la pandemia. Como han mostrado Tania Fernández Navia y sus coautores para las autonómicas vascas, en los municipios de mayor incidencia de la covid-19 la abstención creció entre 2,5 y 3,8 puntos. Esto, además, ocurrió en julio, cuando se suponía que la primera ola estaba en retroceso. Si en el contexto actual estamos en una incidencia mucho más alta, dicho efecto podría ser superior.

El segundo factor es que algunos partidos, agentes clave en la movilización del electorado, están haciendo énfasis en el miedo a votar, lo que podría empujar la participación a la baja.

Esto no deja de ser paradójico porque, aunque así avalen su posición previa a favor del aplazamiento (y de paso desgasten al candidato-ministro de Sanidad), lo que menos les interesa es que no acudan a las urnas sus propios votantes.

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Ahora bien, dado el contexto, no es descartable que la abstención se convierta en una profecía autocumplida. Al ponerse continuamente el énfasis en el riesgo y la inseguridad, se puede terminar generando que más catalanes se queden en casa. Y, aunque es posible que esa abstención no sea simétrica entre electores (sospecho que puede subir más entre no independentistas), jugársela a desactivar al rival es muy arriesgado.

Pero, en todo caso, desde una perspectiva democrática, lo importante es que la administración electoral ya está poniendo los medios para minimizar cualquier riesgo sanitario. Medios que, además, deberían acompañarse de una campaña informativa que insista en que ir a un colegio electoral no entraña peligro. Usted como ciudadano tiene derecho a votar y la administración está obligada a que se pueda hacer de modo efectivo y seguro. Que nunca se nos olvide.

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